"Será un difícil invierno para Ucrania": el Papa pide no olvidar a los jóvenes del país invadido por Rusia El ruego de Francisco en la audiencia general: No evangelizar "con caras largas y rostro sombrío"

El Papa, en la audiencia, rodeado de niños
El Papa, en la audiencia, rodeado de niños RD/Captura

Rodeado de niños, una vez más, para la audiencia general de este miércoles en la plaza de San Pedro. Así compareció el papa Francisco para una nueva catequesis sobre el ciclo de Espíritu Santo, en esta ocasión remarcando la alegría como un fruto de aquél

"La alegría evangélica, a diferencia de cualquier otra alegría, puede renovarse cada día y volverse  contagiosa", indicó el Papa

"La palabra 'evangelio' significa buena nueva. Por tanto, no se puede comunicar con caras largas y rostro sombrío, sino con la alegría de quien encontró el tesoro escondido y la perla preciosa", indicó luego el Papa, quien, nuevamente improvisando, pidió a todos que "estén alegres y den a todos muestras de un espíritu muy abierto y recuerden tener siempre la alegría de Jesús"

Rodeado de niños, una vez más, para la audiencia general de este miércoles en la plaza de San Pedro. Así compareció el papa Francisco para una nueva catequesis sobre el ciclo de Espíritu Santo, en esta ocasión remarcando la alegría como un fruto de aquél.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

"A diferencia de los carismas, que el Espíritu concede a quien quiere y cuando quiere para el bien de la Iglesia, los frutos del Espíritu son el resultado de una colaboración entre la gracia y la libertad", comenzó diciendo el Papa, en donde, acto seguido, enmarcó "la alegría".

"No todos en la Iglesia pueden ser apóstoles, profetas, evangelistas; pero todos indistintamente pueden y deben ser caritativos, pacientes, humildes, constructores de pa, y no de guerra", señaló el Papa, quien destacó que "entre los frutos del Espíritu indicados por el Apóstol, me gustaría destacar uno de ellos, recordando las palabras iniciales de la exhortación apostólica Evangelii gaudium: 'La alegría del  Evangelio'".

Vista de la plaza de San Pedro, ya con el abeto de Navidad
Vista de la plaza de San Pedro, ya con el abeto de Navidad RD/Captura

"La alegría evangélica, a diferencia de cualquier otra alegría, puede renovarse cada día y volverse  contagiosa", indicó el Papa, recordando previamente que "todo aquí abajo pasa rápidamente: la juventud, la salud, la fuerza,  el bienestar, las amistades, el amor...".

En este sentido, subrayó que esta es "la doble característica de la alegría que es fruto del Espíritu: no sólo no está sujeta al inevitable desgaste del  tiempo, ¡sino que se multiplica al compartirla con los demás!", y puso como ejemplo la figura de san Felipe Neri: "Perdonaba siempre, bueno, algunos de nosotros pensará que he cometido este pecado y no se me perdonará, pero Jesús persona todo, por eso siempre les digo a los sacerdotes que perdonen todo", improvisó el Papa.

Francisco, en la audiencisa general en la palza de san Pedro
Francisco, en la audiencisa general en la palza de san Pedro RD/Captura

"La palabra 'evangelio' significa buena nueva. Por tanto, no se puede comunicar con caras largas y rostro sombrío, sino con la alegría de quien encontró el tesoro escondido y la perla preciosa", indicó luego el Papa, quien, nuevamente improvisando, pidió a todos que "estén alegres y den a todos muestras de un espíritu muy abierto y recuerden tener siempre la alegría de Jesús".

A la hora de los saludos a los peregrinos presentes en la audiencia, el Papa recordó que "será un difícil invierno para Ucrania", señaló que el próximo domingo comienza el Adviento en preparación de la Navidad de Cristo y anunció que la próxima semana comenzará también la traducción en chino en la audiencia general.

"¡Rezad por los jóvenes ucranianos!"

Y concluyó: "No olvidemos al martirizado pueblo ucraniano. Sobre todos los jóvenes: pensad en los jóvenes ucranianos que en este momento se encuentran en una guerra y sin calefacción, en un invierno muy duro. ¡Rezad por los jóvenes ucranianos, no los olvidemos!. Oremos también por la paz en Tierra Santa, en Nazaret, en Palestina, en Israel... Que haya paz... la gente sufre mucho".

