El río de la Palabra IV - (La controversia)



Al llegar a esta parte de mi reflexión ya conozco algunas objeciones de mis lectores o escuchadores. Los más ortodoxos descalifican mi tesis inicial: No "toda" la Escritura es "palabra de Dios".

Me insultan sin contemplaciones y me abruman con una serie de citas oficiales que sostienen lo contrario.

De eso me quejo precisamente: ¡Que todavía HOY se mantengan textos que, con criterio integrista y sacralizador, afirmen tesis superadas y no cristianas! Eso desorienta y hace daño a muchos que buscan sinceramente la doctrina del Señor.

Lo sé por experiencia propia y ajena. Me duele amargamente que se confunda al Pueblo de Dios, es decir, a la Iglesia. Ese dolor motivó el comienzo de este largo artículo. Se trata de un dolor compartido por muchísimos católicos que no se explican tanta incoherencia e inmovilismo. Volveré a gritarlo: ¡Deben revisarse y cambiarse en los "textos oficiales" (liturgia y catecismo, por ejemplo) expresiones e interpretaciones obsoletas y superadas!
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Plantearé solo un puñado de preguntas para que cualquier humano racional -creyente o no- saque sus propias conclusiones:
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- ¿Vendrá de la Palabra la inspiración de cometer un parricidio "fiel" para honrar a la divinidad?

- ¿Serán las matanzas, las venganzas, los celos, los adulterios, los robos, la explotación de los débiles, etc. -descritos profusamente en la Biblia- "dictados" por la Palabra?

- ¿No será, más bien, que gentes primitivas engendraron una "religión primitiva y bárbara" que justificó sus crímenes colgándoselos a la voluntad de Dios?

- ¿No será, más bien, que la Palabra fue el freno a tanto dislate y el impulso humanizador de gentes mayoritariamente deshumanizadas?

- ¿Aún en el NT no fue una "religión bárbara" aliada con un "poder bárbaro" la que quiso aplastar la Palabra?
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Iré aún más lejos:

- ¿En nuestra propia historia cristiana no hemos participado también de la "religión bárbara" -de la que venimos- "justificando" el martirio de la Palabra con una supuesta voluntad de Dios, "necesitado" de resarcir su honra para perdonarnos?

- ¿No fue una "religión bárbara" la que encendió guerras santas, hogueras purificadoras, conspiraciones bastardas, etc. y acaparó todos los poderes humanos y divinos en una tiara santa?
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Me atrevo a decir que hoy estamos, en gran medida, entre una "religión bárbara" y una "religión infantil". No hay más que observar, por ejemplo, "los signos" rancios y elitistas con que los líderes religiosos se presentan ante el santo Pueblo de Dios, especialmente entre los cristianos del este. ¡Qué bochorno para nosotros ver ese espectáculo difundido en los modernos medios! Uno piensa ingenuamente que el "poder y la gloria" sólo le pertenecen a Dios… Y no a los "servidores" de sus siervos.

Menos mal que, tanto ayer como hoy, queda "un resto" numeroso que, superando formalismos y exageraciones, busca sinceramente la Palabra, la enarbola y la difunde en un mundo medio bárbaro a pesar de sus conquistas intelectuales.

Ese "resto" cree en una religión humanizadora, liberadora y adulta, que fluye en el hondón de los humanos, los ilumina, los levanta y los proyecta al horizonte de una "tierra nueva". ¿Qué querrá decir "y la Palabra se hizo carne" o "el reino está dentro de vosotros"?
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Exploradores 2



Una vez más proclamaré que hay que ser valientes, caminar y avanzar, "cantar un cántico nuevo" (Ap 14,3). No es anclándose al pasado como se puede progresar. No es cultivando una "religión infantil" de miedos, ritos y normas externas, coacciones a la libertad y conductismo social, como se llega a la madurez y plenitud humanas.

La auténtica religión nos lleva a ser autónomos y libres, es decir, adultos. Para hincar la rodilla, rotunda y sinceramente, ante el Dios Amor revelado, hay que descubrirlo "en espíritu y verdad" en lo íntimo de nuestra personal humanidad. ¿No es eso lo que nos demuestra "la encarnación", la Palabra "hecha carne"?

