Caravanas hondureñas
El largo éxodo del pueblo hondureño a la tierra prometida
Siempre me resultó extraño que en España tengamos más noticias de Estados Unidos que de Hispanoamérica, aún cuando nuestra relación histórica con el continente, con sus luces y sus sombras, nos une más a los países de habla hispana que al imperio que destruyó la flota española en Cuba en una de sus acostumbradas guerras basadas en mentiras.
Así ocurre que hoy, en la agenda informativa española, a la que tengo acceso por internet, es muy importante lo que hagan los Estados Unidos, pero lo que ocurre por debajo de la frontera con México tiene menos relevancia, aunque los gritos de quienes sufren las injusticias sean en nuestro idioma. Encuentro así la prensa española presa de una suerte de flujo informativo en que es más importante hablar del bienestar en los países ricos que del sufrimiento en los países pobres, y tanto más en cómo preservar el primero en lugar de acabar con el segundo.
Esta semana, sin embargo, he podido ver en el canal internacional de TVE la noticia de la caravana de migrantes, que salieron de San Pedro Sula con destino a E.E.U.U. por tierra, atravesando Guatemala y México para ello. El corresponsal de TVE en México ni siquiera se desplazó para cubrirlo, posiblemente porque el dinero con que se cubre la información aquí es bien limitado. Una amiga periodista fue la encargada de cubrirlo para Radio Progreso y hacer conocer esta primera caravana del año con destino a América del Norte.
El tema de las migraciones es muy complejo, y creo que todavía no tengo suficiente conocimiento para expresar una opinión formada. De un lado la extracción de recursos y la sangrante situación de pobreza en Honduras parecen a avocar a la población a salir como única salida para salvar su vida. Hay que recordar que Honduras tiene más de un 65% de la población en la pobreza, y sobre un 30% de población en la miseria. Esta pobreza contrasta con un país que tiene permanente buen tiempo, un suelo fértil que permite hasta tres cosechas de maíz al año, y grandes producciones de banano y azúcar... pero cuya riqueza agrícola queda siempre en escasas manos, casi todas extranjeras, por no hablar de una industria que prácticamente emplea a personas por alimento, llegando a cobrarse sueldos de 1.000 Lempiras al mes, lo que en Europa serían 37€. Sin embargo acoger a la gente que migra no salva esta situación. Como bien leí a Zizek hace años, acoger a migrantes es poner cuidados paliativos en vez de curar, porque el problema está en el origen, en una estructura económica, y un sistema, que directamente causará el mal hasta que se cambie, porque se basa en el beneficio como fin que justifica todos los medios para lograrlo.
Es dramático ver a las personas que huyen, no por factores naturales, como los que llevaron a los primeros Sapiens a salir de África e instalarse en Europa hace 60.000 años, o a los hebreos a ir de Canaán a Egipto por ausencia de grano y pastos (Ex 46), sino por factores puramente artificiales como es la configuración de la economía, que ha hecho que los países con recursos sufran guerras, que los mejores climas estén sometidos a grandes imperios para alimentarlos, o que Centroamérica sea hoy un lugar tan pobre. Pero también me resulta dramático tener la memoria de cómo se ve la inmigración en la sociedad opulenta que creció a costa del mal llamado tercer mundo y hoy sufre ante la posibilidad de tener que compartir sus lujos.
No hay más que asomarse a las declaraciones políticas, no tanto para comprobar el racismo repugnante de la ultraderecha representada en tres partidos en España, sino para descubrir en los partidos de izquierdas una patética justificación colonialista de que se necesitan inmigrantes para que "acaben con el invierno demográfico y paguen las pensiones", como si la inserción en la lógica de mercado y su utilización económica fuese el motivo por el que aceptar salvar las vidas en el Mediterráneo o asumir que se saliera de la miseria causada por los imperios en África y América. Tenemos los gobernantes que merecemos, y en este caso los discursos que queremos oír, una parte y la otra de la sociedad, en la que ya no hay ni democracia cristiana a la derecha, ni una izquierda internacionalista que recuerden la vocación colectiva al bien común, y extiendan su proyecto a estos países tan dañados por la peor cara de un capitalismo inhumano, absurdo y suicida.
No sé si esta caravana logrará su objetivo, ya que el imperio maquina para que incluso un país empobrecido como México les haga el trabajo sucio antes de que las familias centroamericanas lleguen a la frontera, y ando siempre confuso sobre cuál es mi papel. De un lado me apena sentir que las familias se verán arrojadas a la miseria donde fueran, que no lograrán todas el objetivo de una vida mejor, que serán deportadas, humilladas y atacadas por pobres... pero por otro lado sus deseos no son sino una legítima aspiración que merece ser escuchada y atendida, especialmente en el país que más ha empobrecido a América Latina y más daño le ha causado a todas estas familias que quieren huir de la miseria. Solo hay que pensar cuánto mal se tiene que estar sufriendo para que una familia sea capaz de dejar todo cuanto posee para recorrer más de 2.000 km a pie, con la incertidumbre de si llegará a un destino mejor.
Estas situaciones de migración no van a disminuir, por mucho que los gobernantes así lo repitan, o los fascistas pretendan violar todos los derechos humanos para que así sea. Los pueblos empobrecidos van a buscar la dignidad que les ha sido arrebatada, y lo harán mientras exista una sangrante desigualdad global que condena a tanta gente a vivir en la miseria mientras otros como Amancio Ortega no pueden materialmente gastar en vida el capital acumulado a base de explotarlos en maquilas y fábricas. El sistema ha trabajado por lograr la gran riqueza de unos pocos eliminando toda la humanidad en el empobrecimiento y explotación de unos muchos que, ahora, prefieren lanzarse a lograr migrando la dignidad que no encuentran en su lugar de origen.
Mientras aprendo a vivir en Honduras y también aprendo de su buena gente, sigo con la duda de qué hacer frente a estos dramas, más allá de dar todo lo bueno que pueda y desear lo mejor a quien se va, con el deseo de que logre cuanto espera antes de que el racismo y el elitismo le deporten por soñar.