Un santo para cada día: 22 de noviembre Santa Cecilia (Patrona de los músicos)
| Francisca Abad Martín
Es una de las santas más conocidas a lo largo de la historia cristiana. Desde muy antiguo era ya mencionada en el Canon de la Misa, y en el rezo de “Las Horas” con estas indicadoras palabras: “El culto de Santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en Roma una basílica en el siglo V, se difundió ampliamente a causa del relato de su martirio, en el que es ensalzada como ejemplo perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo”.
Acerca de la fecha de su nacimiento y de su martirio hay mucha disparidad de opiniones. Las fechas oscilan entre el 180 y el 230. Conocemos algo de la historia de Santa Cecilia gracias a la aparición, a mediados del siglo V, de unos textos llamados “Actas del martirio de Santa Cecilia”, textos anónimos, escritos en latín y traducidos luego al griego. En ellos se dice que era una joven romana, convertida al cristianismo y que sus padres la casaron con Valeriano, un noble que era pagano, al que en la misma noche de bodas la joven le hace saber que se había entregado a Dios y que su virginidad estaba custodiada por un ángel. El marido, por si acaso, no osó tocarla y muerto de curiosidad quiso ver al ángel, pero Cecilia le dijo que solo lo podría ver cuando se hiciera cristiano y se bautizara.
Se vivían tiempos difíciles para los cristianos, que eran muy perseguidos y se refugiaban en las catacumbas para celebrar sus ceremonias de culto y enterrar a sus muertos. Cecilia envía a su esposo Valeriano a la Vía Apia, donde había de encontrarse con el Obispo Urbano. Él obedeció y el obispo Urbano le bautizó y regresó junto a Cecilia. Entonces se les apareció el ángel a los dos y les coronó como a esposos con rosas y azucenas. El hermano de Valeriano, llamado Tiburcio se acercó a ellos y también fue convertido al cristianismo. El prefecto Turcio Almaquio condenó a ambos hermanos a la muerte, designando al funcionario Máximo para que ejecutara la sentencia, pero éste también se convirtió al cristianismo, sufriendo el martirio juntamente con los dos hermanos. Cecilia recogió los cadáveres y los enterró en las catacumbas de Pretextato.
Parece ser, por las excavaciones recientemente realizadas, que Cecilia inició después la construcción de otras catacumbas, las de San Calixto, donde preparó su propia sepultura, pues sabía que tarde o temprano vendrían a por ella. En esas catacumbas de San Calixto fueron enterrados papas, obispos y confesores mártires.
A los pocos meses Turcio Almaquio vio la forma de confiscar los bienes de Cecilia y poder apoderarse de ellos. La llamó a su tribunal y le ordenó ofrecer incienso a sus dioses. Ante su negativa, la encerró en el cuarto por donde pasaban todos los tubos encargados de la calefacción, un lugar aquel en el que la temperatura era asfixiante, pero ella, lo aguantaba todo y seguía cantando alegremente himnos a Dios. Debe ser por eso y también porque según las actas, durante el banquete de bodas, “mientras la música sonaba, ella rezaba oraciones en su corazón” por lo que fue nombrada patrona de la música de modo que, a partir del Renacimiento, a esta santa se la ha venido representando rodeada de instrumentos musicales. Viendo que Cecilia resistía los tormentos y que no moría a pesar de aumentar la temperatura, Turcio Almaquio dio la orden para que el verdugo la degollara, éste le asestó tres duros golpes, pero, a pesar de haber derramado sangre en abundancia, tampoco acababa de morir por lo que la dejaron a su suerte y dicen que aún sobrevivió tres días, a la espera de que la visitara el Papa Urbano quien la recogería después de muerta y se encargaría de enterrarla en las catacumbas de San Calixto, en el sepulcro que ella había preparado. En 1594, el Papa Gregorio XIII la canonizó, nombrándola patrona de los músicos y los poetas.
Reflexión desde el contexto actual:
Cecilia, mujer intrépida, nos sorprende por su arrojo y valor. Como todos los mártires, llegado el momento supo dar el más auténtico testimonio de amor y amistad que pueda darse: “Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos”. A la mayoría de quienes somos cristianos no se nos ha exigido tanto y lo poco que se nos ha pedido lo hemos dado a regañadientes, si es que acabamos dándolo. Urge una reconversión para estar preparados por si acaso tuviéramos que hacer frente a alguna forma de martirio, aunque éste fuera de forma incruenta.Nunca se sabe.