Con clara e informada conciencia y en paz con Dios, miembros de pleno derecho de la Iglesia
El párrafo decisivo del capítulo VIII de la reciente exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia del papa Francisco, acerca de la pastoral de matrimonios y parejas, reza así:
¨Si, como resultado del proceso de discernimiento, emprendido con ‘humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y con el deseo de alcanzar una respuesta a ella más perfecta" (AL 300), una persona separada o divorciada que vive en una relación consigue con clara e informada conciencia, reconocer y creer que ella o él están en paz con Dios, ella o él no pueden ser impedidos de participar de los sacramentos de la reconciliación o eucaristía (cf. AL, notas 336 y 351).
El interés de esta afirmación no se circunscribe solamente a la pastoral de matrimonios y de parejas en el tiempo presente. Tiene un alcance aún mayor.
Démosle un sentido más general:
¨Si, como resultado del proceso de discernimiento... una persona... consigue con clara e informada conciencia, reconocer y creer que [está] en paz con Dios, no [puede] ser [impedida] de [pertenecer a la Iglesia] (¿no es la recepcion de los sacramentos la manifestación pública sacramental de la pertenencia a la Iglesia?)¨.
El interés de esta afirmación básica radica en que con ella se abre la puerta para poder vivir de otra forma ¨la Religión¨. De una ¨religión ïmpuesta¨, a vivir la "religión como yo creo en conciencia y en paz con Dios", sin imposiciones externas morales, canónicas o punitivas de ningún tipo. Esto es, se impone vivir la religión "en conciencia", "en libertad", "en espíritu y verdad", "en paz con Dios...". Es el respeto, en fin, a la conciencia personal, la "conciencia cierta" de la que tanto se habla "por lo bajinis" en las clases de moral fundamental, y que parece que ahora nos toca promoverla y apoyarla con todas las consecuencias... ¿Estamos preparados para ello?
Se abre también la puerta, así, para poder caminar y hacer realidad la "unidad en la diversidad" de todas las confesiones cristianas, y todos viviendo ¨en conciencia y en paz con Dios¨, unidad, por cierto, que ya está en proceso y además es deseada por todos. Nos jugamos la supervivencia, y el "miedo" a la desaparición (ïnstinto de supervivencia¨) es un factor unitivo muy poderoso, que facilitará el despejar el camino hacia la ¨unidad en la diversidad de todos¨. Cuando la supervivencia está en entredicho, los matices teológicos pasan a un muy segundo término. Se resalta mucho más, y queda más patentemente en evidencia, todo lo que nos une, que es mucho y además santo: Jesucristo.
Esto tendrá fuertes consecuencias que afectarán profundamente a la forma en que hemos entendido y vivido ¨el hecho religioso¨ durante los últimos 1500 años. Afectará a la institución eclesiástica y a su papel en el ¨mundo religioso¨ (o desaparecerá definitivamente, o pasarán de ser meros "controladores" a ser activos y necesarios "motivadores" de la fe). Afectará igualmente al ministerio sacerdotal y a su nueva configuración y sobre todo a su nuevo desarrollo ministerial (¿desaparecerá el ¨sacerdocio ordenado¨ para dar paso a un único ¨sacerdocio común bautismal¨ o desembocará en un nuevo ¨sacerdocio de realización¨ y no ¨de frustración¨?). Afectará igualmente al sentido de la "Ortodoxia" (o desaparecerrá y pasará todo a ser "opinable", o pasará de ser "aquello que nos separa de los otros", a ser "aquello que nos une y nos abre a los otros"), etc.
Vivir la fe en conciencia y en paz con Dios...Vivir un nuevo ministerio sacerdotal de realización en conciencia, paz con Dios y amor, entrega y servicio al Pueblo de Dios...
¿Se estará inaugurando un nuevo futuro glorioso para la Iglesia?