Honradez y justicia
Quizás es mucho imaginar, pero el hombre necesita soñar; en la vida alguien dijo que no hay que llevar todo hasta un final, sino que hay que dejar un margen a la fantasía. A la fantasía o al sueño, como un punto de conciencia que nos empuje luego a hacer realidad esa fantasía o ese sueño.
En este camino puede jugar un buen papel el salmo 14. El salmo empieza con un interrogante:
Señor, ¿Quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
La respuesta es rápida, categórica:
el que procede honradamente y practica la justicia.
La “tienda” era el lugar donde se colocaba el Arca de la Alianza, cuando Israel se dirigía, a través del desierto hacia la Tierra Prometida. Era la tienda del encuentro, (Num 11s) pues en ella Moisés se encontraba con Dios, y recibía Sus orientaciones para conducir al pueblo.
El salmo primero habla de “hospedarse”, lo que hace referencia a algo provisional, pues el huésped no vive de modo permanente en un lugar, y Dios no tiene un espacio donde residir; Dios nos invita más bien a buscarlo y encontrarlo. La relación con Dios siempre es algo dinámico, vivo, que nos quiere provocar una experiencia viva con su presencia, o, como dice el profeta, un fuego devorador (Is 33,14). No se sale igual que se entra cuando vivimos una experiencia de este Dios. Dios no pasa en vano por la vida de la persona humana.
Pero Dios va más allá de lo provisional. El ha querido habitar entre nosotros, para que nosotros habitemos en él, en su monte santo, como alusión al espacio donde el Señor se ha revelado a sí mismo en toda su gloria. Podemos pensar en el monte de las Bienaventuranzas, en el Tabor, el Calvario, el monte de la Ascensión… como momentos del evangelio donde se revela el Señor en toda profundidad o en toda su gloria. Y en este monte nos llama a habitar. En este monte es donde podemos encontrar el reposo. Nosotros necesitamos descubrir y vivir la sabiduría de otro salmo:
Amo, Señor, la belleza de tu Casa,
el lugar donde reside tu gloria
(Sal 25)
Pero hay una doble condición: la honradez y la justicia. Y esta doble condición queda explicitada en el salmo con varias condiciones muy concretas, que nos apunta el salmo:
El que habla honradamente y practica la justicia,
que dice la verdad en su corazón
que no difunde calumnias cuando habla,
que no hace mal a su prójimo
Este es el camino, para habitar en un fuego devorador y en una hoguera perpetua, que también nos sugiere Isaías (Is 33,14s) haciendo alusión a otros preceptos semejantes que invitan a hablar con honradez y practicar la justicia.
Este es el camino para buscar a Dios y vivir (Cf. Am 5,4). En nuestra búsqueda no tenemos que buscar el camino, porque el mismo Dios se ha hecho camino en nuestra propia naturaleza; el camino será encontrarme con él.
Dirá san Bernardo: uno sólo entre los hombres ha sido sin mancha en esta vida: Emmanuel (Cant . Serm 78,4)
Por ello se nos invita ante la sugestión del enemigo a estampar nuestros malos pensamientos contra el Cristo. Pues, verdaderamente, él es el Justo, es quien nos enseña los caminos de la justicia. Dice san Bernardo:
“El perfume de tu justicia se difunde por todas partes con los aromas de su sabiduría; no sólo eres justo, sino la justicia misma: la justicia que hace justos. Y eres tan poderoso para justificar como rico para perdonar… (Ct. Sermón 22,8)
Hoy se honra la justicia y mañana responderá. Hoy la práctica, mañana el fruto. Y como no hay cosecha sin siembra, tampoco se dará visión de la majestad si ahora se desprecia la santidad. No despuntará el Sol de la gloria en quien no hubiese aparecido el Sol de justicia. No amanecerá el mañana para quien no amanece hoy. El mismo a quien Dios Padre hizo para nosotros hoy justicia, aparecerá mañana como vida nuestra, para que nos manifestemos gloriosos con él. (Serm. 5,3 Vigilia de Navidad)
Quien escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construye su casa sobre la roca. Y la roca es la Palabra