La despedida - (Meditación para finalizar la Cuaresma y cerrar el Viernes Santo)



Cuando termine la liturgia del Viernes Santo, ante la cruz desnuda y el sagrario vacío, tal vez sintamos tristeza, desolación y ganas de llorar. O tal vez no sintamos más que la lánguida rutina de otros años y pensemos: ¡Qué bien mañana no hay misa, vacaciones hasta el sábado por la noche o el domingo!

Habrá quienes se repitan como papagayos lo que están acostumbrados a escuchar: ¡Y todo esto pasó para conseguirnos el perdón, para expiar por nuestros pecados!"Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo" (Pregón pascual). ¡Qué incoherente y secular dislate, Dios mío!

Perdonadme, hermanos míos queridos, pero ni creo en la expiación vicaria, ni creo que para obtener perdón haya que forzar el brazo de Dios o compensarle con sangre… Eso son palabras, solo palabras, del disparatado imaginario judío sobre un "Dios desconocido" que solo el Señor nos reveló plenamente. ¿Por qué esa terquedad en seguir siendo judíos? ¿Por qué esa insistencia en volver la vista atrás? Como en la historia bíblica nos hemos convertido en inmóviles estatuas incapaces de caminar…

Ayer mismo leí en la Eucaristía al profeta Isaías: "No recordéis lo pasado, no penséis en lo de antes. Pues voy a hacer algo nuevo; ya brota, ¿no lo sentís?" (Is 43,18) A los adoradores y embalsamadores del Antiguo Testamento debería bastarles ésta y otras muchas profecías sobre el progreso humano, tanto personal como grupal, para salir de su éxtasis inmovilista.

Estamos en esta vida para administrar nuestra libertad, caminar y alcanzar la madurez humana: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). "Yo soy el Camino…" (Jn 14,16). ¡Es tan claro el Evangelio!

Por eso hoy os propongo vivir la Semana Santa y en especial el Viernes Santo de una manera nueva, la que presenta este poema – oración que insisto en ofreceros.

Al Señor no lo mató el Padre, ni su propia voluntad de inmolación. Lo mataron los prebostes religiosos judíos que manipularon al Pueblo y al mismísimo Poder civil y militar. Lo mataron los que entendieron la religión como inamovible, pétrea, infalible, dominada e impuesta por ellos mismos, con todos los errores y horrores denunciados por el Condenado. Lo mataron los ciegos que no quisieron abrirse a la Luz…

No creo que debamos quedarnos mirando la Cruz, ni los sufrimientos del Ajusticiado sin justicia, tal vez sazonados de algunas sensiblerías o espectáculos turísticos. Debemos mirarnos a nosotros mismos hoy y ahora. ¿Soy sembrador de cruz o de luz? ¿Soy cristiano o judío? ¿Creo en el Evangelio o en la expiación judía? ¿Creo en el Dios Amor o me domina el "dios terror" que se asoma en el AT?

En este poema hay tres meditaciones implícitas. La primera es el reconocimiento de nuestra limitación, de nuestra fragilidad, realidad que inunda nuestros ideales y buenas intenciones. Sin la humildad de reconocernos de barro, no lograremos encontrar los medios para salir del lodazal y caminar.

La segunda es la inaplazable necesidad de acudir a los "genes divinos" que laten en nuestro fondo, a esa parte positiva de todo ser humano que vibra en nuestras aspiraciones profundas y que hay que concretar y aflorar. Es el motor, la limpia central nuclear de toda vida humana. Sin encontrar esa "esencia", sin manifestarla, solo lograremos sobrevivir como zombis, más o menos camuflados con perfumes materiales. ¡Busquemos y encontremos la vida!"He venido para que tengan vida y vida en abundancia" (Jn 10,10).

Y en tercer lugar hay que elegir, hay que decidir, hay que querer vivir como humanos y ser constantes en dejarnos sembrar para crecer y dar fruto.

¿Y el pecado? ¿Quién nos redime del pecado? ¿Quién paga nuestras culpas? Amigos míos, el pecado como ofensa a Dios no existe, solo existe como traba, estorbo o fracaso en nuestro proceso de llegar a ser "humanos". De sobra sabe Él que somos "medio ángeles y medio bestias". Y de sobra lo sabemos nosotros porque se nos ha dado una inteligencia y una capacidad de discernir.

¿Entonces por qué esa insistencia en pedir perdón? Os respondo con toda la seguridad, firmeza y paz de un "pecador" que busca la Luz: "No pedimos perdón para que Dios nos perdone. Pedimos perdón para RECONOCER nuestros tropiezos y ABRIRNOS al perdón pre concedido y eterno del Padre, que solo nos ama y quiere nuestro bien". Por eso la Pasión y Cruz son un EJEMPLO de coherencia y vida, no un sacrificio expiatorio para obtener perdón.

Aquí tenéis la meditación y oración que os propongo:
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Sé que quedas conmigo aunque me dejas
Señor de la heredad, tres veces Santo,
y sé que de la Fe queda la guarda
en este pobre corazón humano.


Desde aquí veo alegres tus ovejas
triscar por el tapiz verde del prado,
y enjoyarse la boca de amapolas,
rubíes que la tierra va sangrando.
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Sé que no he de temer. Que Tú me guardas,
que Tú las guardas. Pero… ¡Temo tanto
no haber hecho sustancia de mi alma
la lección de dolor que Tú me has dado!

Me miraste una vez como jamás
a nadie habías, gran Señor, mirado
y se abrieron las fuentes de mis ojos,
heridas por la fuerza de tus rayos.

La boca me quedó, ya para siempre,
con un dulce sabor suave y amargo,
recuerdo inolvidable de aquel día
que supe, Cristo, que me amabas tanto.
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Mis negaciones eran en tu rostro
saliva, bofetada y latigazo,
y mis fuentes amargas desatadas
eran sobre mi rostro paz y bálsamo.

¡Señor no me abandones! ¡Tengo miedo!
Porque tanto sufrí y te quiero tanto.
Quise ser mármol para defenderte
y Tú me hiciste ver que era de barro.

Me ampararé, Señor, en lo sencillo,
en el vuelo tranquilo de los pájaros,
en el manso brotar de los arroyos,
en la oración serena de tus campos.


¡Tiernos, enamorados ruiseñores
enseñadme la paz de vuestros cantos!

Tomillares y flores, que vivís
para aromar las plantas del Amado,
¡enseñadme esa ciencia inaprendida
de vivir siempre a vuestro Dueño amando,
de no guardar para vosotros nunca
ni un trino en vuestro pecho desgarrado,
ni un aroma en la tierra que os sustenta,
ni un color escondido en vuestro tallo!
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¡Enseñadme la ciencia del amor
pobladores del aire y de los campos!
Ciencia de plenitud y armonía,
unión de lo divino con lo humano.

Mientras la aprenda, seguiré temiendo
por no saber vivir tan sólo amando.

Se fue mi Labrador. Sin su presencia,
apenas late el corazón varado.
Sé que en potencia en todas partes vive,
pero me aplasta el peso de mi barro.
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Tómalo Tú, mi Señor,
y haz de nuevo el milagro.
¡Conviérteme en tierra buena,
de tu Palabra en sembrado,
que la entienda y dé mi fruto
crecido y multiplicado!
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Fray José Mª Guervós, OP
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(Fragmento del auto sacramental "La Siega" de Lope de Vega.
Versos incluidos en la adaptación de Fray José Mª Guervós, OP)


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