Diálogos en el Hospital de Campaña ¿Cómo analizar y cómo ayudar ante la guerra en Ucrania?

¿Cómo analizar y cómo ayudar ante la guerra en Ucrania?
¿Cómo analizar y cómo ayudar ante la guerra en Ucrania?

Una mirada sociopolítica, ética y ecuménica

Se trataba de dirigir una mirada cristiana al problema actual que nos tiene a toda la humanidad en vilo, ante la violencia de una guerra injusta –como todas las guerras- y creando una crisis con lamentables precedentes en el siglo pasado. La invasión de las fuerzas militares de Rusia a su país hermano de Ucrania.
Las noticias que nos presentan cada día los telediarios y demás medios de comunicación nos mueven a los cristianos a la oración y a la solidaridad. Y era natural que en una iglesia abierta, como deseamos sea Santa Anna, dedicáramos un tiempo para enriquecernos con el pensamiento de aquellas personas que nos podían acercar al meollo de la cuestión.
Así fue como –moderados por el periodista y amigo incondicional, Antoni Bassas- tuvimos la suerte de participar en unos diálogos enriquecedores y escuchar las increíbles voces masculinas del grupo georgiano de Barcelona, Vircan.

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Se abrió el acto con una de las canciones de dicho coro y unas palabras alentadoras de la Directora General de Afers religiosos de la Generalitat de Catalunya Sra. Yvonne Griley i Martínez, animándonos a la solidaridad con los hermanos que sufren los efectos de la guerra y exponiendo su visión del problema desde las distintas confesiones que convivimos en Catalunya, y concretamente, en Barcelona.
No pudimos gozar de la presencia anunciada en el programa de Sor Lucía Caram, porque había marchado en un camión de ayuda humanitaria a Moldavia en donde debía ya encontrarse en el momento de realizar este diálogo.
La primera pareja que hizo uso de la palabra ante las preguntas del presentador Bassas, fue la de Sebastià Janeras experto en Iglesias orientales, y Eduard Ibáñez de “Justícia i Pau”.
Fue el primero quien nos aclaró las diferentes confesiones cristianas que convergen y conviven en Ucrania y nos desveló algunos de los problemas actuales, no tanto de convivencia como de comprensión mutua en ellas, y que fueron muy reveladores para entender algunos de los problemas desde nuestra mirada cristiana. Resumiendo sus palabras nos quedó claro la convivencia de estas iglesias que hacen de Ucrania un auténtico puzle religioso, con distintas iglesias ortodoxas y católicas. La mayor parte de sus 41 millones de habitantes son ortodoxos. Pero la Iglesia ortodoxa cuenta allí con varias ramas, fruto de los avatares histórico-políticos vividos en el siglo XX: una Iglesia ortodoxa ucraniana dependiente del patriarcado de Moscú, una Iglesia ortodoxa nacional que se separó de la anterior tras la independencia de la Unión Soviética en 1991, y una Iglesia autocéfala nacida antes, tras la revolución soviética de 1917. La mayoría de los que pertenecen a esta iglesia viven fuera del país. La Iglesia ortodoxa nacional, a cuya cabeza se halla el metropolita Epifanio, fue reconocida recientemente, en 2019, como Iglesia patriarcal nacional del patriarcado ecuménico de Constantinopla. Con aproximadamente la mitad de todos los fieles, la rusa es, con diferencia, la de mayor peso en el mundo ortodoxo. Ello trajo consigo una ruptura de relaciones entre los patriarcados de Moscú, que no reconoce esa autonomía, y el patriarcado ecuménico de Constantinopla.
Los católicos, por su parte, son minoritarios. Representan alrededor del 13% de la población si se suman los greco-católicos y los latinos. La Iglesia greco-católica, de rito bizantino, es una de las 21 Iglesias orientales vinculadas a la Iglesia católica a través de la Congregación para las Iglesias Orientales. Muchos de estos hermanos católicos de rito bizantino conviven actualmente con nosotros en Barcelona.
La visión del conflicto actual que se iba fraguando hace tiempo entre Rusia y Ucraina manifestada por el Sr. Sebastià Janeras, aunque independiente de los conflictos religiosos, era evidentemente la de un poderoso que ha perdido parte de su hegemonía y la quiere ir recobrando. Sin duda las posturas tanto sociales como religiosas radicales tienen su parte humana en el conflicto.
Fue el Sr. Eduard Ibañez, quien manifestó claramente su postura cristina ante la guerra como una aberración que nunca resuelve los conflictos, sino que lleva a la destrucción y la muerte de gran parte de la población civil que no puede o no quiere huir. A esto se añade el error de pretender ayudar con el envío de armas. Y avisó del gran peligro de la escalada de armamento, sobre todo del nuclear.
Tras un pequeño descanso en el que volvió a actuar el coro de georgianos, el diálogo lo sostuvieron Eduard Sala, de Càritas Diocesana y Marina, una  enfermera ucraniana residente en Barcelona y casada con un catalán que nos conmovió profundamente con su presencia y sus palabras.
Desde Cáritas se conveniente que las ayudas sean hechas con criterios de eficacia y continuidad. Así recalcó no insistir demasiado en los donativos de ropa o alimentos  que cuestan mucho esfuerzo de transporte y a veces no llegan a destino. Por eso recomendó que los donativos fueran a través de instituciones fiables  y que actúan desde hace tiempo en el territorio y sean directamente económicas para que allí se emplee en lo más necesario. Igualmente resalto que la crisis de refugiados será a largo plazo y que la ayuda habrá de sostenerse en el tiempo.
La fuerza del testimonio lo puso sin duda la Sra. Marina, que además de darnos una visión muy clara del conflicto y de manifestar el dolor inmenso que siente al contemplar dos pueblos hermanos enfrentados por la acción desproporcionada de un tirano, habló desde el corazón herido de una emigrante que piensa a todas horas –como tantos otros ucranianos que conviven con nosotros- en sus hermanos, su familia, su pueblo al que quisieran defender y del que se ven alejados recibiendo alarmantes noticias a cada momento. El sentimiento de sentir cómo eran invadidos y culpados cuando ellos habían ganado la independencia en las urnas reflejaba el dolor de todos sus compatriotas obligados muchos de ellos a abandonar su casa y su país huyendo de la guerra. Pero, al mismo tiempo queriendo resistir para defender lo que es suyo. Cuando, al fin, habló de su madre y del deseo de que pueda llegar a Barcelona, se derrumbó y sus lágrimas fueron coreadas por un largo y cálido aplauso.

Todos salimos de Santa Anna con el corazón dolorido, con un deseo enorme de paz, un compromiso de acogida y ayuda a nuestros hermanos y un compromiso de oración porque la cordura triunfe sobre la venganza, el deseo de dominio, la imposición cruenta, que es en lo que consisten siempre las guerras.

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