Palabras de enamorado

Ya me gustaría a mí que todos los enamorados supiesen “quién es”, de verdad, la persona a la que dicen amar. Por desgracia nos fijamos más en detalles externos que en las maravillas del interior, las que de verdad definen la persona. Nos atrae una cara linda o… embadurnada, un cuerpo exuberante, una sonrisa afable o, simplemente, una sexualidad precoz y desbordada. Pero eso no es todavía amor, es instinto. Quienes se emparejan sólo desde los atractivos epidérmicos o desde la sensibilidad hambrienta son candidatos seguros a la larguísima cola de divorcios: uno cada cuatro minutos en nuestra nación.

El amor es, ante todo, profunda admiración y verdadera entrega, ya lo escribí. ¡Bendito el impulso y la atracción que nos hace salir al encuentro del otro! Pero, si te conformas con eso, si no hay admiración profunda, lo que vives es un apareamiento entre macho y hembra, muy distinto del amor entre hombre y mujer.

He preguntado muchas veces a parejas de novios: ¿Cuál es el medio para llegar al amor, es decir, a esa admiración profunda que te hace descubrir “quién es” tu verdadera y única pareja? Alguna vez me han respondido: ¡la cama! No me extraña la respuesta en un ambiente tan oscurecido como el que hoy vivimos. ¡Bendita la cama, el sofá, la mesa o cualquier soporte que te permita fundirte y expresar la unidad de pareja! Pero para llegar a esa unidad, para no quedarse en una cubrición física o sensible, para poder decir “estoy enamorado”, hay que pasar por hablar, escuchar y respetar mucho. Antes de desnudar el cuerpo deberíamos haber pasado por el desnudo total de nuestra interioridad, de nuestra persona. Sólo entonces podrías afirmar con certeza “a quién” amas y “por qué”.

Otras veces he preguntado: ¿Qué hacéis en el tiempo que pasáis juntos? Pocas veces me respondieron: hablar. ¡Sí! Ese es el mejor medio de cultivar el amor, de aflojar las tensiones, de resolver los conflictos, de conocerse, de admirarse, de amarse de verdad. Aunque algunas veces hay que poner el contrapunto de callar.

Ha caído en mis manos una carta de un marido maduro y enamorado. No me resisto a transcribir algunos párrafos porque los ejemplos de vida son elocuentes por sí mismos. Que cada quien saque sus conclusiones.


Queridísima mía: Sé que estás afligida. Puede que algo de mí te haya herido o haya despertado alguna herida de tu historia personal. Tengo que callar y respetar tu gélido silencio. ¿Mas cómo silenciar mi corazón enamorado? Tengo que recoger el ritmo de mi corazón y echarlo a navegar en esta pecera. Aquí burbujean, al caer, mis penas, mis esperanzas y mi cariño por ti. Intento analizar lo que siento para que, tal vez pronto, puedas leerlo.

Sé de tu saturación y de tu abatimiento, que te impiden escuchar hoy al ritmo que el torrente de mi corazón emite. Sé de tu bloqueo cuando te asustas por defecto o por exceso. Por eso escribo, me desahogo, me transparento. Por eso busco la verdad apasionadamente, por eso no me conformo con menos luz de la que ahora soy capaz de soportar. ¡Cómo me escuecen hoy aquellos versos de Pedro Salinas! “Perdóname por ir así buscándote / tan torpemente, dentro de ti. / Perdóname el dolor, alguna vez. / Es que quiero sacar / de ti tu mejor tú. / Ése que no te viste y que yo veo, / nadador por tu fondo, preciosísimo...”

Estoy sintiendo el vacío, el hueco, la espera de tu respuesta. Sé que te he inundado de comunicación, que no he cesado de emitir, que llevamos días de permanente análisis. Quiero respetarte y esperar. Pero la ansiedad de tus palabras, de tu presencia, de tus luces, de tus conclusiones, de tus decisiones, me sigue torturando.

La relación de pareja se alimenta del caudal sanguíneo entre los esposos, de esa transparente comunicación continua, de esa sístole y diástole de dos corazones complementarios. Me doy cuenta que hay muchas formas de comunicación, como ese silencio paladeado al alimón cogiditos de la mano. Pero tengo la certeza de que las palabras constituyen el caudal principal de ese flujo recíproco. Sus formas, sus colores, su multiplicidad, sus matices, constituyen el medio ideal para esa comunicación íntima y completa que nos deje vacíos, volcados el uno en el otro, con las sensaciones claras y mullidas. Ya sé, ya sé Cariño mío, que a ti te gustan los signos, los detalles, las pausas y los silencios. Todo eso es imprescindible en la partitura de la vida. Pero las notas, lentas o fugaces, son esenciales en el pentagrama, imprescindibles en esa melodía de la ayuda mutua y la educación de nuestros hijos.

Soy un enamorado, lo siento con fuerza. Estoy enamorado de ti y de las palabras que me traen y me llevan a ti, como un columpio de brisas. Hoy me angustia no poder inundarte de palabras que lleven toda mi ternura a tu regazo, como pétalos de rosa, como mariposas multicolores, como chispas de luz que me iluminen tu rostro, tu verdadero rostro, tu fondo preciosísimo.

Tú y yo estamos en plena madurez, amando la luz y los senderos de la plenitud. ¿Por qué nuestros miedos congelan las palabras? ¡Cómo espero que me ayudes a sembrar un jardín de palabras que nos identifiquen, que nos unan, que nos ayuden a trenzar esos “lazos de ser” que, hace tantos años, tú intuiste y siempre has confirmado! Te aseguro que en este momento estoy sobreviviendo de esperanzas. Te espero, te espero con un ramo de palabras verdes mientras te quiero en silencio.

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