Bebés. Un canto pascual a la vida


Bebés es un documental francés fresco, sencillo y atrayente que emociona e invita a vivir y valorar la vida. Siguiendo la pista del primer año de vida de cuatro bebés en cuatro esquinas del planeta Tierra, descubriremos a la vez tanto las diferencias sociales y culturales como la esencia común de una fragilidad que se supera con asombros esfuerzos, de una dependencia que se hace alegría y fiesta a cada rato y , en definitiva, del proceso a través del cual se van forjando las personas después de su nacimiento.

La inteligencia del planteamiento procede de Alain Chabat, un humorista, actor, director y productor francés, que se caracteriza tanto por sus éxitos comerciales entre los que cabe destacar en el cine Astérix y Obélix: Misión Cleopatra (2002), como por sus iniciativas de sensibilidad social. En base a la idea original de poner en imágenes a lo sorprendente y gracioso del crecimiento de unos bebés se esconde el deseo de mostrar que más allá de las diferencias todos somos iguales.

La realización de Thomas Balmès nos permite seguir la vida de cuatro actores en lo que es, sin duda, su opera prima. Se trata de Ponijao, quien vive con su familia cerca de Opuwo, Namibia; Bayarjargal, quien reside con su familia en Mongolia, cerca de Bayanchandmani; Mari, quien vive con su familia en Tokio, Japón; y Hattie, que reside con su familia en los Estados Unidos, en San Francisco. La cuidadosa y cotidiana filmación de muchas horas y el creativo montaje da como fruto las vidas cruzadas de los cuatro pequeños hasta que dan su primer paso, que supone llegar a la meta de comenzar a caminar sobre su propia biografía. Cuenta con el contrapunto de la música de Bruno Coulais, conocido especialmente por Los chicos del coro (2004), que acompaña con humor, atrevimiento y ternura las hazañas de los pequeños actores.

El análisis antropológico da pistas para descubrir los diversos procesos de socialización donde los distintos tipos de estructura familiar muestran unas prácticas educativas muy diferentes y donde los medios, profusos en el caso de las niñas japonesa y norteamericana, contrastan con los mucho más limitados de los niños que crecen en Namibia o Mongolia. Aunque al final, rodeados de la cercanía afectiva de sus progenitores, termina el espectador por dudar de la eficacia de los medios artificiales cuando también las condiciones más sencillas y naturales dan asombrosos resultados. Así, de forma sutil y para nada ingenua, se cuestionan algunas de las prácticas complejas y bastante protectoras en favor de las más espontáneas y vinculadas a la vida de las sociedades más rurales.

Sin embargo, contemplando "Bebés" la reflexión intelectual termina trasladándose al asombro por lo inesperado y a la sonrisa entre las inmensas pequeñas conquistas de los protagonistas. Se trata pues de una película para disfrutar, donde al final el artificio cinematográfico termina por convencer del valor natural de la vida que crece abriéndose paso ante dificultades tan grandes como una cabra que te persigue o otro pequeño compañero de juegos, que te ha arrebatado un improvisado y preciado juguete.

Este lenguaje más propositivo y bello tiene más poder de denuncia que tantos documentos con imágenes de fetos sangrantes o instrumentales abortistas. Y es que al final la vida se impone por irrupción y emergencia evolutiva, pero también por trascendencia y trasparencia teológica. O dicho de forma más significativamente creyente la vida muestra luminosamente en las criaturas, y en este casos son geniales, la huella de su Creador.
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