La difícil pero posible alegría pascual
Es una invitación que repite san Pablo a los cristianos de Filipos:
Como cristianos, estad siempre alegres, os lo repito, estad alegres. Que todo el mundo note lo comprensivos que sois. El Señor está cerca. No os agobiéis por nada… y la paz de Dios custodiara vuestra mente y vuestros pensamientos (Filp 4,4s)
También lo hace a los cristianos de Tesalónica:
Estas alegres, orad constantemente, dad gracias, porque esto quiere Dios de vosotros como cristianos. No apaguéis el Espíritu; examinadlo todo, retened lo que haya de bueno. (Tes 5,17)
Los motivos para la alegría que sugiere san Pablo están en la cercanía del Señor al corazón humano, están en la voluntad y la paz que nos manifiesta Dios; están en el fuego interior de su Espíritu. Estad alegres, esto es lo que quiere Dios de nosotros, los cristianos. Una alegría que es preciso manifestar, hoy, mediante una sensibilidad y ternura humanas.
“La alegría mana dentro, callada, con raíces profundas… Es la hermana de la seriedad; donde está una, se halla también la otra. Aquí vamos a tratar de una alegría a la que podemos dar cauce. De una alegría que todos pueden poseer, con el mismo derecho, cualquiera que sea su índole”. (R. Guardini, Cartas sobre autoafirmación, 1966, p.9-10)
La alegría es un don recibido. La alegría es un sentimiento en el cual lo que se recibe ingresa en nuestra intimidad como un don, que es vivenciado como tal, y se muestra como claridad como luz; se experimenta una sobre-iluminación y un brío, una energía que tiene como correspondencia el abrirse, darse… Tiende pues a impulsar nuestra persona hacia fuera. Transita hacia otros, mientras que la diversión y el goce se cierran más en la individualidad de uno.
El don que hace nacer la alegría en el corazón humano es el don que nos ha hecho el Padre por medio de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Es la voz de Dios, que ha dicho, que ha pronunciado su Palabra en el centro de la humanidad, con la belleza de la Creación en un primer momento; y que ha renovado el corazón del hombre con la belleza de la Redención, que es el amor manifestado hasta arraigar en el corazón de la humanidad.
Así es como Dios nos quiere poner en el camino de la libertad, liberación de todas las esclavitudes que son numerosas en el corazón humano.
De esta forma se dibuja todo un camino de complicidad divina-humana que nace en el seno de la noche. La luz brilla en las tinieblas. La luz de Dios comienza a brillar en la noche confusa y oscura donde se hace oír el eco de la primera Palabra: Hágase la luz. La luz que se hará presente en la noche de Egipto, en las noches del desierto, en tantas situaciones de la historia de su pueblo, duro de corazón; en la noche de Belén, la noche del Calvario y del sepulcro…. Siempre la noche, como el tiempo más precioso para dar lugar a un nuevo amanecer, a la luz que ya no tendrá ocaso. La noche, es la tierra buena donde germina la semilla de la Palabra.
Por esto la garganta del pregonero de la Pascua exulta:
¡Que noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos
Pero ¿ha resucitado, verdaderamente? ¿Se percibe esta alegría en la vida de los cristianos? O ¿acaso todavía estamos en la penumbra u oscuridad de la noche?
Ciertamente, hay todavía noche, una larga noche en la escena del mundo. Fácilmente nos viene este sentimiento, esta certeza al repasar la prensa cada mañana. Hay todavía noche para
Aquellos que
nacieron para cantar una canción
pero el verso que los sostenía
se borró tras un hálito de sangre,
y ahora viven
fusil en mano…
Hay todavía noche en el mundo que sangra, herido por la razón de la fuerza…
Hay noche cerrada bajo una violencia que gira disfrazada de orden, orillando sin pausa a los que da por desgastados…
Hay noche cuando la seducción del dinero amenaza el perfume de lo vivo…
Hay noche en los espacios del hambre, éxodos de hambre…
Ha resucitado, cierto, pero continúa la noche. Ha apuntado el amanecer, podemos cantar:
¡Que noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
En que Cristo resucitó de entre los muertos
Este momento ya no se desvanece, la luz de la eternidad ha quedado encendida en la noche del tiempo. El cirio pascual ya no se apaga. Pero es necesario encender nuestras pequeñas lámparas en la luz que arde en la noche. Y tenemos que preguntarnos ¿qué hacemos con la luz?... Para no perder el tiempo e ir a la deriva
No vamos a la deriva, se trata de poner luz en la noche, despertar la conciencia para que se desvanezca ese verso que genera más noche:
Pasa el tiempo
y nosotros,
distraídos,
miramos a otra parte
mientras ríen los jerarcas
del mundo conformado