"El verdadero problema de la Iglesia es seguir tirando con una resignación y un tedio cada vez mayores por los caminos habituales de una mediocridad espiritual". Karl Rahner ¿Para qué la Encarnación?
Mitos y Verdades
| Jairo del Agua
No deja de asombrarme lo poco que ha avanzado nuestra religión. Pienso muchas veces en la cantidad de teología católica y demás ciencias religiosas derramadas en universidades, seminarios, sínodos, congresos, libros, doctores, etc. ¿Para qué?
En mi lega opinión para muy poco porque seguimos terriblemente contaminados del judaísmo antiguo. Muchos teólogos judíos actuales han avanzado más que nosotros.
Seguimos inmóviles levantando "mausoleos a los profetas" (Lc 11,47). En los últimos años casi la única diferencia que vemos los laicos es que ahora los Obispos enseñan los pantalones, las sotanas se apolillan y el celebrante no te da la espalda. Poco más.
¡Ay el inmovilismo que tantos confunden con tradición! En cuanto surge un teólogo que razona, innova e ilumina le siegan la cabellera como mínimo.
Uno, que es más simple que un canuto y más ignorante que una pajarita de papel, tiene el hábito -bendito hábito- de orar y escribir algo de lo que nace de lo hondo. Y estos días llevo dando vueltas a la Encarnación.
Me he preguntado repetidamente:¿Para qué vino el Señor? Lo mismo que se preguntó san Anselmo en su libro "Cur Deus homo" con fatal conclusión, a la que por desgracia siguen adheridos muchísimos clérigos y fieles clericales. La respuesta tradicional es un impreciso "para salvarnos". A la que tantísimos todavía añaden el paulino y anselmiano: "para salvarnos expiando con su sangre nuestros pecados"[1].
Ahí tenemos ya un monumental y pegajoso MITO insultante, anti evangélico e irracional. Y seguimos tan panchos pensando que "eso" va a convencer a los hombres de hoy con el único argumento de que hay que tener fe, que es "don de Dios"… ¡Ah! ¿Dios tiene preferidos? ¿A unos les da fe y a otros no?
Si algo tenemos garantizado por el Abba de Jesús es el PERDÓN. Estamos perdonados desde la eternidad. ¿O no habló del perdón? Pero nos han hecho tragar, con anzuelo y todo, la "obsesión judía por los pecados" y la necesidad imperiosa de "expiación" para ser perdonados.
Eso es ideología judía que nos han impuesto durante siglos. Jesús NO vino para conseguir ningún perdón, sino para darnos LUZ (camino, verdad y vida). ¡Cuánto nos cuesta cambiar y arrodillar nuestras neuronas para ver lo evidente!
Tampoco la FE (confianza) es un "don individual" y un "privilegio" de unos pocos (nosotros, claro; a los otros que los zurzan). Dios se derrama sobre todos los seres humanos por igual. Lo que varía es el grado de "búsqueda y apertura" de cada ser humano y su nivel de desarrollo, en el que inciden factores externos. Es evidente que si no han oído hablar de Cristo, no creerán en Él y su buena noticia. Esto último es lo único que legitima la MISIÓN, es decir, el ANUNCIO, no la urgencia de un bautismo o la consecución de prosélitos.
No puedo dejar de ser claro. La fe que normalmente nos enseñan es alienación, seguidismo, imposición y amenaza (si no dices "amén", eres anatema e irás al infierno). Naturalmente las gentes de hoy no se dejan amedrentar.
¿Y necesitan investigar por qué se vacían las iglesias? Algún día escribiré de la Fe -adhesión profunda- y de la "fe" canónica que han construido los jerarcas. Hoy solo esta pincelada.
Para mí hay un ANVERSO y un REVERSO en la Encarnación que no se han destacado habitualmente.
ANVERSO:El Señor vino a mostrarnos quién es y cómo es Dios. Solo asimilando -fíjate que no digo creyendo- quién es y cómo es Dios el ser racional puede aceptarle y amarle. Si no, se instalará en la negación, la duda, el temor, la superstición o el mito. A veces todo revuelto.
Lo dice Juan en el prólogo de su evangelio: "Existía la Luz verdadera, que con su venida a este mundo ilumina a todo hombre. Estaba en el mundo; el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron… A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer" (Jn 1, 9 y 18).