Las exageraciones y los angelismos son lo que muchos rechazan de la religión. La ven como algo irracional, artificial, innecesario, pasado de rosca. ¿No deberíamos demostrar que la religión cristiana es un camino de humanización, de continuo progreso, de maduración y plenitud?
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También hay quienes censuran la "lectura subjetiva". Sé bien que todas las exageraciones son desequilibrios a evitar. Hablé de ello en el artículo anterior. Pero el rechazo total al subjetivismo es otra exageración.

¿Cómo se puede leer con impermeable, es decir, sin implicar al sujeto, dejando "fuera" toda luz e interpretación personal? ¿Cómo se puede conducir desde el asiento del copiloto? En la misma Escritura se lee: "Cógelo y cómetelo" (Ap 10,9). ¿Cómo se puede comer un manjar sin masticarlo personalmente?

Por un lado nos aconsejan la lectura de la Biblia. Por otro nos dan el alto, no vayamos a caer en el subjetivismo. ¿Si el mensaje es divino, cómo es que cabe en los "paquetes prefabricados" de los ilustres? San Agustín nos explicaría rápidamente que es imposible embalsar toda el agua del mar en un hoyo de la playa.

Para encontrarse con la Palabra no es necesario saber qué es la hermenéutica, la exégesis, ni la interpretación sincrónica o diacrónica. A la mayoría nos basta con tener "sed" y "sencillez". Quienes exageran los temores demuestran que no creen ni en el Espíritu, ni en la Escritura: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los sencillos" (Mt 11,25). "Así será mi Palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo" (Is 55,11).
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Sencillos



También se rechaza la "lectura sectorial", es decir, la selección de textos. Todo es santo y recomendable en la Biblia. ¡Otro disparatón! ¿Ignoran éstos que los niños toman leche, los ancianos pescado blanco y los jóvenes filetes de buey?

Eso de "café para todos" es propio de las dictaduras y, si se trata del espíritu, doble pecado. Creo que no merece la pena comentar nada más. Lo importante es encontrarse con el rostro de Dios, no importa si lo viste reflejado en la fuente, en un río o en un charco. Allí donde lo encuentres contémplalo y déjate fascinar.

Los que con tanto ardor defienden que los textos bíblicos son íntegramente obra divina deberían recordar la "ley del péndulo", contaminación sociológica de la que nuestros prelados no han escapado. Durante muchísimo tiempo la Biblia estuvo prohibida o desaconsejada o inaccesible por falta de traducción. Incluso hubo condenados por recomendar su lectura. Solamente empieza a cambiar esta situación en el año 1943 con la encíclica "Divino Afflante Spíritu" de Pio XII y, de forma más rotunda, en 1965 con la constitución "Dei Verbum" del Vaticano II. Total hace cuatro días...

Ni es tan desaconsejable la Biblia como anteayer parecía, ni tan sagrada como ahora se pontifica. Es una mezcla propia de toda obra humana. Lo verdaderamente importante es encontrar, en ese paisaje de contrastes humanos, la Presencia que en ella se vislumbra acompañando a la humanidad.
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No pretendo que cambien mis hermanos ultra ortodoxos. Tal vez su misión sea librarnos de los peligros de la velocidad. Pero, por favor, no impidan otras misiones, ni apedreen a otros misioneros.

¿Qué hubiera sido de los israelitas sin los exploradores? Ésos que nos dibujaban en los libros de religión con un gran racimo de uvas, portado por dos y recogido en sus incursiones por la tierra prometida.

Más aún: ¿Qué hubiera sido de nosotros si nuestro Maestro se hubiera alineado con la ortodoxia judía? ¡Ahora seríamos todos fariseos! De hecho, fue y es la permanente tentación de algunos: No romper el cordón umbilical del judaísmo.

Todo progreso requiere dar pasos. No anatematicemos a los que caminan delante en nuestra gran caravana eclesial.

¡Benditos los que abren caminos, ensanchan horizontes, siembran luces y despejan miedos! De ellos depende que caminemos ágiles hacia la plenitud o que sigamos perdidos en el desierto de un interminable éxodo.

Por cierto, que nadie piense que aquellos cuarenta años de los judíos fueron castigo de Dios, como se lee en los textos. Más bien fue el resultado de su propia necedad y desorientación.

¡Ojalá no nos pase a nosotros lo mismo!
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