“El que no sepa rezar

que vaya por esos mares,

verás que pronto lo aprende

sin enseñárselo nadie”

Sean marinos mercantes, de la armada o pescadores -inclusive los pescadores de hombres- tienen a su disposición a la Virgen del Carmen. También la tienen los argentinos, que la proclamaron como “La Generala” de su ejército libertador. Tengo esa advocación mariana en la mente al dedicar estos pensamientos al muy amado Papa Francisco, a quien, por encomienda de Espíritu Santo, le ha tocado ser el piloto de la barca de San Pedro en estos tiempos de borrasca.

Es precisamente del mar de lo que quiero hablar. Es el mar, es decir, la circunstancia que rodea el papado de Francisco. Es ese mar “embravecido” en el que nuestro amado Papa se esfuerza por “mantener el equilibrio”, puesta su fe en Nuestro Señor y la fuerza de su brazo en la determinación de maniobrar para mantener el equilibrio del barco. Tal es la resolución del Papa, que resiste toda amenaza, todo martirio, por lograr el equilibrio ante la tormenta.

Ese ciclón que zarandea el barco tiene un nombre. Se llama “fanatismo”.

Como los huracanes, sus ventarrones se mueven al revés. Golpean por nuestros lados más débiles y rompen todo lo que su poder les permite. ¿Qué fuerzas provocan esta tormenta que sacude, no sólo el barco de los creyentes, sino toda la estructura de la civilización? Los orígenes podrán ser múltiples, Pero si observamos con alguna calma, podemos detectar algunas de esas fuerzas que provocan esta crisis en toda la humanidad. Sin embargo, para los marinos desesperados, el terror se convierte en tentación de gritar y de dispararle cañonazos a las nubes en un vano intento por calmarlas, por callar el bramido de truenos y relámpagos. A veces nos parecemos a aquellos aprendices de discípulos, pescadores que desesperados que gritaban ante la tormenta hasta que Jesús se despertó y ordenó a los vientos que se calmasen.

"¿Qué fuerzas provocan esta tormenta que sacude, no sólo el barco de los creyentes, sino toda la estructura de la civilización?"

Cada día los focos de la guerra se multiplican alrededor del mundo, con sus resultados de muertes y destrucción en grandes cantidades. Pero esos terribles resultados ocurren en los campos de batalla. Hay una consecuencia que se extiende devastadora mucho más allá. Se trata del peligroso fanatismo, que va ganando adeptos también en todo el mundo. Los fanáticosquieren la derrota de los enemigos y la aniquilación de todos aquellos a los que consideran, en cualquier medida, culpables de la guerra. Hay sed de sangre ajena, como si en la realidad pudiera existir tal cosa como seres humanos ajenos, como si todos no fuésemos hermanos.

"Es triste ver el entusiasmo histérico con el que el fanatismo celebra los proyectiles que descuartizan muchas vidas humanas"

Las castas privilegiadas de la tierra quieren mantener a toda costa su imperio sobre los demás, aunque sus sueños sean cosas del pasado. Hay que echarle la culpa de la pobreza a los pobres, mientras los ricos multiplican sus ganancias, hay que echarle la culpa de la marginación a los marginados, la culpa del desprecio a los despreciados y la culpa de la mentira a la verdad. Es triste ver el entusiasmo histérico con el que el fanatismo celebra los proyectiles que descuartizan muchas vidas humanas. 

"Es muy doloroso ver cómo hasta creyentes quieren que la Iglesia de Cristo le niegue la bendición a quienes la supuesta mayoría ha declarado 'despreciables'"

Y, además, es muy doloroso ver cómo hasta creyentes quieren que la Iglesia de Cristo le niegue la bendición a quienes la supuesta mayoría ha declarado “despreciables”, cómo el fanatismo con el que se celebraba en tiempos de antaño la quema de herejes para enfrentar las epidemias provocadas por la falta de higiene en ciudades y campos.

Aprendí del querido amigo y sacerdote, Monseñor Miguel Ángel Mendoza al recordar a quien es hoy, San Paulo VI como “mártir del equilibrio”.  

Pablo VI vivió las tensiones conciliares y el largo periodo posconciliar caminando por “una línea muy fina” atendiendo las luchas internas entre los distintos grupos de nuestra Iglesia.  

Con el martirio en vida del Papa Francisco por parte de las huestes fanatizadas, he tenido la oportunidad de ver ese fenómeno, como cura y con mis propios ojos.