Cuaresma... para escuchar a los profetas

El Papa Francisco nos dice estas palabras proféticas en su mensaje de Cuaresma:
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso necesitamos oír en cada cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan…
Convertíos a mí de todo corazón. Rasgad los corazones, no las vestiduras… (Joel 2,12)
Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es el día de la salvación… (2Cor 6,2)
Hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal… Si cumples lo que yo te mando te bendeciré… (Deut 30,15)
Este es el ayuno que yo quiero: abrir las prisiones injustas partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo… (Is 58,7)

Estas son también palabras proféticas y eternas, que brotan, con otras muchas, de la fuente misma del profetismo bíblico para saciar la sed de toda palabra profética de cualquier tiempo humano.
Esta palabra profética ha ido impregnando la vida de la humanidad a lo largo de los siglos. El hombre se fue haciendo más consciente de las exigencias, de los derechos y obligaciones de la condición humana, y viene un tiempo en que toda esta exigencia de justicia se plasma en los Derechos Humanos, que suscriben, prácticamente, todas las naciones sobre el papel, pero no tanto sobre la vida misma.

Yo creo que aquí se revela una voz profunda, trascendente, en la condición humana, que abre el hombre a la sintonía con la divinidad. Estos también son los caminos de Dios, de este Dios por el que se pregunta hoy mucha gente escéptica que vive inmersa en una humanidad muy problematizada. Pero también por aquí van los caminos de Dios.

“Por medio de hombres y al modo humano Dios nos habla, porque hablando así nos busca” (San Agustín)
Mediante su palabra nos habla y nos busca. Al principio, está la comunicación con Dios por la palabra, mediante la cual nos comunica lo que desea de nosotros.
Dios dirige su palabra por medio de hombres de ese pueblo. Así surge el profeta. (Jer 1,10). Los profetas son mensajeros de la palabra de Dios en la historia y para la historia.

Dios habla por medio de hombres en la historia y para la historia, y ante esa voz unos escuchan y otros se tapan los oídos. También lo hacen ante la palabra profética de los Derechos Humanos.

Pero Dios sigue hablando y mediante su palabra nos habla y nos busca. Los caminos por los que Dios busca al hombre son muy diversos. Yo creo que hay una palabra profética muy fuerte en las dramáticas condiciones y situaciones que está viviendo una parte muy considerable de nuestra humanidad.

El drama de 50 millones de refugiados desde el año 1945. El drama de millones de inmigrantes de nuestros días, buscando simplemente vivir...
El drama de una infancia explotada en el trabajo o como objeto de deseo sexual…
El drama de familias desahuciadas de sus hogares por no tener recursos económicos, a la vez que existen miles de pisos y casas vacíos.

Una corrupción generalizada, donde nadie devuelve lo robado mientras millones se enfrenta cada día a la muerte por inanición en una demostración humillante del poder del dinero
Y para culminar los 800 mil millones de dólares de gastos militares y tráfico de armas, frente a los 9 mil millones en educación.
Los medios de comunicación son una voz evangélica muy fuerte en medio de una sociedad que no quiere oír, que cada día que pasa se hunde más y más en la indiferencia.

El hombre de nuestro tiempo, de nuestra sociedad, se cree seguro bajo el paraguas de los avances tecnológicos de todo tipo y vive con la ilusión de una vida mejor, feliz… El bienestar nos embota a todos los sentidos. Pero las voces de los profetas de hoy no pueden ser acalladas, eliminadas. Todas estas situaciones inhumanas es una verdadera palabra de Dios en la historia y para la historia. Dios habla. Dios habla hoy al hombre. Pero solamente aquel que ha perdido su vitola de persona humana puede afirmar que Dios no habla, que está ausente, o, simplemente, que no existe.

Esto dice el Señor: Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, sus pecados… (Is 58,1)

Oh tú, Dios Vecino, si en la larga noche
te llamo más de una vez con recios golpes,
es porque apenas te siento respirar,
y porque sé que estás tú solo en la sala…
Sólo una leve pared entre nosotros,
casual. Pues bien pudiera ocurrir
que la derribase sin ruido alguno
un grito de tu boca,
o de la mía…

(R.M. Rilke)
Volver arriba