¿Cómo será la plenitud de los tiempos?

Nuestra salvación o nuestra condenación depende de nosotros. Todos y cada uno estamos llamados a ver a Dios cara a cara. Nuestra salvación no se hace ni consuma más que solidariamente anexionándose a Cristo. En palabra de Teilhard de Chardin, “sólo habrá un Hombre salvado: Cristo, Cabeza y Resumen viviente de la Humanidad. Cada uno de los elegidos ha sido llamado para ver a Dios cara a cara. Pero el acto de su visión será vitalmente inseparable de la acción iluminadora y superante de Cristo. En el cielo contemplaremos a Dios, nosotros mismos, pero como por los ojos de Cristo”. Y, ¿cómo ir realizando esto ya desde ahora? Gracias a la caridad es imposible amar a los demás, sin acercarse a Cristo mediante el mismo movimiento, y así se va tejiendo un germen de vida eterna. Pero Jesús no es sólo un centro de atracción y de beatificación, sino que “es Él quien une, trilla, separa y juzga. La Historia del Reino de Dios es, directamente, la historia de una reunión. El Medio Divino total se constituye por la incorporación a Jesucristo de todo espíritu elegido”. Pues en el curso de la evolución espiritual del Mundo algunos elementos conscientes se han separado libremente de la masa que solicita tu atracción. El Mal se ha encarnado en ellos como presencia oscura, como seres malos, como cosas malignas .Así, “el Infierno con su existencia, ni destruye en nada ni en nada estropea el Medio Divino… Añade un acento, una gravedad, un relieve, una profundidad que de no existir el infierno tampoco existirían. La Cima no se aprecia bien si no es considerando el abismo que corona". Los espíritus caídos no podrían alterar la perfección del Pleroma. A cada alma que se pierda a pesar de las llamadas de la gracia, y que debería estropear la perfección de la Unión común, Dios opone, una de estas refundiciones que en todo instante restauran al Universo y le confieren nuevo frescor y pureza renovada. El condenado no queda excluido del Pleroma, sino de su faz luminosa y de su beatificación. Él lo pierde, pero él no se pierde para el Pleroma. Y concluye Teilhard:"La espera, la espera ansiosa, colectiva y operante de un Fin del Mundo, es decir, de una Salida para el Mundo, es la función cristiana por excelencia, y tal vez el rasgo más distintivo de nuestra religión” (Cf. P. TEILHARD DE CHARDIN, El Medio Divino, Nova Terra, Barcelona 1968, 166-180)
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