¿Quieres hacer oración? ¡Vamos! - (2ª Parte)
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Cuando somos capaces de mantener la "determinada determinación" de hacer oración todos los días, como nos enseñó nuestra Teresa (y el Evangelio), entonces llega la experiencia del encuentro con el "fondo preciosísimo" que todos llevamos dentro.
Entonces los miedos al mundo interior que nos atenazaban van desapareciendo (culpabilidad, reproches, resentimientos, exigencia, tensión, voluntarismo, perfeccionismo, dudas, miedo a las dudas por si son tentaciones, desvalorización de uno mismo, imaginación calenturienta, etc.).
A medida que somos "constantes en la oración" (Rom 12,12) se apaciguan las tormentas internas. Y llegará el día en que veas que Alguien se acerca caminando sobre las aguas y dice: "Soy yo, no tengas miedo" (Jn 6,20). Incluso puede pasar que cuando ya hacías sitio en tu barca al caminante marino, "tu barca toque tierra enseguida en el sitio adonde ibas" (Jn 6,21).
A esto se refiere el verso de Juan de la Cruz: "estando ya mi casa sosegada" (1).
Hay un momento (puntual o histórico) en que la oración es simplemente REPOSO y ESCUCHA a los pies del Maestro (como María en Betania) o DESCANSO en los brazos del Amado (como Juan), o MIRAR, admirar y dejarte mirar (como tantas veces su Madre).
Llegados aquí, sólo puntualmente hierven las aspiraciones o duelen las frustraciones. El resultado práctico suele ser PAZ, LUZ nueva para comprender o actuar y ENERGÍA, es decir, FUERZA para poner en práctica lo descubierto y seguir caminando.
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Últimamente hago trampa -lo confieso- a la hora de sumergirme en oración y librarme de las mariposas. Me valgo de un precioso medio: la MÚSICA, a la que llamo el "aliento de Dios".
Puede ser música religiosa o profana, melodías o canciones, clásica o actual, con tal que me sirvan para zambullirme en lo hondo o para poner palabras a mis aspiraciones profundas. La llevo comprimida en mi móvil. ¡Lástima que no pueda hacer sonar en este papel alguna de mis músicas!
Hay canciones profanas que me ponen. Por ejemplo, esta confesión que hoy hago y que no me atrevía a hacer, ha sido urgida por la escucha profunda (vivencia) de una canción: "Amarte así" de J.L. Perales.
Si uno es capaz de trascender los sentimientos mundanos que ésta u otras canciones sugieren y referirlas al Amor supremo, entonces has encontrado un medio para facilitar la CONTEMPLACIÓN de que hablan los místicos.
Conviene advertir que la naturaleza animal del ser humano flota como un corcho, tiende a la superficie e, incluso, a dejarse arrastrar a la pecina. Por eso el contrapeso de la oración -que te sumerge en lo mejor de ti- es la CONSTANCIA en la oración diaria: "Velad y orad para que no caigáis en tentación" (Mt 26, 41 - Mc 14,38. - Lc 22,40), "Alegres en la esperanza, pacientes en los sufrimientos y constantes en la oración" (Rom 12,12).
Para mí fue glorioso el descubrimiento de la "determinada determinación" que me condujo a la oración diaria. Percibo en mi vida un antes y un después de esa determinación.
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¡Puf! Me he extendido demasiado. Sólo quería hacer una breve confidencia y ya ves… Sé que comprendes que el tema de la oración es extenso, profundo e intenso, aunque fácil. Como la natación, para aprender hay que lanzarse al agua. De ninguna manera son suficientes los libros o las palabras. Eso sólo son las calabazas para perder el miedo a meterse en el agua.
La oración verdadera es experiencia de Dios. Tengo publicada en digital "Monografía de la experiencia de Dios". Quizás es muy descriptiva, pero la escribí con la ilusión de que pudiera ayudar. Conviene advertir que no es lo mismo escribir una "receta de cocina" que cocinar y saborear la tarta. Si la receta no te llevó a eso, te sirvió de poco.
Te pondré, como despedida, un ejemplo de los ecos de la oración. Cuando uno -sin palabras- se sumerge en oración, las palabras pueden surgir del fondo y convertirse en oración.
Te transcribo unos versos que reflejan esa experiencia. Brotaron de lo hondo pero también pueden servir para hacer el camino inverso y zambullirse en lo hondo. ¡Ojalá te sirvan! Con los versos y mi cariño te dejo.
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(1) Noche oscura, verso 5.
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_____Contigo dentro_____
¿Por qué se arrodilla mi alma
cuando vienes a mi encuentro?
