Cordero de Dios II - (Ten piedad de nosotros)
Continuó el coloquio después de la charla sobre Redención. Yo estaba feliz porque me llena de gozo "dar razón de mi esperanza" (1Pe 3,15) y "hablar de corazón a corazón" con quienes buscan al Señor sinceramente:
Jairo: Allá veo otra mano alzada. Creo que todavía nos queda un ratito. ¡Dadle el micrófono, por favor!
Alexia: Me llamo Alexia, estoy terminando Medicina y leo tus meditaciones asiduamente. Tengo mucho interés en actualizar y profundizar mi fe católica. La verdad es que tus escritos, tanto en libro como en blog, me han abierto horizontes nuevos y me han ayudado a vivir con más autenticidad mi religión. A veces con algún sobresalto y duda, que me han exigido seguir pensando... Algo que sigo haciendo.
Hoy estoy muy contenta de haberte escuchado en vivo y en directo. Me ha sorprendido, sobre todo, el sentimiento que pones en tus palabras. Da la impresión de que estás muy seguro de lo que dices, que lo has meditado mucho y lo vives profundamente.
Jairo: ¡Gracias Alexia! Vas a conseguir sonrojarme. En realidad soy un pobre pecador que intenta ser fiel al susurro del Espíritu. Y que conste que no presumo de pecador por aquello de la falsa humildad de antaño. Para mí "pecador" significa "limitado", capaz de errar, de caer, de no ver... Lo sé por experiencia propia, no por teorías. Eso me ayuda a ser consciente de mi fragilidad e intentar dar lo que soy, todo lo que soy y nada más que lo que soy. Eso me parece que es la humildad.
Pero seguro que tienes alguna pregunta con la que me quieres "envolver", ahora que me tienes delante... Ja, ja, ja... Es broma. Pregunta con toda confianza.
Alexia: Me ha gustado lo que has respondido a Andrés. Pero queda otra cuestión, para mí muy importante. A veces criticas las "oración de petición" y tanto en el "Agnus Dei", como en el "Kirie" se repite claramente: "Ten piedad de nosotros". Según lo que he leído, tú piensas que Dios es un Torrente que se está derramando sobre nosotros y es absurdo pedirle lo que ya estamos recibiendo.
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Jairo: Vamos por pasos. En primer lugar mis críticas a la "oración de petición" no hacen más que seguir lo que dice el Evangelio, que afirma: "pedid y recibiréis" (Jn 16,24). Y en otro lugar: "cuando recéis no seáis como los hipócritas... no os convirtáis en charlatanes..." (Mt 6,5).
A veces la Escritura es contradictoria y se parece a un puzle. No basta con coger una pieza y leer el mensaje. Hay que combinar las piezas adecuadamente para poder ver el mensaje completo. No es que el Espíritu Santo nos quiera marear, no. Es que los "escritores sagrados" eran hombres limitados, condicionados por su personalidad y por su ambiente.
De ahí que haya que advertir de los peligros de una "lectura literal" y ayudar a hacer una "lectura comparada" de todo el puzle o la parte de él que se refiere a un tema. Los exégetas modernos saben mucho de esto y el método histórico-crítico ha arrojado mucha luz.
Pero hay otro elemento -para mí esencial- que hay que aplicar a la interpretación de la Palabra: un corazón limpio, sencillo, sincero y buscador. Y eso porque ya nacemos con la Palabra inscrita en el corazón (no lo digo yo, lo dice la Escritura) y porque en nuestro ADN humano está presente la voz de Dios. Hay un gozo inmenso cuando lees la Escritura y compruebas la coincidencia con tu interior, aunque anteriormente nunca hubieses visto tal coincidencia.
Era solo una introducción. Volvamos a tu pregunta. ¿Quieres repetirla?
Alexia: Mi inquietud es que -siguiendo tu criterio con el que coincido- la "piedad de Dios" la tenemos garantizada. ¿Por qué, entonces, tenemos que repetir tantas veces: "ten piedad de nosotros"?
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Jairo: Sí, la tenemos garantizada ciertamente. ¿Pero te has dado cuenta que los humanos somos como equilibristas? Caminamos sobre el alambre del tiempo y necesitamos sentirnos seguros durante toda la travesía.