Bastaría leer la "parábola del hijo pródigo" (Lc 15,11), el relato de la "oveja perdida" (Lc 15,1) o la "enseñanza sobre el perdón" (Mt 18,21 y más) para tener el rostro del Abba bastante dibujado.
Todo lo demás, todas las enseñanzas morales y todos las auxilios (a pobres y ricos) se derivan de esa identificación del Padre.
Lo sintetizó Jesús expresamente: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). Supongo que nadie pensará que Jesús estaba "tolili" y no sabía que eso es imposible. Quizás nos quiso decir que la criatura humana, cúspide de la creación, está hecha "a imagen y semejanza". Por tanto, su "realización humana" consiste en conservar y madurar ese parecido.
Quizás podría haber añadido:
Dios es Inteligencia Suprema: Atrévete a pensar, razonar, meditar, buscar, ser coherente… (coincida o no con una "dictadura clerical").
Dios es Amor Infinito: Ama, siente, entrégate, besa, abraza, ayuda, perdona, atrévete a mostrar tu esencia, porque el ser humano es una criatura amorosa y sociable por naturaleza.
Dios es Libertad: Ejerce tu libertad, vuela fuera de la jaula de tu carne, no te arrastres ante nadie, vence el peso de tu "entorno material" y de tu "entorno humano", supérate, crece, avanza, realiza tu vocación, no te dejes esclavizar por nada ni por nadie, ni siquiera por ti mismo.
Dios es Energía: Demuestra el parecido con tu Padre, lucha, progresa, no te asustes ante las caídas, tú puedes, tú vales, tienes un volcán dentro de ti, duermes sobre un yacimiento de tesoros personales, no te dejes vencer por los acontecimientos, sigue.
"Porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de ENERGÍA, AMOR, y buen JUICIO" (Tim 2,7).
REVERSO: El Señor vino a mostrarnos quién es y cómo es el hombre. Cuánto puede elevarse y cuánto degradarse. Cuánta crueldad puede acumular. Y cuánta capacidad de aguante, paz y aceptación puede oponer al dolor injusto que no tiene la última palabra.
Y nos advierte de cuán equivocada puede estar la "autarquía religiosa" que domina en vez de servir, que manipula al Pueblo, que suplanta la voz de Dios y se cree su único y legítimo intérprete, que se niega sistemáticamente a abrirse a lo "nuevo" y progresar.
La Bondad Infinita condenada a muerte, salvajemente torturada, humillada, despreciada… Quien ejecuta es el "poder político" pero quien condena es el "poder religioso". ¡Qué bajo puede caer el ser humano cuando olvida la esencia de que está hecho!
Alguno me dirá: Los nuestros de hoy están libres de todo eso y tienen una buenísima intención. No lo dudo. Pero añado: ¡También aquéllos se degradaron y mataron con buenísima intención! Y aún más: "Quien olvida su historia está condenado a repetirla"[2]. ¡Y cuántas salvajadas y abusos en nuestra historia católica!
Por eso me atrevo a preguntar:
- ¿Hoy mismo, nuestros "guías religiosos" ILUMINAN y MOTIVAN para que seamos más "libres y humanos"?
- ¿O solo dominan, aparentan, enredan y nos confunden con innumerables mitos?
Todo lo que nos han contado, por ejemplo, sobre expiación, pagos, voluntad de Dios, un "dios que nos amó tanto que entregó a su hijo", redención automática, perdón por la cruz, sacrificios salvadores, etc. son MITOS derivados del judaísmo (el mismo que crucificó e intento apagar la Luz).
Cuando vayas al Portal, medita por favor. Piensa si lo que ves allí es la "Luz de los hombres" o "carne tierna para el patíbulo" previsto por un "dios sádico" que necesitaba su sangre inocente para perdonarnos.
Y saca las conclusiones de lo que es para ti la Encarnación:
-¿Luz sobre quién y cómo es Dios y su criatura? (Cielo y Tierra).
- ¿O "carne trémula" para el matadero, ofertorio de una víctima propiciatoria para "pagar a un dios cruel y justiciero"?
Tú mismo.
Jairo del Agua
https://jairoagua.blogspot.com/
[1]"Quien lee Escritura, Tradición y Magisterio sin discernir, es como el necio que quiere alimentarse mordiendo el lomo del ternero que pace en el prado" (Jairo del Agua). ¡Perdón por la autocita!
[2] Frase del poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana. Esa es la frase escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz I.
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