¿Qué has puesto dentro de mí,
que se estremece a tu aliento?
Dime, Señor mi Dios:
¿De qué madera estoy hecho?
¿Por qué fluye en mis entrañas
este ardiente sentimiento?
Quiero verte
y no te veo.
Quiero tocarte
y no puedo.
Y, sin embargo, me das
la evidencia de aquí dentro.
¿Qué quieres hacer conmigo
cuando brotas en mi centro?
Siento la luz de tus ojos.
Noto el calor de tus besos.
La emoción mana en hervores.
Tu dulzor me llega presto.
¿Qué debo hacer Amor?
Si me tienes aquí preso.
Si mi cabeza se inclina,
sumisa, contra tu pecho...
Dime, mi buen Amor,
¿Qué hago contigo dentro?
Si me llueven por los ojos
de mi interior los anhelos.
Si ya no me gusta nada
que no sea tu remedo...
Quiero verte
y no te veo.
Quiero besarte
y no llego.
Si me has cautivado, Amor,
dime por qué te quiero.
Por qué te adora mi alma
cuando tu susurro siento.
Por qué me sube este gozo
cuando me inclino hasta el suelo.
Eres más grande que yo,
eso ya puedo verlo.
Me inundas por todo lado
y rebasas mi cimiento.
Tu presencia se desborda
dentro de mí, Dios Inmenso.
Te gusta mostrarte así
en las honduras del centro.
Y te invitas a mi casa
como mi amigo más bueno.
¿Qué me pides, buen Amor?
¿Qué me pides, Amor bueno?
Si llenas todo mi ser.
Si por mi Dios yo te tengo.
Si estoy buscando por Ti
en dónde volcar mi vuelco...
Mi frágil fe entreteje
los hilos de aquel recuerdo:
¡Es verdad que nada pides
y sólo dices: "te quiero"!
La exigencia me enseñaron
de servirte siempre alerto.
De no olvidarme del barro
con que fui un día hecho.
Mas Tú te vienes a mí
con tus guiños y tus juegos.
Te escondes en mis entrañas,
me inundas de paz y beso.
Dime, mi buen Amor,
¿Qué hago contigo dentro?
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Aquí tienes mi nuevo Libro en formato digital.
Son 5 fascículos independientes. Puedes pedir los que quieras a jairoagua@gmail.com y los recibirás en tu correo-e gratuitamente.
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Cuando somos capaces de mantener la "determinada determinación" de hacer oración todos los días, como nos enseñó nuestra Teresa (y el Evangelio), entonces llega la experiencia del encuentro con el "fondo preciosísimo" que todos llevamos dentro.
Entonces los miedos al mundo interior que nos atenazaban van desapareciendo (culpabilidad, reproches, resentimientos, exigencia, tensión, voluntarismo, perfeccionismo, dudas, miedo a las dudas por si son tentaciones, desvalorización de uno mismo, imaginación calenturienta, etc.).
A medida que somos "constantes en la oración" (Rom 12,12) se apaciguan las tormentas internas. Y llegará el día en que veas que Alguien se acerca caminando sobre las aguas y dice: "Soy yo, no tengas miedo" (Jn 6,20). Incluso puede pasar que cuando ya hacías sitio en tu barca al caminante marino, "tu barca toque tierra enseguida en el sitio adonde ibas" (Jn 6,21).
A esto se refiere el verso de Juan de la Cruz: "estando ya mi casa sosegada" (1).
Hay un momento (puntual o histórico) en que la oración es simplemente REPOSO y ESCUCHA a los pies del Maestro (como María en Betania) o DESCANSO en los brazos del Amado (como Juan), o MIRAR, admirar y dejarte mirar (como tantas veces su Madre).
Llegados aquí, sólo puntualmente hierven las aspiraciones o duelen las frustraciones. El resultado práctico suele ser PAZ, LUZ nueva para comprender o actuar y ENERGÍA, es decir, FUERZA para poner en práctica lo descubierto y seguir caminando.
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Últimamente hago trampa -lo confieso- a la hora de sumergirme en oración y librarme de las mariposas. Me valgo de un precioso medio: la MÚSICA, a la que llamo el "aliento de Dios".
Puede ser música religiosa o profana, melodías o canciones, clásica o actual, con tal que me sirvan para zambullirme en lo hondo o para poner palabras a mis aspiraciones profundas. La llevo comprimida en mi móvil. ¡Lástima que no pueda hacer sonar en este papel alguna de mis músicas!
Hay canciones profanas que me ponen. Por ejemplo, esta confesión que hoy hago y que no me atrevía a hacer, ha sido urgida por la escucha profunda (vivencia) de una canción: "Amarte así" de J.L. Perales.
