Pascua, camino de humanización
Vosotros también habéis comido con él, ¿no? ¿Recordáis la invitación del principio de la Semana Grande?:
Mira que estoy a la puerta llamando: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos (Apoc 3,19)
¿Has abierto la puerta, para que se sentara a tu mesa? ¿Qué hace Pedro en su primer testimonio de Jesús Resucitado? Nos traza un sencillo plano de la trayectoria de Jesús durante su vida humana:
Dios lo consagró y ungió con el ES con poder, pasó por todas partes haciendo el bien, curando, lo mataron colgándolo del madero de la cruz y Dios al tercer día lo ha resucitado.
Hoy, después de los días de Semana Santa, puedes decir y cantar desde el corazón la antífona: Realmente el Señor ha resucitado, aleluya. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.
Porque, verdaderamente solamente se puede cantar de verdad ese aleluya si el Señor ha pasado curando y sanando tu corazón.
Y entonces podemos decir y cantar el salmo:
Hoy es el día en que ha obrado el Señor, alegrémonos y celebrémoslo…
Esta experiencia se resuelve en una profunda e íntima alegría que se manifiesta en un canto de comunión con los hermanos. Nos lo pone de relieve las palabras de este gran poeta que es Juan Maragall:
“Es la alegría del Resucitado, la más fuerte que puede haber, porque brota del dolor y de la muerte.
Este es el día que hizo el Señor; regocijémonos con él. El día que hizo el Señor; el mundo vuelve a ser tal cual salió de las manos de Dios. ¡Oh la siempre renovada visión del primer día del mundo! ¡Oh la eterna visión de primavera en el fondo del alma humana!
He aquí que resurge como nuevo en los aires el día de la Resurrección del Señor. Hoy es también el primer día de la primavera. No importa que haya entrado ya en el tiempo hace unos días, si hoy la divina solemnidad de la Pascua la llenó de sentido. Hoy el hombre sabe lo que es primavera, y por primera vez dignamente la canta. Cuando sonaron las campanas de Pascua todo prorrumpió en júbilo, la noche se llenó de estrellas y de cantos, el día amaneció con otra luz… Los campos eran los mismos de ayer, igual su verdor, igual el sol y las nubes lo mismo; pero nosotros lo veíamos ya todo de una manera nueva. ¿Qué ha pasado? Era la resurrección, era la fiesta que llevábamos dentro, que nos iluminaba todo lo de fuera. La primavera se hace Resurrección, se ha humanizado. Es el día que hizo el Señor, regocijémonos con él.
Nosotros lo vemos todo de una manera nueva”.
Lo vemos todo de una manera nueva… Estas palabras de Maragall me traen el recuerdo de una experiencia profunda, bellísima, que viví en la Parroquia en una Vigilia Pascual en la cual hubo el bautizo de varios niños. En un momento de la celebración miré al primer banco de la iglesia y contemplé a una de las madres mirando a su hijo recostado en una cuna. Se me quedó grabada en el corazón la mirada de aquella madre… Era la mirada de una madre que continúa dando calor de vida al hijo. La mirada de la madre, siempre es una fuente de vida para su hijo.
Pues no dudéis que esta es también la mirada de Dios en el interior de vuestro corazón. Esta mirada de Dios en nuestro interior nos pone la fiesta en el corazón, y su Palabra nos da capacidad para iluminar lo de fuera.
Y la fiesta del corazón nos proporciona una mirada maternal, nos da una capacidad de mirar lo de fuera de nosotros con ternura, la ternura de un Dios resucitado. Es la mirada que nos permite humanizar todas las cosas, nuestra vida, nuestra relación con los demás.
Reconoce tu mirada y descubre si la noticia de la resurrección llegó a tu corazón.
En estos 50 días de las fiestas de Pascua, además de cantar con fe el ALELUYA, pon atención a si ves las cosas, las mismas cosas de antes, con una mirada nueva, con una mirada humanizadora. Será una hermosa garantía de tu fe en el Resucitado.