Somos nosotros los que necesitamos sentir que la "piedad de Dios" nos rodea, nos abraza, nos sujeta. Él no nos va a fallar, somos nosotros los que dudamos y tenemos miedo, a veces auténtico terror.
Por eso repetimos y repetimos, para superar nuestra inseguridad, nuestra limitación, nuestros miedos, nuestra inconsciencia. Hay que ser muy conscientes de que somos "temporales" y "frágiles", por fuera y por dentro. Muchos lo olvidan o no ven el fino alambre sobre el que caminan. Por eso se exponen imprudentemente a peligros sin fin.
Cuando yo recito o canto ésta u otras plegarias tradicionales, en realidad no espero nada. Sé que Dios ya me lo está dando todo. Mi actitud es la de alguien que se sumerge en la piedad, la misericordia y el perdón de Dios. Mientras repito y repito, mi interior se abre y se goza de abrazarse a ese Padre-Madre que me ama apasionadamente.
Alexia: Sí, pero tú eres un orante avanzado. Pero yo, que estoy empezando, me concentro en las palabras y no siempre me parecen coherentes.
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Jairo: Me alegra muchísimo que hayas decidido adentrarte por caminos de auténtica oración. Te pondré un ejemplo de la vida real por si te ayuda a conectar la "oración vocal" con la "oración personal e íntima" (más allá de las palabras).
Cuando un niño se cae, tiene un susto, un dolor o una frustración, corre a los brazos de su padre o de su madre y llora, llora desconsoladamente mientras es abrazado con ternura. ¿Por qué sigue llorando si está siendo abrazado y socorrido con inmenso cariño?
Porque el ser humano tiene necesidad de "desahogarse", de "llorar", de "sentirse acompañado, asistido, asegurado". ¿No habéis tenido esa experiencia de niños o de adultos?
Muchísimas veces la "oración de petición" es puro llanto, mero desahogo para sentirme seguro, para recordarme a mí mismo que tengo quien me apoya. Aún sabiendo que lo que necesito no aparecerá sobre el altar. ¡Pero cuánto bien hace sentirse abrazado!
Ahí entra también la "oración de petición por otros". Sabemos que esa oración no va a mover a Dios, que ya está asistiendo a esa persona con mucho más interés y amor que nosotros mismos. Pero nos desahoga y consuela saber que nuestra preocupación, nuestro amor, queda en los brazos amorosos de Dios.
A mí no me gusta "pedir por", sino asociarme al amor del Padre por esa persona concreta con frases como ésta: "Mira, están operando a mi madre. Siento preocupación y angustia. Me uno a tu cuidado Señor, uno mi amor a tu amor por ella. Todo será para bien. La dejo en tus brazos".
En esas oraciones tradicionales del "Agnus Dei" o el "Kirie", incluso en toda oración de petición privada, hay un matiz muy importante que quiero recalcar. Extendemos las manos con fervor porque nos sentimos limitados, frágiles, necesitados. Ese reconocimiento de lo que somos es de gran valor porque cuando nos sentimos así estamos reconociendo "Al que es", al Dios verdadero, y nos estamos abrazando a Él. De ahí ese aforismo que suelo repetir: "Nunca es el hombre más grande que cuando se arrodilla ante Dios".
¿Ayuda todo esto a tu inquietud, Alexia?
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Alexia: ¡Ya lo creo! Me estás ayudando mucho. Sobre todo para entender y vivir esas "oraciones tradicionales". Pero sigo sin ver la coherencia de otras, como las preces litúrgicas, en las que nos hacen responder "te rogamos, óyenos" o "escucha y ten piedad". ¿Es que el Dios de los católicos es sordo?
Jairo: Estoy totalmente de acuerdo contigo. Esas no son oraciones tradicionales, son desafortunadas expresiones fabricadas después de la reforma litúrgica del Vaticano II. Estoy convencido que algún día se cambiarán.
Lo que hacemos es pasarle al Señor una lista de necesidades como si Él las ignorase: "Para que...". Nosotros no nos implicamos. ¡Que se mueva Él! Y encima le decimos que es sordo y que abra el oído. Ese tipo de oraciones nos empujan hacia el "dios perchero" o el "dios dormido", que son falsas imágenes subconscientes que debemos desterrar.
