La Navidad que no llega
Una primera experiencia que tenemos al nacer es la de la luz. Y la vida nos va enseñando que en la oscuridad nos movemos con dificultad, nos sentimos incómodos. Pero la tragedia es que tengamos miedo a la luz, estando destinados a la luz, y moviéndonos mal en la oscuridad que rehuyamos la luz.
El camino a la fiesta de Navidad es un camino hacia la luz. Un camino al encuentro de Aquel que nos dirá: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, tendrá la luz de la vida (Jn 8,12)
El camino de Adviento que nos quiere llevar a la experiencia del misterio de luz de Navidad es subrayado por el canto de varias antífonas de la liturgia:
Mirad, el Señor viene de lejos y su resplandor llena la tierra. (Ant.mariana, vísperas, Dom 1 Adviento)
El Señor llegará con poder, para que los ojos de sus siervos vean la luz. (Ant. Laudes, Dom 2 Adviento)
El Señor vendrá con todos sus santos y aquel atardecer estará desbordante de luz. (Ant. De vísperas.Dom.1 Adviento)
La sabiduría de este mundo ha captado bien el mensaje que lleva la luz para la vida del hombre. Y en consecuencia, llena nuestro entorno exterior de luces, para exclamar a continuación: ¡Aquí ya es Navidad! Y no es Navidad. Porque no bastan unas luces externas, una luminaria que nos deslumbre por fuera y que se apagará pronto con la “cuesta de enero” u otras cuestas más que se adhieren en el día a día.
No. La Navidad no llega. No llegará mientras no hagamos una opción seria y permanente por la luz. La Navidad es el encuentro con Dios que se nos acerca como luz, y que quiere hacer de nosotros luz. No pertenecemos a la noche ni a las tinieblas, sino a la luz, somos hijos de la luz (cfr 1 Tes 5)
Navidad es el encuentro con nuestro Dios que viene como siervo humilde a poner la luz en nuestra vida. A revelar nuestra profundidad, la gran dignidad y grandeza de todo lo humano, a revelar lo secreto de nuestro corazón y separar las tinieblas de la luz. Por ello necesitamos una actitud de escucha. Dios nos habla a través de nuestra humanidad. El hombre debe escuchar. Dios viene a la humanidad a hablar de luz, de su luz; a hacer presente su luz
Y nuestra humanidad son los pueblos atormentados por la guerra en Oriente, y otros espacios de nuestro planeta. Nuestra humanidad son los pueblos desplazados de su tierra, perseguidos… Nuestra humanidad son las innumerables personas hundidas en la miseria en un contraste sangrante con los innumerables millones de evasión fiscal. Nuestra humanidad son los millones de niños que no tiene acceso a una educación, y trabajan en condiciones de esclavitud…. Hay mucha oscuridad en nuestra sociedad. Una sociedad de la que se va apoderando la corrupción… No hay una opción clara por la luz. A lo sumo llegamos a la penumbra. A pequeños islotes de penumbra.
Estos no son los caminos de Navidad. En Navidad celebramos el nacimiento del Justo, que viene sobre todo como luz para nuestras oscuridades. Será la justicia la que nos pondrá en el camino de la luz como sugiere el profeta: Romper las cadenas injustas, soltar las coyundas del yugo. Compartir tu pan con el hambriento, acoger en tu casa a los sin techo, vestir a los que van desnudos y no abandonar a tus semejantes. ENTONCES SURGIRÁ TU LUZ COMO LA AURORA (Is 58,6s)
Hay que buscar en la noche, avivar el deseo del alba, el deseo de la nueva luz. La noche no debe arrebatarnos la esperanza. Los grandes acontecimientos del misterio de Dios entre los hombres han tenido lugar en la noche. Como si el silencio de la noche fuese el espacio querido por Dios para decir con más fuerza su Palabra de vida, amor, de luz.