¿Para qué el matrimonio religioso?
A todos éstos yo les diría que se equivocan y que no llegan a celebrar un matrimonio religioso sino un matrimonio civil con ropaje religioso. Incluidos los que buscan la bendición de Dios o mayores garantías de indisolubilidad. La bendición divina no les faltará a ninguna pareja de buena voluntad, se case como se case, incluso aunque no formalicen el matrimonio. Porque lo importante es haber construido el matrimonio antes de casarse o, al menos, haber empezado a construirlo antes de rubricarlo con la boda. Lo he explicado en mi "Guía básica para matrimonios".
Un "matrimonio religioso" sólo pueden contraerlo quienes tienen auténticas motivaciones religiosas. Me voy a ceñir por tanto en este artículo a las parejas católicas -cristianas al menos- que buscan sinceramente añadir "algo" a su "matrimonio humano" básico.
Fijaos que la eficacia del "matrimonio católico" (religioso) es igual que la del "matrimonio civil". Los dos tienen unos efectos sociales y personales:
• Una legalización o formalización de relaciones.
• Un compromiso ante la sociedad.
• Unos derechos y unos deberes mutuos (convivencia, fidelidad, educación de los hijos, auxilio mutuo, etc.) y frente a terceros (derecho a una pensión, a heredar, etc.).
• Unos papeleos (registro del matrimonio, libro de familia, etc.).
Quienes desean sinceramente contraer un "matrimonio católico" deberían preguntarse honestamente: ¿Tengo construido mínimamente el "matrimonio humano"? ¿Qué quiero añadir con el "matrimonio religioso"? ¿Cuál es la diferencia? Lo he preguntado muchas veces y en poquísimas ocasiones me han respondido.
Me reafirmo en que lo realmente básico son los elementos esenciales del "matrimonio humano":
• Agrupación de uno con una para toda la vida.
• Respeto.
• Amor complementario.
• Conocimiento mutuo.
• Comunicación.
• Adaptación.
• Gestión de tensiones y conflictos.
• Ayuda mutua.
• Procreación y educación de los hijos.
Con todo eso tenéis un matrimonio perfecto. Entonces el venir a la Iglesia, el decir sí delante del altar, el comprometerse uno con una delante de la Comunidad ¿Qué significa? ¿Cuál es la diferencia con el otro? Una única diferencia: EL SACRAMENTO.
Entre los católicos no celebramos el matrimonio sin más, celebramos el Sacramento del Matrimonio. Esta es la gran diferencia. La siguiente pregunta cae por su peso.
2. ¿Qué es el Sacramento del Matrimonio?
Conviene darse cuenta que el Sacramento es un signo religioso y público que los contrayentes eligen celebrar y que, además, tiene consecuencias civiles. Es el único sacramento que nos administramos nosotros mismos porque los "ministros" de este sacramento son los contrayentes. No es el cura el que casa, es la pareja la que "se casa" con su entrega mutua.
¿Qué queremos decir a la familia, a los amigos, a la sociedad entera y a nosotros mismos cuando "nos administramos" este sacramento, cuando realizamos este "signo público"?
Cuando elegimos el "sacramento del matrimonio", estamos eligiendo un matrimonio de tres. Cuando vamos a casarnos a la Iglesia es que nos hemos puesto de acuerdo tres personas: el novio, la novia y el mismísimo Creador de la pareja humana. El sacramento del matrimonio es la "entrega y compromiso públicos" entre esas tres personas.
En el "matrimonio civil" se dicen: te quiero, me entrego a ti, quiero compartir la vida contigo. Pero en el "matrimonio religioso" (sacramento) hay un diálogo mucho más denso que supera con mucho al diálogo civil. Cuando te casas por la Iglesia le estás diciendo a tu pareja: "Quiero amarte como Dios te ama, quiero conocerte como Dios te conoce, quiero ayudarte como Dios te ayuda, quiero serte fiel como Dios te es fiel. Quiero que caminemos los tres juntos hacia la plenitud y la felicidad ayudándonos y dejándonos ayudar".
La esencia de este tipo de matrimonio, de este sacramento, es la entrada de un Tercero por mutuo acuerdo de la pareja. Lo que de verdad constituye el sacramento del matrimonio es la Presencia del que viene a formar parte de la pareja humana que lo admite en su seno. Él siempre llama: "Estoy a la puerta llamando: si me oís y me abrís, entraré en vuestra casa y comeremos juntos" (Ap 3,20).
Todos los sacramentos son signos de esa Presencia que los católicos buscamos y aceptamos libremente cuando nos acercamos a ellos. Lo que les distingue no es más que el color y el relieve con que esa Presencia se manifiesta. Aquí, en el sacramento del matrimonio, nuestro Dios se hace presente con su amor, unidad y fidelidad.
En el Bautismo esa Presencia es camino. En la Confirmación constancia y fuerza. En la Penitencia llamada y misericordia. En la Comunión compañía y alimento. En la Unción fortaleza, aceptación y esperanza. Y en el Orden envío, servicio, entrega y luz.
Cuando un matrimonio católico convive con esa Presencia que entró en su hogar el día de la boda (apertura al sacramento) y no la despiden, tienen especialmente asegurada la promesa: "No os dejaré abandonados nunca" (Jn 14,18).
(En el siguiente artículo algunas aberraciones en que caemos los católicos)
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