¿Todo a la carta?

Señor, yo amo la casa donde moras,
el lugar donde reside tu gloria.
No me quites el aliento como a los pecadores,
que en su izquierda llevan infamias
y llenan su derecha de sobornos….
(Sal 25)

“Yo amo la belleza de tu casa… No me quites el aliento… Eres Tú quien nos infundes un aliento de vida; sin él ¿como podría amar tu casa? Esta casa de Dios es el corazón humano. En este espacio se desvanece el aliento del Señor por nuestras infidelidades, y aparece un panorama sombrío: infamias a la izquierda, sobornos a la derecha; una corrupción profundamente extendida. En la sociedad, en la Iglesia. Falta de un compromiso serio por la honradez y la justicia. Necesitamos un aliento de vida…

¿Quién habita en esta casa? ¿quién habitará en tu templo? Esta casa, este templo es el corazón humano; es tu espacio interior más íntimo. Por lo tanto no debemos caminar hacia un determinado lugar físico para gozar de la gloria y del resplandor de Dios, sino hacia el hombre, a la búsqueda de un corazón más humano. Ya nos recuerda san Ireneo que la gloria de Dios es el hombre viviente.

Se trata de hacer un camino a lo profundo de la vida humana, de ejercitarnos en una interiorización que nos permita escuchar una voz profunda, y recibir como una suave caricia la brisa de Dios, que nos vivifica. Nos falta vida, nos falta aliento de vida. Estamos actualizando y viviendo, dura y cruelmente, las palabras de san Pablo:
"¿Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si uno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros". (1Cor 3,16)

Nos estamos transformando en un vertido exterior extraño y maloliente, perdiendo el aliento de la mejor vida, alienados de la voz interior. Nos sucede algo parecido a lo que vivía san Agustín cuando buscaba sentido a su existencia: "Tú estabas dentro de mí y yo estaba fuera y allí te buscaba. Y como un ser envilecido me lanzaba sobre las cosas hermosas que tú has creado. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Me llamaste. Me gritaste…" (Las Confesiones, L.10,27)

El oído humano se hace solo receptor de fantasmas externos y extraños. Pierde los puntos de referencia más vitales. Y entonces, todo vale. El hombre se ha convertido en un enigma para sí mismo. Ésta es su enfermedad. (o. c. L. 10,33)

¡Todo vale! “Valen” las palabras para criticar a un Papa, crítica que sale de la boca de quienes le eligieron, acusándole de ser más de izquierdas que de derechas… o afirmar que es ilegítimo… Cuando Dios nos ha hecho con derecha y con izquierda, y el hombre debe utilizar ambas sabiamente. Todo vale, pero teniendo siempre “yo”, “mi yo” la preferencia. Servicio a la carta.

Los hay que quieren decidir o votar, pero no nos dicen el precio a pagar por la papeleta; y nos llevan repitiendo el slogan con tanta fuerza que no dejan oír otras voces. No permiten escucharlas. Todo vale. Servicio a la carta.

Otros nos “machacan” con la legalidad, la ley. Administradores de la ley, que aplican no para fomentar más vida y diálogo en la vida social, sino para tener sometidas a las personas a unos intereses particulares… Cuando es proverbial que la ley se ha hecho para el hombre, para enderezar la vida social en el orden y en una mayor calidad de vida. La ley es para el hombre, pero no es el hombre esclavo de la ley. Todo vale. Servicio a la carta.

Estos meses que se invoca tanto la Constitución, uno se pregunta acerca del garante de esta ley fundamental para una sana convivencia, porque en ella se plasman derechos sobre la vivienda, el trabajo, la educación… También aquí servicios a la carta, pero hay menús que no están al alcance de todos los “bolsillos”. ¿Quién incumple la ley?...

Podríamos hacer una lista muy larga… que evidencia que el hombre se ha convertido en un enigma para sí mismo y busca la solución. Pero la busca fuera de sí. En un servicio a la carta. Y en este espacio cada vez la oscuridad es más densa. Os volvería a recordar la palabra de sabiduría: "¿Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si uno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él".

Es preciso volver al espacio interior. Y recoger en él las palabras sabias:

Hijo mío, haz caso de mis palabras,
guárdalas dentro del pecho
pues son vida para el que las consigue…
Por encima de todo guarda tu corazón
porque de él brota la vida
(Prov 4,20)

Es necesario escuchar la vibración interior, sabiendo que a través de ella la vida sube a la vida, como un rumor de aguas vivas:

Bebe agua de tu aljibe,
bebe a chorros de tu pozo,
no derrames por la calle tu manantial,
ni tus acequias por las plazas

(Prov 5,15)

Las aguas vivas que nacen en el interior de la tierra, para saciar tu sed. También para dar de beber al sediento, a la tierra sedienta. Cuando todo es a la carta, se busca preferentemente un buen vino, que dicen que “alegra el corazón”, pero nubla la mirada y envuelve a la persona en una densa niebla.

Es preciso preparar el corazón, trabajar el corazón. Pero solo hay Uno que sondea el corazón, solo hay Uno que puede llegar hasta lo profundo de la persona y encauzar sus aguas. Pero este Uno no es “yo”, ni eres “tú”, pues no somos únicos. Hombre, mujer…bebe agua de tu aljibe y ofrece agua fresca, agua viva, a quienes se acercan al dintel de tu pozo.
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