Carta semanal de Juan José Omella La calidez del hogar
Muy cerca de nosotros tenemos hermanos que viven hacinados en habitaciones realquiladas, expuestos a que los echen de un día para otro sin ningún motivo, personas que viven en infraviviendas: con humedades, con instalaciones eléctricas deficientes, sin calefacción en el invierno…
Tania huía de su país cuando llegó a Cataluña. En Barcelona le realquilaron una habitación, después ella alquiló su cama y tuvo que pasar seis meses en un sofá. Desde ese momento vivió un éxodo de habitación en habitación en pisos realquilados, hasta trece mudanzas los dos últimos años. Tania tiene una hija de dos años. Ambas sufren la inestabilidad y la inseguridad en la que viven.
Alba vive actualmente en un piso de 55m2 en Barcelona, que comparte con otras diez personas. Es decir, hay once personas en solo dos habitaciones. La falta de espacio y el ruido constante hacen muy difícil que los cinco menores que viven puedan jugar o concentrarse para hacer los deberes. Alba tiene una inquietud constante, está irritable, triste, sin ganas de hacer nada, superada por la situación. Ella y sus hijos están expuestos a muchos problemas de salud, como todas las personas que viven en viviendas que no cumplen las condiciones mínimas de habitabilidad.
Estos dos testimonios, extraídos del informe anual «El hogar es la clave» de Cáritas Diocesana de Barcelona, son solo dos ejemplos de personas que malviven en viviendas que no podemos considerar un hogar. El hogar nos da calor, es un lugar donde nos sentimos seguros, donde podemos edificarnos como personas y desarrollar nuestro proyecto familiar. Es un espacio de intimidad, de proximidad, de compañerismo, de confianza y de protección. Nos da cobijo y a la vez es un lugar donde podemos descansar, recuperar fuerzas, mirar la vida, planificar, soñar… Es gracias al hogar que podemos echar raíces en nuestro entorno, en nuestra comunidad y en la sociedad.
Entonces, ¿cómo puede ser que haya personas en nuestra sociedad que, como Tania y Alba, no puedan tener un hogar digno? Muy cerca de nosotros tenemos hermanos que viven hacinados en habitaciones realquiladas, expuestos a que los echen de un día para otro sin ningún motivo, personas que viven en infraviviendas: con humedades, con instalaciones eléctricas deficientes, sin calefacción en el invierno… María y José también se encontraron muchas puertas cerradas y no tenían a dónde ir.
La familia que vive en amor es la buena tierra donde germina la semilla que Dios ha sembrado en nuestros corazones. Pero es muy difícil tirar adelante una familia sin un hogar. Por ello disfrutar de una vivienda digna y adecuada es un derecho que recoge el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y también el artículo 47 de la Constitución Española. Tener un hogar es fundamental, es la puerta para acceder a la educación, la sanidad o la ciudadanía. Ahora que estamos inmersos en un intenso ciclo electoral, quisiera dirigirme a nuestros políticos para pedirles que no se olviden de este tema.
Queridos hermanos, hagamos que, entre todos, este problema no quede en la sombra. Avancemos juntos hacia una comunidad más fraterna y más solidaria.
Card. Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona