Carlos de Foucauld es un faro que la Providencia nos da para iluminar nuestro tiempo
El fruto del apostolado no depende del tiempo del apostolado, sino del grado de santidad que se tiene
La experiencia de Dios llevó a Carlos de Foucauld a evangelizar por la presencia y la amistad. Una forma discreta de evangelización, pero muy exigente, porque requiere el testimonio de una vida coherente, es decir, que se ajuste verdaderamente a las aspiraciones de todo hombre amado por Dios y llamado a algo más que al placer fugaz o a los resultados inmediatos y visibles
| J. L. Vázquez Borau
«HIZO DE LA RELIGIÓN UN AMOR» El teólogo P. Yves Congar, fraile dominico, en los años del II Concilio del Vaticano, indicó que «Carlos de Foucauld es un faro que la Providencia nos da para iluminar nuestro tiempo». Y, en verdad, como diría su amigo Louis Massignon, lo es porque es «un místico en estado puro», «que hizo de la religión un amor». Desde esta experiencia vital y de encuentro con «el bienamado y Señor Jesús» entendemos su vocación al apostolado tan singular en cuanto que no se siente llamado a predicar con la palabra sino con la fuerza de la vida («Tú debes gritar el Evangelio desde los tejados, pero no con la palabra sino con tu vida». Escritos Espirituales). En consecuencia, lo esencial en la espiritualidad foucauldiana no es dedicar mucho tiempo al apostolado en cuanto predicar y hacer, sino ser un apóstol santo («El fruto del apostolado no depende del tiempo del apostolado, sino del grado de santidad que se tiene»). La santidad, por tanto, es la total disponibilidad a Dios en todo momento, es el abandono absoluto en las manos del Padre. El día anterior a los actos de canonización el Papa Francisco recibió a un grupo de jóvenes de la diócesis francesa de Viviers, diócesis del sacerdote Carlos de Foucauld. En su alocución Francisco sintetizó la espiritualidad del nuevo santo y les animó a «basar la vida espiritual en tres E: Evangelio, Eucaristía y Evangelización1». El Papa siguió diciendo: «Aquí tienen todo un programa de vida en la escuela de Cristo e invitó a los jóvenes para que la Oración de Abandono «se convierta en su oración en los momentos de elecciones y en las cruces de la vida». Desde los ejes mencionados de vida espiritual brota el anuncio y el apostolado: «esa experiencia de Dios que le llevó a evangelizar por la presencia y la amistad. Una forma discreta de evangelización, sí, pero muy exigente, porque requiere el testimonio de una vida coherente, es decir, que se ajuste verdaderamente a las aspiraciones de todo hombre amado por Dios y llamado a algo más que al placer fugaz o a los resultados inmediatos y visibles». Terminó su alocución animando a los presentes a ser «levadura en la masa». Al día siguiente, la homilía del Papa en la solemne celebración de la canonización, se centró en la la santidad: «La santidad no está hecha de algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano. ¿Eres consagrada o consagrado? Hay muchos aquí. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador, una mujer trabajadora? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos y luchando por la justicia de tus colegas, para que no se queden sin trabajo, para que tengan siempre un sueldo justo. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. Dime ¿Tienes autoridad? Y aquí, hay mucha gente que tiene autoridad. Y me pregunto: ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando a favor del bien común y renunciando a tus intereses personales. Este es el camino de la santidad, así de simple, siempre mirar a Jesús en los otros» (Homilía del Papa Francisco, 15 de mayo 2022) Una vez más, en momento tan significado para la familia espiritual de Carlos de Foucauld, recordamos con sus palabras autorizadas el sentido del acontecimiento de su canonización: «Miremos a los santos, pero no nos paremos en su contemplación, contemplemos con ellos a Aquel cuya contemplación ha llenado sus vidas, aprovechemos sus ejemplos, pero sin detenernos mucho, ni tomando por modelo completo a éste o aquel santo, sino tomando de cada uno lo que nos parece más conforme con las palabras y los ejemplos de Nuestro Señor, nuestro único y verdadero modelo, sirviéndonos así de sus enseñanzas, no para imitarlos, sino para imitar mejor a Jesús». MANUEL POZO OLLER, Director