Carta de Adviento

Querida Pilar: Releo tu interesante carta donde empiezas manifestando tu perplejidad delante del blanco papel y sintiendo tu mente en blanco. Nos suele pasar, sobre todo cuando no estamos acostumbrados a escribir cartas. Y cartas a mano, que es el camino más propicio para abrir el corazón y vivir una buena comunicación.

Desgraciadamente, la técnica que tiene muchos puntos positivos a su favor, no es tan positiva al tiempo de vivir una comunicación profundamente humana, y a esto habría que añadir la dificultad que pone el ritmo frenético de la vida moderna.

Hoy, lamentablemente, hay muchas “mentes en blanco” que reaccionan delante de unos estímulos humanos externos muy pobres. Cuando en nuestro exterior hay estímulos de profunda belleza y de gran calidad humana. Pero tenemos necesidad de un talante contemplativo y hacernos conscientes de la realidad de la vida: lo bello y lo feo, la bondad y la maldad, lo positivo y lo negativo…

Tú, en tu carta me muestras ese talante contemplativo: Miro el otoño. Está cambiando el verde de sus hojas. Miro la huerta, los campos silenciosos… La mirada se dilata hasta el fondo del horizonte, justo para descubrir la aglomeración de edificios y viviendas de nuestra ciudad… Y pienso en toda la gama de situaciones, sentimientos, problemas: sufrimientos, angustias, injusticias violencias… Algo que parece ser dominante en nuestra sociedad, donde tampoco falta un punto de bondad… Pero, parece emerger con más fuerza lo primero, la sombra, el dolor, el miedo… y el desconcierto y el vacío se va apoderando de la condición humana, a nivel social, y también progresivamente a nivel individual. Ante este vacío de humanidad y de Dios, este tiempo de Adviento nos proporciona un grito, un grito que solo puede nacer de un gran vacío y desesperanza:
¡MARANA THA! ¡VEN, SEÑOR JESÚS!

Un grito, que es un profundo deseo que nace desde lo más íntimo de la naturaleza de un ser humano. Quizás no puede nacer sino un grito en la boca y en el corazón de tantas familias despojadas de sus casas, de lo elemental para subsistir, un grito de un infancia ultrajada, un grito de tantos despojados de la dignidad del trabajo, un grito que quiere desprenderse de la pesada losa de la corrupción y la guerra …

¡MARANA THA! ¡VEN, SEÑOR JESÚS! … Por lo menos un grito de no aceptar el vacío. Un deseo muy vivo. Algo vibra siempre en el corazón del hombre. Porque de alguna manera el hombre es consciente de que existe en él un espacio vacío, un espacio por ocupar, y quiere hacer realidad el verso del poeta:
¡DIOS ES MI UNICO ESPACIO!

Y quiere prepararle ese interior, o esa casa interior o aposento como nos enseña la mística castellana en su poema “Alma buscarme has en Mi” cuando pone el grito en los labios de Dios:
“porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y mi morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada

Dios grita ante la sordera el hombre… El hombre grita ante la dureza del corazón humano y la ausencia de Dios… ADVIENTO es un tiempo para lanzar el grito de un corazón vacío, para manifestar el deseo más vivo, como un primer movimiento para abrir la puerta, y hacer del corazón humano casa, aposento o morada del Dios. ADVIENTO es un tiempo para preparar la Navidad, el NACIMIENTO de Dios en el corazón humano, el encuentro entre lo humano y lo divino. Para que el hombre viva. Preparar el Nacimiento es preparar el corazón para la vida. Es VIVIR. ¿Y qué es vivir?

Esta es la encrucijada. A partir de aquí nacen muchos y diversos caminos. Los caminos de la vida. Pero solamente hay uno auténtico:

Vivir es preparar el espacio para que la vida crezca, para que haya más vida. Esto solo es posible desde el espacio interior, donde están las fuentes de la Vida.

Vivir es dilatar la vida. La vida se cuida, crece… cuando se dilata, cuando se “sirve”. Un servicio que ayuda a que otros vivan el deleite de la vida.

Vivir es preparar el espacio, interior y exterior, para acoger a quien viene a nuestra casa.
ADVIENTO es, pues, una llamada muy fuerte a cuidar la vida. Esta llamada también nos la hacen en la liturgia de este tiempo las grandes figuras bíblicas de Isaías, Juan Bautista y santa María.

Cuidar la vida. Precisamente en este tiempo previo al inicio del invierno en que la naturaleza reposa silenciosa y es necesario cuidar la tierra del corazón porque inevitablemente después del silencio invernal llega el despertar de la primavera. Será la belleza de una vida nueva o un grito renovado y desgarrado que pondrá más hielo en la tierra del corazón.

Yo creo que está claro el camino de una buena preparación del Nacimiento de Dios revestido de nuestra naturaleza humana… Lo demás será juegos bonitos de luces, folklores de la economía humana, … que no van a ninguna parte, o sí: a un vacío más profundo y doloroso del corazón humano.
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