Creo en un Dios sostenible I - (Un Dios interior y personal)
Vivimos en la época de la sostenibilidad. Queremos una economía sostenible, una creación de empleo sostenible, una ecología sostenible, etc. Es decir queremos que el entorno material que nos rodea progrese, pero que ese progreso perdure y no sea circunstancial. Aspiramos a un bienestar duradero, queremos avanzar por camino firme. Eso quiere decir sostenible.
¿Y en el importantísimo mundo espiritual? ¿Buscamos un Dios sostenible o nos agarramos a cualquier "diosecillo" aprendido o instaurado por nuestra cofradía? Me temo que esta segunda opción sea la mayoritaria, seguramente en todas las religiones. Como soy católico, reflexionaré desde mi religión.
Si preguntamos a los católicos por qué lo son, muchos responderán que nacieron en un ambiente católico, que se educaron en el catolicismo, que se han habituado a sus prácticas religiosas, que están confortablemente instalados donde están, que buscar ("buscad y hallareis" – Mt 7,7) conlleva dudas, inseguridad, disconfort. Incluso habrá algunos que respondan que da lo mismo, que lo importante es tener una religión para poder pedir por sus "necesidades" y tener un "respaldo divino".
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Por desgracia, nuestra "fragilidad" humana y nuestro limitado "poder" han incubado dioses aberrantes. Recordemos tan solo la atávica costumbre de sacrificar vidas humanas, de la que no se libraron ni los monoteístas judíos.
A medida que el ser humano ha sido capaz de disminuir su grado de "fragilidad" (las enfermedades, por ejemplo) y ha aumentado su "poder" sobre el entorno (explotación de recursos naturales e invención de nuevos instrumentos, por ejemplo) ha disminuido exponencialmente el recurso a divinidades y religiones.
De ahí que se culpe a la Ciencia de tal alejamiento, puesto que ella ha sido el motor de citados progresos. ¡Nada más contrario a la realidad! La Ciencia no hace más que evidenciar a Dios y derribar ídolos , muchas veces con la oposición de las supersticiones religiosas.
La verdadera causa del olvido de Dios está en que nos han enseñado y aún nos imponen un "dios insostenible". Es decir, un "dios falso, circunstancial, tergiversado por la mente humana" y por tanto no perdurable, no sostenible. (Además de otras causas como la polarización del mundo en la "materialidad" y alejamiento de la "espiritualidad").
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Nada más empezar a leer "Matar a nuestros dioses" de José Mª Mardones, me encuentro menciones como éstas:
- "Distorsión de la verdadera imagen cristiana de Dios"
- "A menudo Dios es una carga pesada, muy pesada"
- "Esas imágenes de Dios no son el Dios de Jesús, sino su negación"
- "Hay que cambiar nuestras imágenes de Dios… Frecuentemente ni lo hacemos, ni nos ayudan a hacerlo en la Iglesia".
Pues bien, desde la actualidad en la que escribo... (¡Ay Señor, cómo hemos olvidado tus "signos de los tiempos"!) me he sentido "empujado" a insistir en las básicas "imágenes sostenibles" y rebatir, una vez más, las blasfemas "imágenes insostenibles" que todavía reinan en nuestra Iglesia. A pesar de que muchísimos teólogos y curas "convertidos al Evangelio" emiten ya en otra onda. Pero no parece suficiente, la Institución sigue anclada en un pasado oscuro.
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Sostenible es solo el Dios interior y personal, encontrado y paladeado, fuerza y motor de nuestra humanidad. Innumerables citas evangélicas lo corroboran. Por ejemplo, todas las que hablan de "encontrar" o del "reino de Dios".
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Por contra, estamos colgados de un ausente "dios intervencionista", irracional, trasnochado y oficializado: Dios arriba sentado en su trono y nosotros abajo, en nuestro destierro terrenal.
Casi toda nuestra actividad religiosa consiste en convencerle para que "baje" y nos socorra. O en insistir a la Virgen y a los Santos para que le convenzan.
Al error del "dios intervencionista" sumamos el error de pensar que estas personas santas -humanas como nosotros- nos comprenderán mejor por ser de nuestra raza, tendrán más misericordia que el mismísimo Dios y le persuadirán de que "actúe" y nos socorra. Lo cual es una blasfemia, consentida y cultivada por los responsables religiosos, que oficialmente han instaurado la absurda "intercesión"(1).
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Con estos mimbres ya tenemos formada la imagen consciente o subconsciente de un "dios campana" al que hay que repiquetear, con la larguísima soga de nuestras peticiones, para que se entere de cuáles son nuestras necesidades. O le despierten sus enchufados del cielo.
O la imagen de un "dios perchero" al que le colgamos ("le encomendamos" decimos, porque nosotros SÍ que somos compasivos) las necesidades de nuestros prójimos. Y con ese "colgamiento" nos sentimos liberados y satisfechos de nuestra solidaridad (lo practicamos a diario en las preces litúrgicas).
