¿Será una renovación radical de nuestra espiritualidad la base del renacimiento de nuestra fe? (I)


Estoy básicamente de acuerdo con el artículo de José Arregui: "El fin de la religiones en su forma actual se dará más pronto que tarde". Y no es porque este "final de era" sea "lo correcto", ni "lo deseable", ni "lo dogmáticamente ortodoxo", perspectivas desde la que se critica este planteamiento. Sencillamente se producirá porque esa es la via por la que circulamos desde hace siglos. No hay más que abrir los ojos. Tenemos que estar preparados y actuar adecuadamente para poder afrontar la situación con renovadas fuerzas, aunque me temo que hay muchos factores históricos, ideológicos, filosóficos, sociales, culturales, institucionales y espirituales, entre otros, que lo certifican. Y continúa Arregui: "No es el fin de la espiritualidad, sino de los dogmas y creencias...". Matizando esta última afirmación, nos centraremos aquí en el ámbito espiritual...

Dice Francisco J. Rubia en su libro: "El cerebro espiritual": "Es conocido que no existe religión sin espiritualidad, pero sí espiritualidad sin religión... En nuestra época, en la que al menos en Europa ha descendido considerablemente la asistencia a las iglesias de las religiones tradicionales, presenciamos un aumento, por otro lado, de la participación en sectas, cultos y prácticas espirituales o religiosas individuales.... ¿Es probable que todo esto se debe a una búsqueda y una necesidad de espiritualidad que no esté mediada por las jerarquías eclesiásticas de las diversas iglesias? ¿Significaría este fenómeno una vuelta a la espiritualidad que posiblemente fue el origen de la religión? Si la espiritualidad es inherente al ser humano, éste intentará siempre satisfacer esa necesidad, habida cuenta de que las experiencias espirituales suelen ser gratificantes para el individuo....".

En lo que a nosotros respecta, hay que decir que hemos descuidado grandemente una actualización positiva de nuestra fe y de nuestra espiritualidad. Nuestras declaraciones, discursos, homilías, prácticas religiosas, etc, salvo excepciones, son eminentemente dogmáticos, moralistas y en demasiadas ocasiones "negativistas" (¨niégate a ti mismo¨, carga con tu "cruz", ¨no ambiciones¨, ¨no consumas¨, etc). Nada referente al gozo y a la plenitud del encuentro personal con Cristo, fundamento de nuestra espiritualidad. Nada positivo que pueda atraer a alguien a abrazar nuestra fe. Nuestra "Religión" se está vaciando de fe, de una fe positiva, motivadora, ilusionante, y por ello, nuestra espiritualidad se desinfla, y en todos los órdenes (unos 6,000 consagrados abandonan "el convento" cada año).

Ante esta situación y ante este "vacío espiritual" que nosotros por desgracia no ayudamos a llenar, las personas buscan, y buscarán siempre, dónde saciar su sed "espiritual", y buscarán las fuentes de su "espiritualidad" "en casa" o "fuera de casa", esto es, buscarán nuevas fuentes y nuevas formas de "espiritualidad" que llenen su vacío interior allí donde estén más a mano.

A este respecto, el profesor Vicente M. Simón, de la Universidad de Valencia, escribió un interesante artículo, hace ya algunos años, titulado: "Mindfulness y neurobiología". En él se decía: "En esta encrucijada histórica de principios del siglo XXI estamos siendo testigos de la erupción de las prácticas meditativas orientales en la teoría y en la práctica de la psicología, de la psicoterapia y en general de la ciencia occidental....".

La gente está buscando nuevas fuentes de "espiritualidad" en las tradiciones orientales y en sus formas de meditación, y el mindfulness, técnica basada fundamentalmente en la forma de meditación vipasanna, de tradición budista, parece ser una de las más destacadas.

Y podríamos preguntarnos: ¿Qué es verdaderamente esto del mindfulness, que tanto atrae hoy a la gente? Desde el punto de vista científico, siguiendo al profesor Simón, podríamos definir el mindfulness como un estado en el que el practicante es capaz de mantener la atención centrada en un objeto por un periodo de tiempo teóricamente ilimitado. Los dos componentes fundamentales del mindfulness serian, por tanto, la atención centrada en la experiencia del momento presente y focalizada en un objeto externo o interno, y una actitud especial con la que se hace: curiosidad, apertura, aceptación y amor, entre otras, según autores.

Y algo interesante digno de destacarse. En conjunción con la psicología cognitiva y sus desarrollos posteriores, así como con las neurociencias, se han llegado a confirmar efectos positivos en los practicantes del mindfulness en lo referente a: abandono de prejuicios, apertura a la novedad y al conocimiento de uno mismo, activación cerebral izquierda en las zonas cerebrales anteriores y medias, un patrón que se asocia a la presencia de una disposición afectiva positiva relacionada con el bienestar heudaimónico de la persona (no simplemente hedonista) y la ecuanimidad. Además, se ha comprobado una activación de las células NK (células asesinas naturales encargadas de la defensa del organismo de los agentes patógenos), con lo que se ha visto un aumento del sistema inmunitario en los practicantes de mindfulness. Además, se produce un aumento de la capacidad empática de la personas, por la activación de los sistemas de neuronas en espejo encargados de esta importante función cerebral. La empatía se dirigiría a cualquier objeto foco de nuestra atención, tanto exteroceptiva como interoceptivamente, con lo que el mindfulness contribuiría a generar un aumento de la autoestima en la persona.

