Jesús afirma la importancia de ser orientado en el aprendizaje de la vida, por alguien que haya ya recorrido camino Aprenderemos de Cristo Maestro el proceso necesario para adquirir un corazón sincero
“Jesús propuso a sus discípulos este ejemplo: ¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; pero cuando termine su aprendizaje, será como su maestro”.
Jesús afirma la importancia de ser orientado en el aprendizaje de la vida, por alguien que haya ya recorrido camino, y pueda instruirnos y aconsejarnos adecuadamente, para lograr en la vida una buena y satisfactoria experiencia.
Ante esta recomendación y con la decisión de asumir este consejo, quizá surja la pregunta, ¿cuál es el proceso a seguir?, porque ciertamente un maestro para la vida no es simplemente aquel, que transmite una doctrina y proporciona buenos consejos y advertencias, es necesario además seguir un proceso, y advertir que el maestro no estará siempre a tu lado para decidir que hacer, sino que cada uno debe asumir la responsabilidad de las propias decisiones.
Un método sencillo y pedagógico
La primera lectura del Eclesiástico, transmite un sencillo y pedagógico proceso a seguir en cuatro pasos:
El primer paso señala que: “Al agitar el cernidor, aparecen las basuras; en la discusión aparecen los defectos del hombre”. Es decir, es indispensable el discernimiento sobre todo lo que vemos, lo que oímos y lo que discutimos; después de analizarlo y reflexionarlo en el interior del propio corazón, lo que queda en el fondo, es lo que cuenta.
El segundo paso lo describe así: “En el horno se prueba la vasija del alfarero; la prueba del hombre está en su razonamiento”. Por tanto, la misma experiencia de poner en práctica lo aprendido es la prueba para constatar si se va forjando el carácter y fortaleciendo las convicciones para cualquier toma de decisión.
El tercer paso afirma: “El fruto muestra cómo ha sido el cultivo de un árbol; la palabra muestra la mentalidad del hombre”. Expresa la necesidad de examinar mi lenguaje y mi conducta, y valorar los frutos logrados con mis decisiones, y a partir de esa revisión identificar mis errores para no repetirlos, y mis aciertos para aprovecharlos.
Jesús confirma este paso al decir: “No hay árbol bueno que produzca frutos malos, ni árbol malo que produzca frutos buenos. Cada árbol se conoce por sus frutos. No se recogen higos de las zarzas, ni se cortan uvas de los espinos. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón, pues la boca habla de lo que está lleno el corazón".
El cuarto paso lo podemos resumir con el reconocido refrán popular: De lo que hay en el corazón habla la boca”. El texto dice: “Nunca alabes a nadie antes de que hable, porque esa es la prueba del hombre”. Que en conclusión consiste en la indispensable actitud de escuchar al otro y conocerlo a fondo, antes de aprobarlo de antemano, o de reprobarlo por los comentarios o críticas de los demás.
También este paso lo señala Jesús a sus discípulos diciendo: “¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano: 'Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo', si no adviertes la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
Poniendo en práctica estos pasos, sin lugar a dudas, aprenderemos de Cristo Maestro el proceso necesario para adquirir un corazón sincero, honesto y transparente como buen discípulo, que da testimonio del amor solidario y fraterno. El próximo miércoles 2 de marzo, iniciaremos el tiempo litúrgico de la Cuaresma, tiempo de gracia para redescubrir nuestra vocación y misión como discípulos de Cristo, tanto de manera personal como comunitaria.
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