¡Tira de tu Iglesia! Aunque solo seas un manso buey...

Bueyes 1


Un buey es un animal pacífico, humilde, lento pero fuerte, constante, esforzado. No sé por qué me ha venido la imagen de este animal.

Tal vez porque está en todos los "nacimientos" expuestos estos días. Tal vez porque su sedente figura de barro o madera oculta su laboriosidad, contrapunto de los que permanecen sentados, inactivos, instalados.

Uno de los mayores peligros del Cristianismo es la "instalación". El pensar que ya está todo descubierto, que todo pensamiento nuevo o, incluso, pensar por uno mismo es pecado, que basta seguir las rutinas establecidas para conseguir la salvación.

Y entiendo por "salvación" no el pasaporte a un cielo eterno, sino la consecución de una "madurez humana" que nos aproxime a la plenitud de Dios. Ese es el auténtico camino al cielo. De lo contrario, tendrás que madurar después lo que no maduraste en esta vida. No son las supersticiones -y tenemos muchísimas- las que salvan, sino la sinceridad en la búsqueda y en el seguimiento del Camino, confiando en el Evangelio y en el Espíritu prometido. Esto es lo que caracteriza a los cristianos.
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Callejon sin salida



Lo que ocurre es que las Instituciones y sus dirigentes tienden al inmovilismo, al "todo atado y bien atado". Son como grandes edificios de gruesos muros que no necesitan cambios. Se conforman con permanecer. Lo que es un grave error porque, como mínimo, necesitarán un buen mantenimiento renovador.

Por ello somos los individuos los que debemos dar vida a las Instituciones, los que debemos preocuparnos de su cuidado, de su reparación y de su actualización. De lo contrario se encaminarán a la ruina.

Los católicos somos poco conscientes de este deber de colaborar, de contagiar vida, de dar movilidad a nuestra Iglesia. Nos conformamos con las "seguridades" de las cuadrículas establecidas sin cuestionarnos nada, sin plantearnos la religión como un camino sino como un sofá, en el que descansamos y nos sentimos seguros. ¡Ya trabajamos y nos esforzamos bastante en nuestra consecución del pan de cada día!

La Iglesia Institución tiende a pensar que el inmovilismo es su garantía de supervivencia. Por eso está terriblemente instalada. ¡Enorme error!
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Inmovilismo



No tenemos más que observar el espectáculo de algunos Obispos y Cardenales en la actualidad. Nunca se habrían atrevido a criticar a un Papa, entre otras cosas porque no habrían "subido". Pero ha llegado un Papa que está moviendo el árbol -de momento solo eso- y se sienten inseguros. Por eso se atreven a criticarlo abiertamente de una u otra forma. ¡Qué bochornoso espectáculo el de estos "guías" del inmovilismo y la instalación!

Todo en este mundo es progresivo, desde el ser humano hasta la materia. Por eso somos los individuos los que debemos contagiar dinamismo a nuestra Iglesia. Desde la forma de pensar hasta la forma de actuar y usar los medios a nuestro alcance.

Ayer me contaba un sacerdote venerable que en la Parroquia donde sigue colaborando le habían llamado la atención porque había afirmado: "Hay que decidirse: O el Dios de la Misericordia o el Dios del infierno eterno. Ambos son incompatibles". Hace muchos años que descubrí esa coherente verdad y son muchos los teólogos que lo afirmaron en distintos tiempos y formas.

Sin embargo, se siguen cerrando puertas y ventanas para que no entren los aires nuevos del Espíritu. Seguimos pagando la hipoteca del pasado y no somos capaces de salir de deudas. A algunos nos han desahuciado por negarnos a seguir "pagando" y nos han expulsado de alguna Parroquia. Conozco el dolor de toparse con un irracional muro de hormigón, incompatible con el Camino de Jesús. Por eso digo que es imprescindible madurar como individuos, atreverse a pensar, a orar en libertad y a compartir lo que uno va descubriendo.

Vivir –sobre todo vivir en el Espíritu- es como andar en bicicleta, si te paras, te caes. Lo mismo ocurre con la Iglesia compuesta de seres vivos y en desarrollo. Hay que "dar pedales" para que ande, para que no se caiga. Y no olvidemos que antes del derrumbe total viene el decaimiento y la decadencia. ¿Nos suena?

Si los de arriba no pedalean, debemos ser los de abajo los que sudemos la camiseta porque creemos en la "comunión de los santos".
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¿Tú, lector amigo, tiras de tu Iglesia aunque sea con el paso lento del humilde buey? ¿Aportas tus luces, tu colaboración, tus dones, tus certezas y evidencias interiores? ¿O de eso no sabes nada? ¿O solo te dejas arrastrar por los ritos y rutinas para tranquilizar tu conciencia?

Estos días hablamos y hablamos de "nacimiento", de vida nueva... ¿Tú estás empeñado en tu "renacimiento" o solo has colgado las viejas guirnaldas de años anteriores?

Si no somos capaces de abrir nuevos surcos, de sembrar nuevas semillas, de inundarnos del agua del Espíritu, no crecerán nuevas cosechas y moriremos de inanición. Tal vez lenta pero inexorable.

Hace años que estoy metido hasta el tuétano de mi alma en esa búsqueda del "auténtico rostro de Dios", de ese Dios que no puede ser incoherente, ni puede parecer absurdo o cruel. Hace años que comparto mis meditaciones, mis descubrimientos, mis regalos, porque "la luz es para ponerla sobre el candelero y no bajo la cama" (Mc 4,21).

Porque mi responsabilidad, como la tuya, es colaborar con mi Iglesia, con mis hermanos, para que la Institución avance, viva, camine y no se pudra o se hunda en los barros del pasado.

¿Dónde tienes tú colocada tu luz, tu estrella, tu fuerza cristiana? ¿Qué vas a hacer para "renacer" a una vida nueva? ¿Con qué te quedas con el "pesebre-cuna" o con el dinamismo del Niño recién nacido?
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