"Prepararnos para la Pascua" "Un regalo inmerecido"

"Hoy os propongo prepararnos para la Pascua con una serie de acciones que, además, en este Año Jubilar, nos dispondrán a acoger con agradecimiento el inmenso e inmerecido don de la indulgencia plenaria"
"Para poder disponernos a recibir el don de las indulgencias plenarias son necesarias unas actitudes y acciones que manifiesten nuestro deseo de vivir unidos a Dios, amando a la Iglesia y a los hermanos"
"Dediquemos estas semanas de Cuaresma a la oración, a las obras de misericordia y penitencia que, además de preparar nuestro corazón para vivir gozosamente la Pascua, nos dispondrán a recibir la indulgencia jubilar"
"Dediquemos estas semanas de Cuaresma a la oración, a las obras de misericordia y penitencia que, además de preparar nuestro corazón para vivir gozosamente la Pascua, nos dispondrán a recibir la indulgencia jubilar"
Hace tres semanas, con motivo del inicio de la Cuaresma, os invitaba a preparar vuestros corazones para la gran fiesta de la Pascua. Os propuse la lectura de la Bula de convocación del Jubileo 2025, que lleva por título Spes non confundit -SnC-. En ella, el Papa nos recuerda que la esperanza «es la virtud teologal por la que aspiramos a la vida eterna como felicidad nuestra».
Hoy os propongoprepararnos para la Pascua con una serie de acciones que, además, en este Año Jubilar, nos dispondrán a acoger con agradecimiento el inmenso e inmerecido don de la indulgencia plenaria. Don aplicable a nosotros mismos o a las almas de los difuntos.

El sacramento de la confesión perdona nuestros pecados. El pecado deja huella en nosotros y tiene unas consecuencias no solo exteriores, ocasionadas por el mal cometido, sino también interiores, dado que entraña un apego desordenado que es necesario purificar durante la vida terrena o, después de la muerte, en el purgatorio.
Gracias a la indulgencia, estos efectos residuales del pecado se extinguen por la gracia de Jesucristo (cf. SnC, 23). Gracias a la indulgencia plenaria recibida de corazón, y no por puro formalismo, la persona que ha pedido perdón por sus pecados queda liberada de la purificación del purgatorio y puede pasar directamente al cielo. Es un regalo que nos demuestra el infinito amor y misericordia de Dios.
Para poder disponernos a recibir el don de las indulgencias plenarias son necesarias unas actitudes y acciones que manifiesten nuestro deseo de vivir unidos a Dios, amando a la Iglesia y a los hermanos. Manifestamos ese amor: (1) rechazando totalmente el pecado; (2) recibiendo el perdón sacramental de los pecados -dentro de los 20 días anteriores o posteriores-; (3) recibiendo la sagrada Eucaristía; y (4) orando por las intenciones del Papa.
Además de estas cuatro premisas, tradicionalmente se completaba la disposición interior a recibir la indulgencia plenaria con la peregrinación a Roma y a otros lugares santos o la visita a los templos sagrados jubilares establecidos por el obispo de la diócesis*.

Con motivo de este año jubilar, además de las visitas o peregrinaciones a los lugares jubilares, los fieles católicos también podrán recibir la indulgencia jubilar si participan en misiones populares, en ejercicios espirituales o en encuentros de formación sobre los textos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica.
El Papa ha dispuesto que también podrán recibir la indulgencia jubilar los fieles que, además de las cuatro premisas anteriormente indicadas, realicen obras de misericordia y de penitencia:
-Visitar a los hermanos enfermos, encarcelados, ancianos, discapacitados, como si visitaran a Cristo.
Abstenerse de distracciones (reales y virtuales) y de consumos superfluos.
-Hacer donativos a los pobres, o sostener obras en favor de la vida, de la infancia abandonada, la juventud en dificultad, de los ancianos solos o de los migrantes.
-E, incluso, dedicar un tiempo significativo al voluntariado.
Queridos hermanos y hermanas, dediquemos estas semanas de Cuaresma a la oración, a las obras de misericordia y penitencia que, además de preparar nuestro corazón para vivir gozosamente la Pascua, nos dispondrán a recibir la indulgencia jubilar. Regalemos, por la infinita misericordia de Dios, el salvoconducto al cielo para nuestros hermanos difuntos que peregrinan en el purgatorio.

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