O la imagen de un "dios cicatero" al que hay que arrancarle (sic) los favores a base de martillearle. O la imagen de un "dios inmisericorde" que necesita ser continuamente empujado por sus cortesanos para que nos mire desde allá arriba y deje caer alguna brizna consoladora.
(Os confieso que hace mucho tiempo que no rezo POR nadie. Como mucho, rezo CON alguien y me uno a sus deseos o medito cómo AYUDAR a ese alguien y ser las "manos de Dios" para él).
Estas y otras imágenes, de las que hablaré más adelante, no son más que vomitivos del Dios verdadero al que suplantan. No estoy exagerando. Muchísimos católicos somos o hemos sido "idólatras". Copio al religioso Mardones: "Son imágenes que nos encontramos fácilmente en la pastoral, en la catequesis, en las homilías, en conferencias, en programas de radio y en charlas cotidianas"(2).
¿Todos estos "dioses", con los que convivimos, concitarán muchas adhesiones y atraerán a los alejados, jóvenes, dubitativos, ateos…? Creo que no, solo causarán muchas deserciones, indiferencias, sarcasmos y rechazos.
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Ya nos incriminó Pablo: "Por vuestra causa es blasfemado el nombre de Dios entre las gentes" (Rom 2,24). Y, anteayer, el Vaticano II ya reconoció que "el ateísmo o no creencia de muchos está causado por las malas imágenes que ofrecemos de Dios".
¿Entonces? ¿Por qué se quiere mantener oficialmente un "dios insostenible, falso, utilitario y trasnochado"? No tengo respuesta, para mí es inexplicable. Solo hallo un paralelo en el Evangelio: "como decís que veis, seguís en pecado" (Jn 9,41). O tal vez esta dejación de nuestros dirigentes guarde similitud con su ostentación frente al "no llevéis ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas…" (Lc 9,3).
O con los "monumentos faraónicos" frente al portal de Belén, al hogar de Nazaret, a la desnudez de la custodia de la cruz. O con "una Iglesia pobre para los pobres" repleta de oro, plata, piedras preciosas, arte, museos, promocionadas orfebrerías y demás "valores" materiales, porque "¿lo mejor?" es para Dios. Me hiere profundamente que vivamos hoy, "de hecho", en las antípodas del Evangelio. Es todo lo que puedo decir.
¿Por qué católicos de buena voluntad siguen acudiendo a esos "ídolos limitados e insostenibles"? Eso tiene más fácil explicación:
+ Porque nos lo inocularon de pequeños y eso es muy difícil de cambiar. Salvo que se haga un camino de búsqueda y maduración personal al que pocos nos empujan. Han sacralizado la "piedad popular" y ahí nos suelen abandonar con todas nuestras supersticiones, egoístas devociones, cadenas mentirosas y folclores seudoreligiosos.
+ Porque -y esto es lo más importante- nuestra indigencia, nuestra limitación y nuestra fragilidad nos empujan instintivamente hacia un "algo o alguien poderoso" que nos pueda socorrer. El "instinto religioso" es connatural al ser humano y así lo corrobora la historia.
Como no siempre nos predican al Dios verdadero hay que buscarle personalmente con insistencia. Trabajo que una mayoría ni intenta. Casi siempre nos apoyamos en la "divinidad" que nos enseñan o nos imponen los poderosos. Y las manifestaciones religiosas suelen venir impuestas por los poderosos de cada religión. Pero toda esa "historia religiosa" tiene el mismo origen: la realidad de nuestra fragilidad, de nuestra indigencia humana.
Nuestra necesidad de "agarrarnos a un clavo ardiendo" nos mantiene en rutinas religiosas y en devociones superfluas, difundidas como milagrosas. Se practica una religión como quien "juega a la lotería", a ver si nos toca el milagro. Esa es la religión de muchísimos. Pocos, muy pocos, buscan la "experiencia interior" de un Dios que intuyen muy íntimo y cuyo trato les aporta energía, luz y amor.
Es decir, nos solemos conformar con la externa "copa de la religión" (de la forma y tamaño que los jefes imponen) pero vacía del "vino de la espiritualidad", del contacto y experiencia personal con un Otro que nos trasciende, acompaña y abraza.
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La noticia esencial de la Buena Noticia no es otra que la "revelación" de un Dios Padre y Madre que nos habita y nos conduce a la "liberación" del yugo del poder religioso. "El sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc 2,27).
Alguno me objetará: Tu Dios interior y personal es muy individualista. Los católicos somos Comunidad de creyentes.
Y yo le replicaré: ¿Amigo mío, qué es lo que da "calor de hogar" a la Comunidad? ¿Los troncos bien apilados en la leñera o los que arden en la chimenea concreta e individual de cada católico?
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(1) Interceder:"Hablar en favor de alguien para conseguirle un bien o librarlo de un mal".
(2) "Matar a nuestros dioses", Cap. 1 Imágenes idólatras de Dios
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(Continuará)
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