Boletín Iesus Caritas, abril-junio nº 209 “Orar en tiempo de aislamiento e incertidumbre”

El confinamiento en casa ha supuesto una granhumillación para quienes vivíamos envueltos en ruidos y en la prisasin sentido, sumidos en ofertas múltiples de lo transitorio yplacentero

Estamos asistiendo a un curso acelerado para aprendera vivir reconciliados con nosotros mismos.

Quien no conoce de “largos silenciosluminosos”, jamás podrá ser luz para los demás de ahí laimportancia de escuchar para que nuestra vida grite coherencia yEvangelio y nuestras palabras quemen a quienes nos atiendan.

«QUE BIEN SÉ YO LA FONTE QUE MANA Y CORRE,

AUNQUE ES DE NOCHE»

La pandemia que venimos padeciendo de forma declarada
desde marzo de 2020 nos ha obligado a cambiar muchos hábitos y
a adquirir una disciplina personal que nunca hubiéramos pensado.
Vivíamos sumergidos en una sociedad de confort sin aparentes
límites de crecimiento y, de repente, todo se desmorona al compás
del ritmo que marcan los acontecimientos.
La situación a la que hacemos frente nos arroja sin piedad
a una gran crisis de realismo provocada por un virus asesino
invisible que nos recuerda y evoca, en lenguaje corriente de estos
meses, lo esencial. El confinamiento en casa ha supuesto una gran
humillación para quienes vivíamos envueltos en ruidos y en la prisa
sin sentido, sumidos en ofertas múltiples de lo transitorio y
placentero.
 Nos han recluido y distanciado con decretos y normas
y, en consecuencia, nuestra autosuficiencia ha sido herida
haciéndonos saborear el aislamiento y la soledad. En efecto,
recluidos en casa, después de miles intentos de evasión, nos hemos
encontrado con la realidad de nuestro yo sin posibilidad de
escapatoria. Estamos asistiendo a un curso acelerado para aprender
a vivir reconciliados con nosotros mismos.

Ante tal estado de cosas, estancados en el hastío pandémico,
es consolador recordar al profeta Elías que, vapuleado por la
existencia y desorientado por los acontecimientos, no cesa de
preguntarse dónde se esconde Dios. Traigo a colación un texto
precioso y oportuno que reza así: «Entonces pasó el Señor y hubo
un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las
rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor.
Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba
el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco
estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave»
(1 Re 19,11-12). En el relato existe un fuerte contraste entre el
huracán, el terremoto y el fuego, manifestaciones características de

las religiones naturales, y la suave brisa, que evoca el silencio del
desierto. Ahí, en la poquedad del ser y en la brisa suave, se hace
presente el Dios de la vida. La voz de Dios sigue resonando en
palabras suaves perceptibles solo en el silencio: «Cuando un
silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de
su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo» (Sab
18,14-15). En verdad, quien no conoce de “largos silencios
luminosos”, jamás podrá ser luz para los demás de ahí la
importancia de escuchar para que nuestra vida grite coherencia y
Evangelio y nuestras palabras quemen a quienes nos atiendan.


El confinamiento obligado por la situación de la Covid-19
provocó la cancelación de muchos encuentros programados de
oración donde se aprende a silenciar nuestro ánimo, refrenar
nuestras actividades y a escuchar. También, como innumerables
grupos, la Fraternidad Sacerdotal tuvo que suspender su retiro
anual de forma presencial. El P. NABONS-WENDE HONORE
SAVADOGO, sacerdote de la fraternidad de Burkina Faso, y
miembro del equipo internacional, era el encargado de animar este
encuentro. Los apuntes del fracasado encuentro presencial los
ofrecemos ahora en este número del BOLETÍN a los que hemos
complementado, a manera de introducción, dos meditaciones del
Hermano del Evangelio, JUAN SPANHOVE, sobre el Espíritu Santo.

Las charlas, en su día, sirvieron de meditación a la Fraternidad
Secular “Carlos de Foucauld” en su encuentro anual de1998, en la
Casa de Espiritualidad de Guadix (Granada).
Finalizado este número nos llegó la triste noticia del
fallecimiento del HERMANO ANTOINE CHATELARD. De manera
apresurada, pero con mucho afecto, hemos incluido un recuerdo de
gratitud al que fuera un colaborador eminente y asiduo de nuestro
Boletín. 
Fue una alegría contar con él de modo incondicional. Su
nombre quedará para siempre ligado a nuestra humilde
publicación engrandecida, entre otros, por tan afamado
colaborador. ¡Descansa en el Nazaret del cielo abandonado en las
manos del Padre!


Ante tal estado de cosas, estancados en el hastío pandémico,
es consolador recordar al profeta Elías que, vapuleado por la
existencia y desorientado por los acontecimientos, no cesa de
preguntarse dónde se esconde Dios. Traigo a colación un texto
precioso y oportuno que reza así: «Entonces pasó el Señor y hubo
un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las
rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor.
Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba
el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco
estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave»
(1 Re 19,11-12). En el relato existe un fuerte contraste entre el
huracán, el terremoto y el fuego, manifestaciones características de

MANUEL POZO OLLER
Director

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