anticristianismo ¿Además de antijudío fue Adolf Hitler anticristiano?
Como era aficionado a la pintura, cosa que hacía razonablemente bien, a los veinticuatro años (1913) pintó un cuadro de la Virgen abrazando a un niño Jesús rubio rodeado de flores bajo una luz dorada, que no hacía presagiar el monstruo que le anidaba dentro
Había ideas nazis mezcladas con premisas religiosas como “honra a tu Führer y amo” o “sirva alegremente a la gente con trabajo y sacrificio”, antesala de la perversa consigna nazi de los campos de concentración y exterminio “El trabajo te hace libre”
Los teólogos nazis introdujeron, entre otras cosas, un compendio de doce mandamientos, dos más que los tradicionalmente conocidos
Muchos teólogos evangélicos se rebelaron y acabaron también aniquilados, como Dietrich Bonhoeffer.
Los teólogos nazis introdujeron, entre otras cosas, un compendio de doce mandamientos, dos más que los tradicionalmente conocidos
Muchos teólogos evangélicos se rebelaron y acabaron también aniquilados, como Dietrich Bonhoeffer.
| JL Vázquez Borau
Pintura de Adolf Hitler
De su familia heredó el anticlericalismo ateo de su padre, y un catolicismo devoto de su madre. Como era aficionado a la pintura, cosa que hacía razonablemente bien, a los veinticuatro años (1913) pintó un cuadro de la Virgen abrazando a un niño Jesús rubio rodeado de flores bajo una luz dorada, que no hacía presagiar el monstruo que le anidaba dentro.
Abandona la fe y se interesa por la mitología germánica, la astrología y el yoga. Llega a estar tan convencido de la pureza de la raza aria que pensaba que ir de misiones era contaminarse de las razas inferiores. En el momento en que Hitler accede al poder, Alemania tiene 60 millones de habitantes, de los cuales 40 millones son cristianos evangélicos y los otros 20 millones católicos. El resto, no creyentes o miembros de otras religiones, como los judíos, que no alcanzaban el 1%.
Ya en los inicios del nacionalsocialismo se pudo advertir como Hitler hizo cerrar las facultades de teología en 1937 e incluso los capellanes militares tenían dificultades para realizar su trabajo. Es en este momento, el 14 de marzo de este mismo año, el papa Pío XI publica Mit brennender Sorge (Con ardiente inquietud), en lengua alemana, donde advierte, dos años antes de la Segunda Guerra Mundial que: «Todo el que tome la raza, o el pueblo, o el Estado, o una forma determinada del Estado, o los representantes del poder estatal u otros elementos fundamentales de la sociedad humana […] y los divinice con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios», en una clara señal de crítica hacia los aspectos pseudorreligiosos y las teorías raciales del nazismo.
Adolf Hitler no valoraba a los cristianos. Si acaso el Deutsche Glaubensbewegung (Movimiento Alemán por la Fe) estrechamente asociado con el profesor de la Universidad de Tübingen, Jakob Wilhelm Hauer, que buscaba alejar a Alemania del cristianismo hacia una religión basada en el paganismo germánico y las ideas nazis. De esta manera Hitler intentó domesticar y después demoler la dimensión religiosa del pueblo. El delirio nazi fue tal que incluso existió una Biblia de Hitler, que el ‘Führer’ ordenó escribir durante la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de fundar su propia religión. Para este fin impulsó la fundación de una institución, en mayo de 1939, bautizada literalmente como el Instituto para el Estudio y Eliminación de la Influencia Judía en la Vida de la Iglesia Alemana, que se encargó de «limpiar los textos sagrados de la influencia no aria», tal como consta en sus objetivos. Además, los mismos expertos que se encargaron de la redacción de la ‘Biblia de Hitler’, publicaron también otro volumen de cantos religiosos: ‘Gran Dios, nosotros te alabamos’. Un trabajo que entusiasmó a Hitler, que premió al director de la mencionada institución, Walter Grundmann (1906-1976).En la conocida ‘Biblia de Hitler’ se excluyeron las palabras de origen judío como Jehová y Aleluya. Fueron reelaborados pasajes enteros de las Escrituras en clave antijudía y se extrajeron también los sentimientos de compasión. Además, los teólogos nazis introdujeron, entre otras cosas, un compendio de doce mandamientos, dos más que los tradicionalmente conocidos:
1. Honren a Dios y crean en él con todo el corazón.
2. Busquen la paz de Dios.
3. Eviten toda hipocresía.
4. Sagrada es tu salud y tu vida.
5. Sagrado es tu bienestar y tu honor.
6. Sagrada es la verdad y la lealtad.
7. Honra a tu padre y a tu madre, tus hijos son tu auxilio y sois su ejemplo.
8. Mantén la sangre pura y tu honor sagrado.
9. Mantén y multiplica la herencia de tus ancestros.
10. Estate listo para ayudar y perdonar.
11. Honra a tu Führer y amo.
12. Sirva alegremente a la gente con trabajo y sacrificio.
Había ideas nazis mezcladas con premisas religiosas como “honra a tu Führer y amo” o “sirva alegremente a la gente con trabajo y sacrificio”, antesala de la perversa consigna nazi de los campos de concentración y exterminio “El trabajo te hace libre”. Se repartieron 100.000 copias a más de un millar de iglesias alemanas en 1941. Se cree que la mayor parte de ellas fueron destruidas por los fieles, que preferían la versión original del Libro Sagrado. No hay que olvidar que los cristianos constituyeron un sector de resistencia pasiva al régimen nazi y que Hitler no consiguió integrarlos en su sistema totalitario, un objetivo que quizá pretendía lograr con la publicación de esta obra. Los que optaron por conservarla, probablemente se deshicieron del comprometedor texto tras la caída del tercer Reich. De hecho, en la actualidad tan sólo se conserva un ejemplar, en una iglesia de Hamburgo.
El apoyo que algunos cristianos ofrecieron al régimen nazi proviene más bien de su anticomunismo y de un resentimiento generalizado hacia la comunidad internacional. Algunos sectores creían en un cristianismo sometido al régimen: se toleraba la religión si no ponía “en peligro la existencia del estado ni entraba en conflicto con la cultura y las creencias morales de la raza germánica”. Muchos teólogos evangélicos se rebelaron y acabaron también aniquilados, como Dietrich Bonhoeffer.
La Iglesia católica fue más reacia con el régimen nazi y algunos obispos prohibieron la afiliación al partido y hubo movimientos de resistencia. Adolf Hitler intentó domesticar y después demoler la dimensión religiosa del pueblo, pero no lo logró.