Carlos de Foucauld, asesinado el 1º de diciembre de 1916
Carlos de Foucauld nació el 15 de septiembre de 1858 y murió asesinado 1 de diciembre de 1916 cuando tenía poco más de cincuenta y ocho años. Se puede decir que estaba en la etapa de madurez de su vida. Ya a los cuarenta y tres había iniciado su opción fundamental instalándose en Beni-Abbés, en el corazón del Sahara argelino, donde se da cuenta que hay una muchedumbre de personas por evangelizar y un ministerio muy importante que realizar. Pero durante los años que pasa en este oasis del desierto va experimentando una nueva transformación. Rompe con su autoimpuesta clausura. Acepta con sencillez los acontecimientos que van en contra de lo que siempre había creído que era la voluntad de Dios y se deja llevar por las circunstancias, que son manifestación de la voluntad divina. Así, esta obediencia a cada instante le conduce a los tuaregs, instalándose en medio de ellos el año 1905 en Tamanrasset.
El padre Foucauld ha sido un testigo privilegiado de la experiencia de Dios en medio del mundo. Se ha creído que su presencia en la ermita del Asekrem, el punto más alto de las montañas del Hoggar, o en Tamanrasset, fue un retiro, como antaño hicieron los Padres del Desierto, pero fue todo lo contrario: partió para vivir la vida de Nazaret con los nómadas más aislados, por ser este un lugar de tránsito de las caravanas, que ofrecía grandes ventajas para las relaciones con los tuareg, a los que hospedaba estableciendo relaciones de amistad.
Once años convivirá con ellos, haciéndose uno de tantos, aprendiendo su lengua, sus costumbres, etc. con ánimo evangelizador, aunque nada más sea realizando gestos de bondad. Así, resumiendo, Carlos de Foucauld vivió dieciséis años en tierras argelinas, y especialmente once entre los tuaregs hasta que llegó su muerte como acto supremo de entrega a imitación de su hermano mayor Jesús de Nazaret. A nosotros ahora nos interesa señalar los rasgos esenciales de esta última etapa de su vida, para entresacar los nervios espirituales de su existencia, y, así, poderlos encarnar en nuestra realidad. ¿Cómo era su vida? Vida de oración; vida de trabajo, realizando una tarea lingüística inmensa; preocupación por el progreso espiritual y material de las personas con las que vivía; luchando contra toda injusticia; y, finalmente, lanzando un movimiento misionero universal hacia los más pobres y alejados de la Iglesia, que incluye a sacerdotes, religiosos y laicos, unidos “por la comunión de los santos”, practicando allí donde se encuentren el “apostolado de la bondad” y asumiendo con la “paciencia de Dios” el desarrollo del misterio de la salvación.
Si hay una palabra que exprese mejor el mensaje de aquel que se dejó conducir por el Espíritu de Amor para realizar su misión concreta, esta es ”Nazaret”. Es una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones comunes de la vida, como El, que vivió plenamente la relación filial con el Padre, viviendo en el seno de una familia, ejerciendo un oficio, morando en una aldea y caminando por las veredas de Palestina. La misión del hermano Carlos es hacer notar que Nazaret se puede vivir en cualquier situación, en la vida religiosa, en la vida de familia, solo o haciendo vida en común. No es una espiritualidad del desierto ni eremítica. Es, por el contrario, una “espiritualidad de la relación” en sus dos dimensiones, la humana y la divina: relación de amor con Dios y relación de amor con las personas que compartimos la vida. Es la imitación de la vida de Jesús, Jesús de Nazaret, que vivió, en medio de las relaciones interpersonales más comunes, una relación única con el Padre. Jacques Maritain actualizaba de este modo el contenido esencial y común a todos los discípulos del hermano Carlos, que es su testamento: "Vuestro papel profético consiste en afirmar existencialmente el valor primordial de la proclamación del amor de Jesús a todas las personas, no ya por los grandes medios visibles, sino por el medio invisible o casi invisible de la simple presencia de amor fraternal en medio de los pobres y de los abandonados" (Fragmento de una conferencia dada por Jacques Maritain a los Hermanos de Jesús el año 1964, cuando vivía con ellos en Toulouse).
El padre Foucauld ha sido un testigo privilegiado de la experiencia de Dios en medio del mundo. Se ha creído que su presencia en la ermita del Asekrem, el punto más alto de las montañas del Hoggar, o en Tamanrasset, fue un retiro, como antaño hicieron los Padres del Desierto, pero fue todo lo contrario: partió para vivir la vida de Nazaret con los nómadas más aislados, por ser este un lugar de tránsito de las caravanas, que ofrecía grandes ventajas para las relaciones con los tuareg, a los que hospedaba estableciendo relaciones de amistad.
Once años convivirá con ellos, haciéndose uno de tantos, aprendiendo su lengua, sus costumbres, etc. con ánimo evangelizador, aunque nada más sea realizando gestos de bondad. Así, resumiendo, Carlos de Foucauld vivió dieciséis años en tierras argelinas, y especialmente once entre los tuaregs hasta que llegó su muerte como acto supremo de entrega a imitación de su hermano mayor Jesús de Nazaret. A nosotros ahora nos interesa señalar los rasgos esenciales de esta última etapa de su vida, para entresacar los nervios espirituales de su existencia, y, así, poderlos encarnar en nuestra realidad. ¿Cómo era su vida? Vida de oración; vida de trabajo, realizando una tarea lingüística inmensa; preocupación por el progreso espiritual y material de las personas con las que vivía; luchando contra toda injusticia; y, finalmente, lanzando un movimiento misionero universal hacia los más pobres y alejados de la Iglesia, que incluye a sacerdotes, religiosos y laicos, unidos “por la comunión de los santos”, practicando allí donde se encuentren el “apostolado de la bondad” y asumiendo con la “paciencia de Dios” el desarrollo del misterio de la salvación.
Si hay una palabra que exprese mejor el mensaje de aquel que se dejó conducir por el Espíritu de Amor para realizar su misión concreta, esta es ”Nazaret”. Es una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones comunes de la vida, como El, que vivió plenamente la relación filial con el Padre, viviendo en el seno de una familia, ejerciendo un oficio, morando en una aldea y caminando por las veredas de Palestina. La misión del hermano Carlos es hacer notar que Nazaret se puede vivir en cualquier situación, en la vida religiosa, en la vida de familia, solo o haciendo vida en común. No es una espiritualidad del desierto ni eremítica. Es, por el contrario, una “espiritualidad de la relación” en sus dos dimensiones, la humana y la divina: relación de amor con Dios y relación de amor con las personas que compartimos la vida. Es la imitación de la vida de Jesús, Jesús de Nazaret, que vivió, en medio de las relaciones interpersonales más comunes, una relación única con el Padre. Jacques Maritain actualizaba de este modo el contenido esencial y común a todos los discípulos del hermano Carlos, que es su testamento: "Vuestro papel profético consiste en afirmar existencialmente el valor primordial de la proclamación del amor de Jesús a todas las personas, no ya por los grandes medios visibles, sino por el medio invisible o casi invisible de la simple presencia de amor fraternal en medio de los pobres y de los abandonados" (Fragmento de una conferencia dada por Jacques Maritain a los Hermanos de Jesús el año 1964, cuando vivía con ellos en Toulouse).