Confidencias de una estrella
- ¡Me llamo Claridad y te estoy hablando! ¡Sí, no te asombres!
- ¿Tú? ¿La de los guiños radiantes? Sentí que querías decirme algo, pero… las estrellas no hablan. Debo estar soñando…
- ¡Te equivocas! Hablamos a quien nos quiere oír, a quien ansía la luz, a quien busca. Yo soy la estrella de los buscadores.
- ¡Anda ya coquetuela! ¿Cómo vas a saber si busco y lo que busco?
- Para nosotras las estrellas todos los horizontes son cercanos. Veo claramente adónde te llevan los latidos de tu corazón. Sé que buscas la inocencia primera, que trabajas por soltar el barro pegado a tu historia. Sé que anhelas el “cielo nuevo” y la “tierra nueva”. Sé que te apasionan la sencillez del niño y la madurez del anciano. Eso te aproxima al “reino de los cielos”, por eso me sientes familiar y cercana. ¿Me equivoco?
- Pues… ¡Coqueta y además cotilla! ¿Cómo lo has adivinado?
- Te lo he dicho. Soy la estrella de los buscadores, de los magos, de los caminantes, de los que desean transformarse. Puedo captar tus aspiraciones perfectamente. ¿Sabes por qué?
- ¡Dímelo tú, listilla!
- Porque esta belleza que observas en el firmamento no es más que el reflejo de lo que llevas en tu interior. Tienes vocación de estrella, ansías la luz y la belleza. Quien no mira desde lo hondo es imposible que perciba el esplendor del universo. Ahora mismo mirabas al cielo pero, en realidad, te sumergías en ti mismo.
- ¡Pues sí lindísima! Admiraba tus brillos, tu serenidad, la constancia de tu resplandor. Y suspiraba por ser mejor, por llegar más lejos, por ser yo mismo, auténtico de verdad.
- ¿Lo ves? Lo que te fascina de mí no es más que tu aspiración a la luz, a la altura, a la paz. Lo que de mí te atrae es justo lo que ya está en ti y quiere crecer. Esta inmensidad donde floto es la proyección de tu interior.
- ¿Estás segura?
- Ya lo creo. Vuestro corazón está lleno de aspiraciones profundas pero os conformáis con ambiciones de celofán y calderilla. Por eso se encarnó el Verbo: para descubriros el potencial de vuestro mundo interior. Él lo llamaba “reino de los cielos”, porque realmente es el lugar sagrado que el Creador se ha reservado dentro de vosotros y desde el que os inunda de dinamismo de vida. Es algo así como vuestra límpida e inocua “central nuclear”, vuestro corazón auténtico.
- A mí me enseñaron que se encarnó para salvarnos, para obtener el perdón…
- ¡Seguís miopes! ¡Estabais perdonados desde el principio! Os creó para haceros partícipes de su Vida, para besaros con su Gratuidad. Necesitabais ser rescatados, sí, de la poca fe en vosotros mismos y en quien os habita. Os alejasteis demasiado de vuestra grandeza humana, os degradasteis, os perdisteis al buscar fuera los tesoros que lleváis dentro. Por eso os envió un bebé.
- ¿Un bebé? ¿Qué relación puede tener eso con nuestra desorientación?
- ¡Mucha! Tiene mucho significado la inocencia y potencialidad de un recién nacido. Habéis glosado repetidamente la pobreza de Belén… y os habéis quedado en lo anecdótico. En aquel tiempo era frecuentísimo resguardarse en grutas y cobertizos. ¿No ves que no existían los opulentos “cinco estrellas” con que ahora derrocháis?
El Niño os está susurrando dos mensajes esenciales para vuestra raza humana: “nacimiento” y “camino”. Hay que nacer de nuevo, regenerarse, volver a la inocencia primera, a la sencillez del fondo. Y vivir caminando, con toda la potencialidad de crecimiento de un niño, avanzando siempre hacia la plenitud.
¿Te has percatado de que el nacimiento sucede en el camino? En el camino ordinario hacia el terrenal cumplimiento de una ley civil, la de empadronarse. ¿Ves cómo manan los milagros en el polvo de vuestro mundo?
- Sé que existen los milagros de la Omnipotencia…
- Que no, que no. ¡Obra vuestra! Nacéis con el poder de hacer milagros -recibido por supuesto-. Podéis sembrar el bien en vuestro barro terrenal, podéis cultivar el amor, podéis rebosar luz y abrazos. Eso es lo que significa el “nacimiento”: desde vuestra niñez interior, desde la originalidad inicial, podéis crecer, madurar, fructificar.
- Ciertamente podría haberse ahorrado nacer y vivir treinta años en vida oculta.
- ¡Sí! Pero vuestra mentalidad necesitaba un ejemplo vital, gradual, visual. El Emmanuel asumió vuestra progresividad y os está remitiendo al cielo reventón que lleváis dentro. Ahí está vuestro privilegio, vuestro tesoro, vuestra ansiada felicidad. Desde ahí lograste conectar conmigo.
Quien se revistió de niño, de fragilidad, de naturalidad, os está invitando a comenzar todos los días, a nacer y caminar siempre por vuestra vida ordinaria.
¿Lo tienes claro? Es muy fácil. Yo, desde aquí, te seguiré iluminando.
- ¡Eh, oye! ¡No te vayas!
- ¡Chiiis!... Estoy aquí. Mira dentro tonto...