Además, el mindfulness produce en la persona experimentada que lo ha practicado durante algún tiempo, un nuevo estado de conciencia. En los ya iniciados en esta técnica, los beneficios antes apuntados del mindfulness pasan de ser un rasgo de la personalidad a un estado nuevo de conciencia, estado desde el cual la persona vive de forma estable. Mayor compasión, mayor empatía, mayor autoestima, mayor contacto con la realidad presente en la que la persona vive en conciencia más plena.

La conclusión, por tanto, que se puede sacar, según los conocimientos neurobiológicos que se conocen, es que con la práctica prolongado del mindfulness se producen cambios neurológicos duraderos en diversas zonas cerebrales cruciales para los procesos de integración, cambios que acaban modificando una gran cantidad de comportamientos y formas de reacción del individuo, de manera que tienen un efecto multiplicador sobre su vida y sus relaciones interpersonales, propiciándose un desarrollo óptimo del sistema nervioso.

En virtud de todo lo dicho, el mindfulness se está ya abriendo paso en el mundo de la psicoterapia e incluso en el mundo de la educación, y está comenzando aplicarse en los niños de edad escolar...

Hasta aquí la revisión científica del mindfulness.

¿Es, entonces, realmente el mindfulness una "espiritualidad"?

Está claro que en una sociedad como la actual, que nos impone un ritmo de vida siempre acelerado y con tantas responsabilidades que cubrir al mismo tiempo, y por ende con tantos estímulos estresores que nos afectan y para los que nuestro cerebro no está todavía preparado, la gente necesita una ayuda a este respecto. Y el mindfulness, como técnica de higiene mental y de la conducta, así como técnica terapéutica, como los estudios científicos confirman, la proporciona. Y si además, hace bien para la salud fisiológica y hace crecer a la persona como ser humano, tanto mejor. En este sentido, el mindfulness sería fundamentalmente un camino de relajación y crecimiento personal, un ejercicio puramente fisiológico y psicológico. Neuropsicologia profunda, si, pero neuropsicologia. Sería igualmente una técnica psicoterapéutica que utilizan los clínicos cada vez más, para la atención a sus pacientes, con éxito terapéutico contrastado en numerosas patologías. A este nivel, por tanto, no existen "mensajes" que apelen a una fe en otras realidades espirituales o sobrenaturales. No es, por tanto, un camino "espiritual". Es pura técnica psicológico-terapéutica, al servicio de la salud y el bienestar de la persona.

El mindfulness como camino de iluminación espiritual hacia la Nada budista, es otra cosa. Aquí si hay contenido de fe, aquí sí hay ¨doctrina¨ y, por tanto, desde nuestro punto de vista, sin negar la bondad de la creencia budista, si la persona tiene un fundamento espiritual cristiano, la práctica del mindfulness como camino religioso de iluminación le va a aportar, a la postre, más confusión que otra cosa. Se meterá en un jardín de sincretismo y eclecticismo del que le resultará difícil volver a salir.


En este sentido, cabe decir, sin embargo, que a la mayoría de la gente del mundo occidental, salvo a los que lo buscan expresamente, y mucho menos a los psicólogos clínicos que utilizan esta técnica en sus terapias, no le interesan tanto los contenidos "religiosos" y "espirituales" budistas del mindfulness, cuanto los beneficios físicos, mentales y personales anteriormente descritos. El mindfullness como camino de relajación y crecimiento personal, así como técnica terapéutica, se demuestra positivo para las personas y para la sociedad. El mindfulness como camino espiritual de iluminación budista, sería totalmente distinto. Sería, más bien, una opción personal fundamental, que la persona tiene que valorar muy bien antes de tomarla.

Animo a la persona que se plantea hacer mindfulness y asistir a sesiones, individuales o colectivas, que revise el planteamiento del "instructor", para saber por dónde se mueve, y saber así hacia adónde nos quiere llevar: Si a una relajacion fisica y mental, asi como a una ampliacion de nuestra conciencia y crecimiento personal, o hacia la Nada budista. Hay que saber donde nos metemos y hacia donde vamos...

Y como se puede observar, no estoy entrando aquí en las posibles vías de convergencia espiritual entre la espiritualidad cristiana y la "espiritualidad" budista, que sería tema para muchos otros capítulos. A cada capítulo, su tema. En el próximo capítulo continuaremos con el tema de la renovación radical de nuestra espiritualidad...



Rev. Andrés A. Fernández
Master Especialista en Hipnosis Clínica Profesional (Sociedad de Hipnosis Profesional de España, 2015-2017).
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