El truco que yo empleo para no quedarme callado es responder: "Lo deseamos, Señor". Porque somos nosotros los que debemos activar nuestras aspiraciones e intentar resolver esas necesidades desde nuestras pocas o muchas posibilidades. No se trata de pasarle la pelota a Dios, lavarse las manos y quedarnos tan tranquilos.
Alexia: ¡Puf, Jairo, qué consuelo! Nunca entendí cómo es posible meter debajo de la alfombra de la iglesia todas las necesidades propias o ajenas y marcharnos a casa pensando que ya lo hemos hecho todo.
Creo que las oraciones oficiales nos dan muy escasa motivación para el compromiso real. Pero me has ayudado a ver que no toda "oración de petición" es criticable y se puede sacar mucho jugo a las oraciones de siempre.
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Jairo: Así es. Lo que es criticable es pensar que Dios es una especie de mercado donde llegas, pides, pagas y te vas. O peor aún, le cuelgas tus responsabilidades y te vas a dormir tranquilo porque ya se ocupará Él. Esa "religiosidad pasiva" sirve para muy poco.
La "oración de petición" (como toda oración) es algo mucho más profundo. Es relación, trato, diálogo, acercamiento... Dios no es un tendero que te da sobre la marcha el paquete que te interesa. Él nos ha dado y nos está dando en todo momento lo que necesitamos: nuestras capacidades y una creación llena de posibilidades. Los que tenemos que movernos somos nosotros, sabiendo que Él trabaja CON nosotros y POR nosotros.
No podemos caer en la actitud del agricultor necio: "Señor, Señor, dame pan". Y recibió la respuesta: "¿Sembraste el trigo que te di el verano pasado?".
Lo que hace crecer "lo mejor de nosotros mismos" (el grano de mostaza, el tesoro escondido, el reino...) es tomar conciencia de nuestras aspiraciones, expresarlas, vivirlas y, en la medida de lo posible, hacerlas realidad. Esa es la "religiosidad activa" de la que está muy escasa nuestra liturgia.
Me he extendido demasiado sobre un tema que hoy no tocaba. Pero si os ha sido útil lo doy por bueno. ¿A ti te ha servido Alexia?
Alexia: ¡Sí, gracias Jairo! Me voy muy contenta esta noche. Empiezo a vislumbrar el Dios amante de que tú hablas y mi corazón intuye. Me has dado un buen empujón para mejorar mi oración, la comunitaria y la privada. La fuerza que transmites con tus palabras, con tus gestos, con tu cercanía y tu sencillez, me han emocionado y han fortalecido mi fe. Me alegro muchísimo de haber venido.
Jairo: Soy yo quien te da las gracias, querida Alexia. No puedes imaginar el gozo que me produce descubrir "tierra buena", como tú, que ansía buena semilla para fructificar. Sigue así.
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Os haré una última confesión personal para cerrar la reunión de hoy. Una de las jaculatorias que repito con muchísima frecuencia es: "Señor Jesús, hijo de Dios, ten misericordia de mi pecador". Es la que llaman oración del peregrino ruso.
Cuando la repito no espero que aparezca un ángel con los zapatos que necesito, o con el comprimido para mis dolores, o con la compañía para mi soledad o angustia... Cuando la repito me dejo sentir profundamente mi poquedad, mi limitación de todo tipo, mi fragilidad, mis errores, mis cegueras, mis miedos... Y me sumerjo en la Misericordia que me sondea y me conoce, me rodea, me abraza por delante y por detrás...
De esta simple manera me siento más seguro, más fuerte, más acompañado y más amado. ¡Es un gozo hacer oración de esta sencilla manera! Y como vivimos sobre un hilo, el "hilo del tiempo", hay que repetir y repetir la experiencia de la oración. Lo mismo que repetimos la limpieza, la comida, las medicinas, las relaciones, las diversiones, etc. Repetir es imprescindible para nuestra humana naturaleza limitada, temporal e inconstante.
¡Gracias a todos por haber venido! Me quedaría con vosotros muchas horas más. Pero los organizadores me dicen que hemos agotado el tiempo programado. ¿Veis? Nuestra famosa y limitadora circunstancia: el tiempo.
¡Qué gozo pensar que en la eternidad no tendremos esta limitación!
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