Si uno es capaz de trascender los sentimientos mundanos que ésta u otras canciones sugieren y referirlas al Amor supremo, entonces has encontrado un medio para facilitar la CONTEMPLACIÓN de que hablan los místicos.
Conviene advertir que la naturaleza animal del ser humano flota como un corcho, tiende a la superficie e, incluso, a dejarse arrastrar a la pecina. Por eso el contrapeso de la oración -que te sumerge en lo mejor de ti- es la CONSTANCIA en la oración diaria: "Velad y orad para que no caigáis en tentación" (Mt 26, 41 - Mc 14,38. - Lc 22,40), "Alegres en la esperanza, pacientes en los sufrimientos y constantes en la oración" (Rom 12,12).
Para mí fue glorioso el descubrimiento de la "determinada determinación" que me condujo a la oración diaria. Percibo en mi vida un antes y un después de esa determinación.
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¡Puf! Me he extendido demasiado. Sólo quería hacer una breve confidencia y ya ves… Sé que comprendes que el tema de la oración es extenso, profundo e intenso, aunque fácil. Como la natación, para aprender hay que lanzarse al agua. De ninguna manera son suficientes los libros o las palabras. Eso sólo son las calabazas para perder el miedo a meterse en el agua.
La oración verdadera es experiencia de Dios. Tengo publicada en digital "Monografía de la experiencia de Dios". Quizás es muy descriptiva, pero la escribí con la ilusión de que pudiera ayudar. Conviene advertir que no es lo mismo escribir una "receta de cocina" que cocinar y saborear la tarta. Si la receta no te llevó a eso, te sirvió de poco.
Te pondré, como despedida, un ejemplo de los ecos de la oración. Cuando uno -sin palabras- se sumerge en oración, las palabras pueden surgir del fondo y convertirse en oración.
Te transcribo unos versos que reflejan esa experiencia. Brotaron de lo hondo pero también pueden servir para hacer el camino inverso y zambullirse en lo hondo. ¡Ojalá te sirvan! Con los versos y mi cariño te dejo.
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(1) Noche oscura, verso 5.
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¿Por qué se arrodilla mi alma
cuando vienes a mi encuentro?
¿Qué has puesto dentro de mí,
que se estremece a tu aliento?
Dime, Señor mi Dios:
¿De qué madera estoy hecho?
¿Por qué fluye en mis entrañas
este ardiente sentimiento?
Quiero verte
y no te veo.
Quiero tocarte
y no puedo.
Y, sin embargo, me das
la evidencia de aquí dentro.
¿Qué quieres hacer conmigo
cuando brotas en mi centro?
Siento la luz de tus ojos.
Noto el calor de tus besos.
La emoción mana en hervores.
Tu dulzor me llega presto.
¿Qué debo hacer Amor?
Si me tienes aquí preso.
Si mi cabeza se inclina,
sumisa, contra tu pecho...
Dime, mi buen Amor,
¿Qué hago contigo dentro?
Si me llueven por los ojos
de mi interior los anhelos.
Si ya no me gusta nada
que no sea tu remedo...
Quiero verte
y no te veo.
Quiero besarte
y no llego.
Si me has cautivado, Amor,
dime por qué te quiero.
Por qué te adora mi alma
cuando tu susurro siento.
Por qué me sube este gozo
cuando me inclino hasta el suelo.
Eres más grande que yo,
eso ya puedo verlo.
Me inundas por todo lado
y rebasas mi cimiento.
Tu presencia se desborda
dentro de mí, Dios Inmenso.
Te gusta mostrarte así
en las honduras del centro.
Y te invitas a mi casa
como mi amigo más bueno.
¿Qué me pides, buen Amor?
¿Qué me pides, Amor bueno?
Si llenas todo mi ser.
Si por mi Dios yo te tengo.
Si estoy buscando por Ti
en dónde volcar mi vuelco...
Mi frágil fe entreteje
los hilos de aquel recuerdo:
¡Es verdad que nada pides
y sólo dices: "te quiero"!
La exigencia me enseñaron
de servirte siempre alerto.
De no olvidarme del barro
con que fui un día hecho.
Mas Tú te vienes a mí
con tus guiños y tus juegos.
Te escondes en mis entrañas,
me inundas de paz y beso.
Dime, mi buen Amor,
¿Qué hago contigo dentro?
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Aquí tienes mi nuevo Libro en formato digital.
Son 5 fascículos independientes. Puedes pedir los que quieras a jairoagua@gmail.com y los recibirás en tu correo-e gratuitamente.
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