Ciertamente, la muerte existe, es un accidente grave, aterrador en muchos aspectos. Sin embargo, la muerte no es un accidente fatal, ya que Dios nos creó para simpre. Estamos vivos para siempre y nada ni nadie puede ponerle fin a eso. Por tanto y en primer lugar, es desde esta perspectiva de lo perdurable de nuestra existencia que deberíamos saber cómo vivir y cómo morir.
Segun Pierre-Marie Dumont, en su libro La vida es eterna, “El plan creativo de Dios es que nuestra vida nunca termine y, por ello, después de nuestra peregrinación terrenal, continuará para siempre adoptada por amor dentro del mismísimo corazón de la Vida divina, para nuestra inmensurable felicidad…cuando en la parusía de Jesucristo se revele la verdad de la Creación y nosotros podremos dar gracias, para siempre, por la suprema belleza de nuestra razón de ser”.
Pero, que nuestra vida dure más allá del tiempo histórico que nos ha tocado vivir, no quiere decir que podamos decir sin más que nuestra vida es eterna, ya que la eternidad es un atributo divino. Veamos lo que dice Raimon Panikkar: «Lo que la terminología cristiana llama vida perdurable, es decir, la existencia del ser creado más allá de la muerte, y concretamente su unión con Dios en el cielo, no puede definirse como eternidad o existencia eterna sin caer en una identificación indiscriminada con Dios, ya que la eternidad es un atributo divino, y como tal, es incomunicable. Solo Dios es eterno» (, Fragmenta, Barcelona 2018, 278).