¿Por qué es tan importante participar de la Eucaristía?
Dice Teilhard: “A la ofrenda total que se me hace, sólo puedo responder con una total aceptación. Al contacto eucarístico reaccionaré, pues, mediante el esfuerzo entero de mi vida, de mi vida de hoy y de mi vida de mañana, de mi vida individual y de mi vida aliada a todas las demás vidas. En mí, periódicamente, podrán desvanecerse las santas Especies. Cada vez me dejarán un poco más profundamente hundido en las capas de tu Omnipresencia: viviendo y muriendo, en ningún momento dejaré de avanzar en Ti”. Y continúa: “La Eucaristía debe invadir mi vida. Mi vida debe hacerse, gracias al sacramento, un contacto contigo sin límite y sin fin; esta vida que hace unos instantes me había aparecido como un Bautismo contigo en las aguas del Mundo, y que ahora se descubre a mí como una Comunión contigo mediante el Mundo. El Sacramento de la vida. El sacramento de mi vida, de mi vida recibida, de mi vida vivida, de mi vida abandonada…”
Y ahora da una explicación:”Por haber subido a los cielos tras haber descendido a los infiernos, has llenado de tal modo el Universo en todos sentidos, Jesús, que ahora felizmente nos es imposible salir de Ti”. Y afirma con rotundidad: “Ni la vida, cuyos progresos aumentan el contacto que sobre mi tienes; ni la Muerte, que me entrega en tus Manos; ni las, Fuerzas espirituales, buenas o malas, que son tus instrumentos vivos; ni las energías de la Materia, en donde te has sumergido; ni las irreversibles ondas de la Duración, de las que en última instancia controlas el ritmo y el fluir; ni las insondables profundidades del Espacio que mensuran tu Grandeza; nada de todo esto podrá separarme de tu amor sustancial, puesto que todo esto no es más que el velo, las “especies” bajo las cuales me tomas para que yo pueda tomarte”.
Y así, de esta manera, “cuanto más hombre se haga el Hombre, tanta más necesidad sentiré, necesidad cada vez más explícita, más refinada, más exquisita, de adorar”, que para Teilhard significa “perderse en lo insondable, hundirse en lo inagotable, pacificarse en lo incorruptible, absorberse en la inmensidad definida, ofrecerse al Fuego y a la Transparencia, aniquilarse consciente y voluntariamente a medida que se tiene más conciencia de uno mismo, darse a fondo a aquello que no tiene fondo”. Y se hace la siguiente pregunta: “¿A quién podemos adorar? Oh, Jesús, ¡rompe las nubes con tu relámpago! ¡Muéstrate a nosotros como el Fuerte, el Centelleante, el Resucitado! ¡Sé para nosotros el Pantocrátor que ocupaba en las viejas basílicas la plena soledad de las cúpulas! Nos hace falta nada menos que esta Parusía para equilibrar y dominar en nuestros corazones la gloria del Mundo que se eleva. Para que contigo venzamos al Mundo, aparécenos envuelto en la Gloria del mundo” (P: TEILHARD DE CHARDIN, El medi divi, Nova Terra, Barcelona 1968, 148-150)
Y ahora da una explicación:”Por haber subido a los cielos tras haber descendido a los infiernos, has llenado de tal modo el Universo en todos sentidos, Jesús, que ahora felizmente nos es imposible salir de Ti”. Y afirma con rotundidad: “Ni la vida, cuyos progresos aumentan el contacto que sobre mi tienes; ni la Muerte, que me entrega en tus Manos; ni las, Fuerzas espirituales, buenas o malas, que son tus instrumentos vivos; ni las energías de la Materia, en donde te has sumergido; ni las irreversibles ondas de la Duración, de las que en última instancia controlas el ritmo y el fluir; ni las insondables profundidades del Espacio que mensuran tu Grandeza; nada de todo esto podrá separarme de tu amor sustancial, puesto que todo esto no es más que el velo, las “especies” bajo las cuales me tomas para que yo pueda tomarte”.
Y así, de esta manera, “cuanto más hombre se haga el Hombre, tanta más necesidad sentiré, necesidad cada vez más explícita, más refinada, más exquisita, de adorar”, que para Teilhard significa “perderse en lo insondable, hundirse en lo inagotable, pacificarse en lo incorruptible, absorberse en la inmensidad definida, ofrecerse al Fuego y a la Transparencia, aniquilarse consciente y voluntariamente a medida que se tiene más conciencia de uno mismo, darse a fondo a aquello que no tiene fondo”. Y se hace la siguiente pregunta: “¿A quién podemos adorar? Oh, Jesús, ¡rompe las nubes con tu relámpago! ¡Muéstrate a nosotros como el Fuerte, el Centelleante, el Resucitado! ¡Sé para nosotros el Pantocrátor que ocupaba en las viejas basílicas la plena soledad de las cúpulas! Nos hace falta nada menos que esta Parusía para equilibrar y dominar en nuestros corazones la gloria del Mundo que se eleva. Para que contigo venzamos al Mundo, aparécenos envuelto en la Gloria del mundo” (P: TEILHARD DE CHARDIN, El medi divi, Nova Terra, Barcelona 1968, 148-150)