TODOS SOMOS IGLESIA Y TODOS DEBERÍAMOS SER LÍDERES
Ante los ataques al papa Francisco veo que las noticias solo remiten a la solidaridad de las conferencias episcopales y los obispos. ¿Con los obispos, sacerdotes, religiosas y religiosas se acaba la Iglesia? No. Los laicos también somos Iglesia y como tal, también nos solidarizamos y rezamos, como él nos pide, por el papa Francisco, para que el Espíritu de Jesús de Nazaret le lleve a dar los pasos necesarios para desclericalizar a la Iglesia y ésta se abra a los nuevos tiempos.
Estoy leyendo estos días la propuesta para revitalizar la Iglesia Católica, que nos hace Chris Lowney, presidente del consejo de Catholic Health Iniciatives, uno de los mayores grupos sanitarios de los estados unidos y que tiene una larga experiencia en gestión del cambio, en su libro, Todos somos Iglesia, Sal Terrae, 2018. Éste, después de señalar el vasto potencial que posee la Iglesia católica, una gran parte del cual permanece sin explotar; “y lo que nosotros ofrecemos puede significar mucho para el mundo. No llevamos leña al monte o, por decirlo de otra manera, arena al desierto del Sahara, sino agua vivificadora a una sociedad que está agostada. Señalamos caminos hacia la paz interior en medio de un mundo que ha devenido ruidoso y se encuentra saturado de medios de comunicación. Estamos al lado de los pobres y marginados del mundo en medio de una cultura crecientemente hechizada por la riqueza. La cultura actual aboga por la lucha darwinista para progresar; nosotros, por el contrario, predicamos el servicio a los demás y el bien común” (pág.9-10). Pero la Iglesia católica vive un serio declive, una caída que será catastrófica si no es revertida por cambios radicales en su estrategia, cultura y estilo de liderazgo.
Chris Lowney, tras repasar los problemas de la Iglesia, se sirve de su larga experiencia para proponer una estrategia basada en cinco principios de transformación: ser proactivos, ser auditables, servir, convertir y alargar la mano. Así, el autor acepta la invitación del papa Francisco a rechazar la “actitud autocomplaciente” del “siempre se ha hecho así” y aboga por una nueva cultura del liderazgo para nuestra Iglesia, “una cultura que empodere a los católicos, que de rienda suelta a su talento, fomente la creatividad y la asunción prudente de riesgos y no se contente con nada que no sean los más elevados criterios de profesionalidad en el gobierno de la Iglesia… En una palabra, debemos fomentar una cultura en la que todos seamos líderes” (pág. 15). Así, como recuerda Benedicto XVI: “Es necesario mejorar los planes pastorales para que… se promueva gradualmente la corresponsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios. Esto exige un cambio de mentalidad, en particular por lo que respecta a los laicos, pasando de considerarlos ‘colaboradores’ del clero a reconocerlos realmente como ‘corresponsables’ del ser y actuar de la Iglesia” (pág. 57). Pues, “el verdadero salto hacia delante acontece cuando no nos vemos ya a nosotros mismos como participantes pasivos en la Iglesia, sino como líderes corresponsables con ella” (pág. 71). Ya que “nosotros tenemos que transmitir nuestro mensaje en territorios poco familiares: entre quienes desean decidir por sí mismos en el terreno de la moral personal, no perciben qué valor podría tener nuestra fe para sus vidas o nos consideran una institución anacrónica y vetusta” (pág. 93).
Como antiguo ejecutivo experto en liderazgo, Lownwy habla con credibilidad sobre los retos a los que se enfrenta la institución, pero también sobre su potencialidad. Y en su condición de presidente de un gran grupo hospitalario católico, escribe ‘desde dentro’, es decir, como un católico que ama a su Iglesia y hace lo posible para que florezca. Por esto, “toda organización de gran tamaño se enfrenta a multitud de retos. Pero los grandes líderes manifiestan la capacidad de juicio necesaria para discernir cuáles son las prioridades decisivas, así como la valentía de clavar una pica en Flandes proclamándolas públicamente” (pág. 111). Un ejemplo de esto es el papa Francisco, uno de cuyos legados principales es “el que nos transformemos en una Iglesia que se acerque a las personas como Jesús” (pág. 237). Debemos, dice el papa, “crear con nuestra fe una ‘cultura del encuentro’, una cultura de la amistad… donde podamos hablar también con quienes no piensan como nosotros, también con quienes tienen otra fe” (pág. 240). Y el autor nos recuerda que “todos debemos dar un paso al frente y abrir camino: este es el elemento decisivo de nuestra estrategia de revitalización” (pág. 256); ya que, “estamos entrando en un periodo de turbulencias, en un periodo de rápida innovación… Pero un tiempo de turbulencias es asimismo un tiempo de grandes oportunidades para quienes comprenden y aceptan y aprovechan las nuevas realidades. Es, sobre todo, un momento de oportunidad para el liderazgo” (pág. 263).