"Dios tiene misericordia de nosotros" “Ustedes serán llamados sacerdotes del Señor”

"No lo duden: el Espíritu del Señor está sobre mí"
"No somos mensajeros de malas noticias, sino de las mejores noticias, que puede recibir el ser humano: la Buena Nueva"
"La Iglesia nos llama a renovar nuestras promesas sacerdotales, a remover nuestra conciencia de elegidos y enviados para prolongar la misión de Jesús"
"La Iglesia nos llama a renovar nuestras promesas sacerdotales, a remover nuestra conciencia de elegidos y enviados para prolongar la misión de Jesús"
| Cardenal Carlos Aguiar Retes arzobispo primado de México
¿Qué significa ser llamado a ser sacerdote? Significa ejecutar este ministerio sacerdotal a través del sacramento del orden. Isaías ofrece unas características fundamentales para las cuales fuimos llamados.
Primera característica: "El Espíritu del Señor está sobre mí.” ¿Quién sembró mi vocación? Jesús. A sus discípulos les dio la asistencia del Espíritu. No lo duden: el Espíritu del Señor está sobre mí.
Segunda característica: "Me ha enviado para anunciar la Buena Nueva a los pobres." Ahí está nuestra misión: anunciar la Buena Nueva. No somos mensajeros de malas noticias, sino de las mejores noticias, que puede recibir el ser humano: la Buena Nueva. Normalmente identificamos como "pobres" a aquellos que carecen de lo necesario para vivir dignamente: comida, habitación, salud, etc. Pero quien no ha encontrado al Señor, aún no tiene la experiencia fundamental de saberse amado por Dios. De ese amor nacimos nosotros; es la consecuencia del primer amor que Dios ha dado a nuestra vida.

Tercera característica: "A curar a los de corazón quebrantado.” Hoy, más que nunca, hay tantos corazones quebrantados en nuestra sociedad, en nuestro país, en nuestra ciudad. Nosotros somos enviados por el Señor para curar ese quebranto. ¿Cómo podemos hacerlo? Ofreciéndoles al Señor, dándoles a conocer sus enseñanzas, invitándolos a participar. Particularmente hoy, cuando celebramos la institución de la Eucaristía.
Cuarta característica: "A proclamar el perdón a los cautivos y la libertad a los prisioneros”. También tenemos esta misión: proclamar la libertad a los cautivos. Y no sólo a quienes están en cárceles. Hay muchos cautivos de sus propias pasiones. Todos hemos vivido, de alguna u otra manera, una pasión intensa que nos ha hecho equivocarnos, caer. Un ejemplo clarísimo es la drogadicción. El adicto está cautivo. Y "la libertad a los prisioneros.” ¿Cómo abrir el camino a la libertad? La libertad no es simplemente que las leyes me den la posibilidad de actuar; es mucho más importante ser libre para tomar mis propias decisiones, conforme a los contextos sociales, culturales, humanos y familiares que me toca vivir. Y para eso se necesita escuchar nuestro propio interior, nuestro corazón, ya que siempre Dios siembra buenas inquietudes.
Y quinta característica: "Pregonar el año de la gracia del Señor.” Y justo estamos viviendo un año jubilar. Por encima de cualquier año, un año de júbilo, de alegría. Hay que hacerlo visible, pero también conducir a nuestros fieles a vivirlo como un momento de pausa para interrogarnos hermanos sacerdotes, ministros del Señor: en esto consiste nuestro ministerio. Pensemos entonces, cada uno: ¿cómo estoy ejerciendo mi ministerio? ¿Tengo en cuenta estas características del profeta Isaías? ¿Las he vivido? ¿Me han confortado, alentado?
Por eso estoy aquí. Por eso no he renunciado al ministerio. El salmo nos decía cómo responder: "Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.” Misericordia que debo experimentar yo, para poder anunciarla con firmeza y proclamarla sin cesar. La misericordia que Dios está presente en toda situación, incluso en la más terrible que vivamos. Dios tiene misericordia de nosotros.
El apóstol San Pablo, en la segunda lectura, anuncia algo extraordinario para esta misión, es importante recordarlo: "Jesucristo es aquel que nos amó y nos purificó de nuestros pecados.” Nuestro maestro siempre es Jesucristo. Por eso se encarnó, por eso se hizo hombre, por eso asumió los contextos de su vida. Con esa confianza en Dios Padre, expresó —como lo vamos a recordar mañana—: "En tus manos encomiendo mi espíritu.” Con esa confianza entregó su espíritu al Señor.
Finalmente, el evangelio de San Lucas confirma precisamente esta misión, con las mismas características del profeta Isaías. Porque eso fue lo que le presentaron en Nazaret y, con esa lectura, Jesús asumió su ministerio. Así, con estas características se nos han transmitido por el orden del sacramento del ministerio sacerdotal.

Hoy, en este día, la Iglesia nos convoca ante el obispo respectivo. Formamos parte de este presbiterio, ya sea como incardinados o como religiosos adscritos, todos llamados a trabajar en nuestra Arquidiócesis.
La Iglesia nos llama a renovar nuestras promesas sacerdotales, a remover nuestra conciencia de elegidos y enviados para prolongar la misión de Jesús. Así podremos decir, con el mismo Jesús, al renovar nuestras promesas: "Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.” ¡ Que así sea!
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