Iglesia de personalidades
Que faltan auténticas personalidades desempeñando cargos representativos en la Iglesia, auténticos líderes espirituales, sociales y de opinión, que muevan las conciencias y los corazones de los creyentes hacia un futuro en pos de las promesas del Señor, es un grito a voces. Es patente la crisis de liderazgo. No motivamos prácticamente a nadie. Y no estoy hablando de motivar a los no creyentes. Estoy hablando de que ni a los mismos creyentes interesamos. Y nos mantenemos, así, en una resignada deriva decadente complacida, en la que parece que nos sentimos confortablemente cómodos. ¨Comamos y bebamos que mañana moriremos...¨.
El problema está en el proceso de promoción y elección, evidentemente. Y es que este sistema de cooptación clerical endogámica, con la intención prioritaria fundamental de contentar a las distintas facciones clericales en disputa, ha fracasado estrepitosamente. Como la naturaleza divina de la institución eclesiástica no es hipostática, podemos hacer crítica constructiva. No es Palabra de Dios. En el día de hoy, la elección de los líderes dentro de la Iglesia es un asunto meramente clerical, un juego de tronos eclesiástico, del que el Pueblo de Dios está ajeno o, lo que es peor, completamente desinteresado...
El sentir y el pensar del Pueblo de Dios, en especial de los verdaderos creyentes (no estoy hablando de los "empadronados en las sacristías", ni de los "luchadores sociales" por causas utópicas, de otros mundos y otras humanidades), es el elemento fundamental que en estos tiempos (en todos, pero en especial en estos) tiene que prevalecer. Los creyentes tienen que identificarse con sus líderes, y los líderes tienen que identificarse y entregarse en cuerpo y alma al servicio del Pueblo de Dios, como el mismo Señor hizo.
Y no estoy hablando de convocar reuniones (del nivel eclesiástico que sea) para "conocer las preocupaciones" de la gente. Ese es el típico truco de los clérigos que, en un ejercicio de gatopardismo, quieren aparentar que hacen mucho, para luego no hacer absolutamente nada.
Ya sabemos lo que los creyentes, e incluso los no creyentes, necesitan: Jesucristo resucitado y la Vida nueva que él nos ganó con su Resurrección.
Urge, por tanto, que sean reconocidas y promovidas personalidades auténticas, auténticos líderes que empujen al Pueblo de Dios hacia horizontes de esperanza, que son los que el Señor quiere para su pueblo y para todos los pueblos de la tierra...
Mientras no se escuche este grito ensordecedor, y sean promovidas autenticas personalidades dentro de la Iglesia, seguiremos plácidamente la senda del ocaso hasta la consunción total en un par de generaciones...
Necesitamos una Iglesia de personalidades, con líderes como los de antes:
"Jesé hizo llamar a David, que era un joven de piel morena, ojos brillantes y muy bien parecido. Entonces Dios le dijo a Samuel: «Levántate y échale aceite en la cabeza, porque él es mi elegido»...".