El camino de la vida
¡muy corto para decir!
¡muy largo para seguir!
¡Un sonido, vulgar, extraño!
¡Un camino!
Sensación de pena y de sufrimiento
promesa de paz y premio
¡Un camino!...
Los caminos son la angustia primera
del tosco y alejado corazón,
que no sabe en qué consiste
y por saberlo se pone a caminar.
Caminos, serpientes encantadas,
que hacéis el peso amable,
de quien desea librarse de él,
de la propia tristeza solitaria,
y busca otra sonrisa
otra vida, otro grito,
e incluso un mundo diferente
para poder vivir.
Existe un libro muy interesante titulado “¿Quién ha dicho que vivir sea fácil?” del sacerdote José Chamizo, durante varios años Defensor del Pueblo Andaluz, que ha dedicado muchos años, y pienso que los seguirá dedicando, a los problemas relacionados con la exclusión social. Exclusión social con muchos y sangrantes matices: paro, droga, sin techo, cárceles…
Una exclusión social que nos habla con palabra fuerte y clara que el camino de la vida no es fácil, que en ella se encarnan las palabras de este poema de Sagarra: la vida para ellos es un camino más largo, pero más duro; una vida, cuyo nombre les impedirá pronunciar su dolor, su angustia. Gentes, personas, quizás de tosco y alejado corazón, pero que hacen el camino de la vida con una esperanza de ver aligerar el peso del camino, y esbozar siquiera una sonrisa en cualquier día fugazmente radiante. Excluidos sociales que hacen el camino de la vida buscando otra vida, otro grito, incluso un mundo diferente para poder vivir.
José M. de Sagarra incluye este poema en un escrito más amplio titulado Poema de Navidad. Su escrito rezuma esperanza, porque Alguien trajo esa sonrisa, otra vida, otro grito que proclama la posibilidad de un mundo diferente.
Ese Alguien nos habló con voz humana incorporándose a nuestro camino, y nos va diciendo por el camino:
La necesidad de obrar honradamente, con una conducta íntegra
La necesidad de actuar con rectitud, de practicar la justicia
La necesidad de ser instrumentos de la verdad
La necesidad de no calumniar con la lengua
La necesidad de no ser instrumento de agravio contra nadie…
La necesidad de no ser esclavos del dinero,
ni estar esclavizados por la corrupción… (Cf. Sal 14)
Es la Palabra del Camino, muy corto para decir, muy largo para seguir. Un sonido vulgar y extraño para muchos, pero del que todos tenemos necesidad de deletrear cuidadosamente.
¡Un camino!... Una palabra que nos invita a programar nuestro camino con otros perfiles.
Es posible programar el camino con otros horizontes, es posible trazar el camino con otro perfil más humano. Y creo no estar equivocado cuando pienso en la riqueza que se evade y oculta en paraísos fiscales, y que sería suficiente para plantear una solución al problema del paro. Un programa que pide a todos más conciencia y solidaridad social.
Creo no estar equivocado si pienso y digo que mientras el 1% de la población tenga el 90% de la riqueza de la tierra no puede haber buen ambiente en el camino, pues tanta riqueza amontonada se va pudriendo y pone mal olor en el camino. Un cierto olor a podrido. Los malos olores son molestos para todos, incluso para los que tienen atrofiado el olfato.
Creo no estar equivocado si digo que cuando el 11% de la población mundial no tiene agua potable, el resto del agua mundial se nos puede contaminar si no nos concienciamos del despilfarro del agua y de otros flagrantes atentados contra el medio ambiente.
Nos sentimos incómodos ante desigualdades tan duras que siembran el camino de angustia y preocupación. Y nos gustaría caminar con otra sonrisa… Y de hecho ya hay
otra sonrisa
otra vida, otro grito,
e incluso un mundo diferente
para poder vivir...
pero necesitamos mirar a los ojos de quien nos acompaña en el camino, y dejar que tu mirada emerja desde tu espacio interior, lo más precioso y santo de tu persona: tu corazón. Estrella tus malos pensamientos contra el Cristo. El grito de Cristo puede dibujar en tu vida esa sonrisa nueva que necesitamos, y hacer del camino un mundo diferente. El Señor, en su bondad, nos indica el camino de la vida.