Comer bien la naranja
Esta es la anécdota: Dios busca al ser completo, la plenitud de nuestros sentidos, no la mutilación del yo. Recientemente me ha llamado la atención leer a modo de queja, y sin esperanza alguna, que estamos imposibilitados para la “agudeza del ser”. Podría ser útil reflexionar sobre ello, y yo me lo he planteado en la manera que tengo de comer. ¿Lo hago deprisa sin fijarme en lo que como y sin mostrar aprecio alguno por los alimentos? Curiosamente Donald Nicholl aprendió esto de Thich Nath Hanh. Al observar este último con que velocidad Donald separaba los gajos de una naranja, engullendo el siguiente antes de acabar con el que tenía en la boca, no pudo menos de preguntarle si verdaderamente creía que se había comido aquella naranja.
Todo vuelve. Todo parece volver a la normalidad. Pero, este clima de crispación, de ansiedad creciente, de inseguridad a todos los niveles en las relaciones humanas, ¿puede ser realmente la normalidad a la que volvemos? ¿O, simplemente, nos vamos hundiendo inconscientemente en la anormalidad? Lo normal es ya lo anormal.
Yo creo que estamos deslizándonos por el tobogán de un desequilibrio creciente, cada día más profundo. En unas relaciones humana más difíciles. Nos estamos tragando la naranja con avidez incontrolada. Y ya nos vamos acostumbrando a llamar normal a lo que no es normal, día a lo que es noche, justicia a la injusticia…
La vuelta a la serenidad otoñal no parece que nos vaya a llevar a comer la naranja apaciblemente.
Necesitamos recuperar armonía en nuestras vidas, una vida más humana, más equilibrada con nosotros mismos. Primero conmigo mismo. Siendo consciente de que la naranja va a ser más sabrosa si degusto tranquilamente el gajo, y más si comparto gajos con quien me acompaña en la mesa de mi casa.
Estamos perdiendo esa “agudeza del ser” de la que habla Ester, estamos perdiendo la mirada profunda, sobre nosotros mismos, sobre los demás, sobre la vida. Estamos perdiendo sensibilidad para el detalle concreto de la vida. Todo lo almacenamos, como se almacenan gajos de naranja en una boca atiborrada. Todo lo almacenamos: la fotografía en el móvil, los documentos en el ordenador. Vamos tragando los gajos de la vida, para vomitarlos si es preciso en un momento determinado, o incluso sin ser preciso…
No. Este ritmo de vida no es humano. El hombre necesita caminar en la vida con alegría, y esto solamente lo proporciona la armonía de la persona. Decía san Ireneo, un antiguo Padre de la Iglesia: la gloria de Dios es que el hombre viva. Dios quiere que tu, yo, todos los hombre vivan. Y si no crees en Dios, por lo menos creerás en ti mismo y en tu deseo de vivir. ¡Vive! Falta en la vida del hombre la presencia de una dimensión más contemplativa. Saborear vida, compartir lo que tienes, y sobre todo lo que eres en lo más profundo de tu ser, y descubrir y vivir la experiencia de que la sonrisa que intentas dibujar en la persona que tienes delante de ti se dibuja también en tu espacio interior.
Pero que es la vida? ¿Qué es vivir? Saber que te estás comiendo una naranja. De lo contrario al final vomitarás los gajos. Come en paz los gajos de tu naranja, sentado con otros y compartiendo los gajos. Evidentemente vas a comer menos gajos, pero los masticarás mejor y te sentirás mejor. Física y espiritualmente.
Vive la vida. Lo sugiere perfectamente el poeta Rilke:
Y AUNQUE el hombre quiera huir de sí mismo
como de cárcel que le odia y le retiene,
hay no obstante en el mundo un gran milagro:
Yo siento que toda la vida es vivida.
No lo dudes: la vida es vivida, ¡vive la vida o te la vivirán!