El hobbit. Mucho ruido y pocas nueces


Nos sirve el título de la comedia de William Shakespeare para valorar la adaptación de Peter Jackson de la obra de J R R Tolkien “El hobbit: un viaje inesperado”. Tras el éxito comercial y artístico de “El señor de los anillos” se pretende ahora seguir en la misma veta que ya demostró su eficacia. Se presenta aquí de la aventura de Bilbo Bolsón (Martin Freeman), continuando con la recreación del mundo mitológico tolkiniano, esta vez se añaden las 3D y la innovación de los 48 fotogramas por segundo. Se procura mantener, en lo posible, el elenco de actores (repiten Ian McKellen como Gandalf, Andy Serkis como Gollum, Cate Blanchett como Galadriel, Christopher Lee como Saruman y en la corte de elfos Hugo Weaving, Orlando Bloom y Lee Pace además de fugazmente Elijah Wood y Ian Holm que eran Frodo y Bilbo en la primera trilogía). Mientras que el argumento alterna las grandes batallas entre el bien y el mal con algunos, escasos, momentos de intensidad dramática y todo ello con una duración de casi tres horas y la amenaza de dos títulos más en el 2013 y 2014 hasta terminar en libro.
El problema de base consiste en que “El hobbit” es una novela sencilla, a la vez que profunda, destinada para niños y adolescentes. En ella se muestra el cambio de Bilbo, el protagonista, que descubre su verdadero valor y bondad en la medida en que se arriesga a una aventura para la que es elegido de forma inesperada. Este camino iniciático, que le permitirá descubrir asombrado el don y la gratuidad en su interior, lo realiza desde la solidaridad y compañía con un grupo de doce enanos, liderados por “Thorin II, Escudo de roble” que luchan por recobrar su hogar en la Montaña Solitaria venciendo a las fuerzas del mal -representadas en Saurón, ahora el Nigromante, la serpiente Smaug y Azog, el rey de los orcos de Moria- que actúan desde la codicia y el egoísmo. Por contraste con lo anterior, la obra mayor “El señor de los anillos” es un relato mítico destinado a adultos que aborda la cuestiones últimas del sentido de la vida como el origen y la lucha contra el mal o la fidelidad a la misión del ser humano para la que cuenta con la humildad y el coraje, la osadía personal, la dimensión comunitaria, la responsabilidad generosa hacia los otros y la fuerza trascendente de la gracia que guía, sostiene y realiza la victoria.


Esta distancia y diferencia entre los dos relatos, que comparten el mundo mitológico de la Tierra Media, exigía un cambio radical de perspectiva, respecto de la anterior trilogía, al que el director y la producción se resisten para no perder a su público. La consecuencia es que los destinatarios originales se olvidan, no se trata de una película para niños. La historia sencilla, aunque no simple, del libro se alarga en un exceso de ambición que pierde el hilo narrativo y la profundidad temática. “El hobitt” debería haber sido una sola película para niños/adolescentes que presentara esta aventura fantástica sobre cómo la gracia y la generosidad laten escondidas en lo profundo del corazón y cómo la vida, con sus retos y luchas, puede ser vivida abriéndose a este misterio de la sorpresa de la bondad frente al poder de las tinieblas de la ambición.
La película tiene unas algunas nueces interesantes; el proceso, bien representado, de Bilbo que va apareciendo desde lo escondido de su cómodo agujero como el auténtico protagonista, algunos encuentros memorables como Gandalf y Galadriel sobre el valor salvífico de lo pequeño, el juego de acertijos de Bilbo y Gollum sobre el desafío de la verdadera sabiduría, el progresivo encuentro entre Thorin y Bilbo sobre la amistad más allá del interés, así como la fuerza de los paisajes que se integran en la dramática de la historia como personajes. Pero también hay en este film mucho ruido, normalmente procede del exceso de lo visual y lo espectacular que pierde la medida del tiempo y del espacio, así se vacía lo dramático en la reiteración que llega a aburrir, las auto referencias constantes descubren que se pretende más conquistar que provocar o sugerir al espectador, o el preciosismo que estéticamente resulta cargante más que novedoso.



Resumiendo, Jakson no ha entendido “El hobbit” apresado por la ambición de sostener el negocio. Ha sucumbido al encanto de la seriación descubierta la veta del éxito. Ha pensado que bastaba con mejorar la presentación formal y técnica, prolongar la estética creada y mantener el elenco de actores en la misma línea de construcción de los personajes. Las tres películas sobre “El hobbit” representarán un claro descenso en la capacidad creativa que demostró Jackson y su equipo, perderán el sentido de la narración que dió el reconocimiento a Tolkien, y terminarán por decepcionar a los espectadores, incluso los que comenzaron aplaudiendo saldrán bastante decepcionados, aunque les cueste reconocerlo.
“Que son las pequeñas cosas de la vida cotidiana de la gente común las que mantienen a raya a la Oscuridad… pequeños actos de bondad y amor” dirá el personaje de Galadriel a Gandalf en uno de los momentos centrales de la trama. La adaptación de Jackson ha olvidado esta regla de vida en su película. Ha elegido la codicia de mantenerse en el éxito más que asumir la aventura de recrear en novedad. Probablemente en la salida en taquilla “El hobbit” arrasará por los fans de la saga, por la operación de propaganda y por la necesidad de historias de sentido que tenemos los seres humanos. Sin embargo el ruido se irá silenciando y quedarán unas pocas nueces, que están más en la novela que en la película. Hubiera estado bien que los productores se hubieran aplicado el cuento, y nunca mejor dicho. Como dice Tolkien “El que rompe algo para saber lo que es, ha perdido el camino de la sabiduría”.

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