La plaza de san Pedro durante la audiencia general
La plaza de san Pedro durante la audiencia general RD/Captura

Texto íntegro de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Después de haber hablado de la gracia santificante y de los carismas, quisiera detenerme hoy en  una tercera realidad vinculada a la acción del Espíritu Santo: los «frutos del Espíritu». San Pablo ofrece una lista de éstos en su Carta a los Gálatas. Escribe: «el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (5,22). 

A diferencia de los carismas, que el Espíritu concede a quien quiere y cuando quiere para el bien de la Iglesia, los frutos del Espíritu son el resultado de una colaboración entre la gracia y la libertad. Estos frutos expresan siempre la creatividad de la persona, en la que «la fe obra por medio de la caridad» (Gal 5,6), a veces de forma sorprendente y llena de alegría. No todos en la Iglesia pueden ser apóstoles, profetas, evangelistas; pero todos indistintamente pueden y deben ser caritativos, pacientes, humildes,  constructores de paz, y etcétera. 

Entre los frutos del Espíritu indicados por el Apóstol, me gustaría destacar uno de ellos,  recordando las palabras iniciales de la exhortación apostólica Evangelii gaudium: «La alegría del  Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar  por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre  nace y renace la alegría.» (n. 1). 

La alegría, fruto del Espíritu, tiene en común con cualquier otra alegría humana un cierto  sentimiento de plenitud y satisfacción, que hace desear que dure para siempre. Sin embargo, sabemos por  experiencia que eso no ocurre, porque todo aquí abajo pasa rápidamente: la juventud, la salud, la fuerza,  el bienestar, las amistades, el amor... Por otra parte, aunque estas cosas no pasaran rápidamente, después  de un tiempo ya no son suficientes, o incluso se vuelven aburridas, porque, como dijo San Agustín a  Dios: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti»[1]. 

La alegría evangélica, a diferencia de cualquier otra alegría, puede renovarse cada día y volverse  contagiosa. «Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en  feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la autorreferencialidad. [...] Allí está el  manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido  de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?» (Evangelii gaudium, 8). Esta es la  doble característica de la alegría que es fruto del Espíritu: no sólo no está sujeta al inevitable desgaste del  tiempo, ¡sino que se multiplica al compartirla con los demás! 

Hace cinco siglos, vivía en Roma un santo llamado Felipe Neri. Él pasó a la historia como el santo  de la alegría. A los niños pobres y abandonados de su Oratorio les decía: “Hijos, estén alegres; no quiero escrúpulos ni melancolía; me basta con que no pequen”. Y todavía: “¡Sean buenos, si pueden!”. Menos conocida es, sin embargo, la fuente de la que procedía su alegría. San Felipe Neri sentía un amor tal por  Dios que a veces parecía que el corazón le iba a estallar en el pecho. Su alegría era, en el sentido más  pleno, un fruto del Espíritu. El santo participó en el Jubileo de 1575, que enriqueció con la práctica,  mantenida posteriormente, de visitar las Siete Iglesias. Fue, en su época, un verdadero evangelizador a  través de la alegría.

La palabra «evangelio» significa buena nueva. Por tanto, no se puede comunicar con caras largas y rostro sombrío, sino con la alegría de quien encontró el tesoro escondido y la perla preciosa. Recordemos la exhortación que San Pablo dirigió a los creyentes de la Iglesia de Filipos, y que ahora nos  dirige a nosotros: «Estén siempre alegres en el Señor, les repito estén alegres, y den a todos muestras de  un espíritu muy abierto. El Señor está cerca» (Fil 4,4-5). 

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[1] Confessioni, I, 1. 

Francisco, con Arturo Ros
Francisco, con Arturo Ros

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas: 

En la catequesis de hoy reflexionamos sobre los frutos del Espíritu Santo. San Pablo, en la  Carta a los Gálatas, nos dice que «el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad,  afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22). Estos frutos son el  resultado de una colaboración entre la gracia de Dios y la libertad humana, algo que todos estamos  llamados a cultivar, para poder crecer en la virtud.  

Entre todos estos frutos, quisiera destacar el de la alegría. A diferencia de cualquier otra alegría  que podamos experimentar en esta vida, que al final será siempre pasajera, la alegría evangélica no está sujeta al tiempo, puede renovarse cada día y se vuelve contagiosa. Más aún, compartirla con los  demás hace que crezca y se multiplique. Este fruto del Espíritu lo vemos patente, por ejemplo, en la  vida de santos como san Felipe Neri, que supo dar testimonio del Evangelio contagiando a todos su  alegría, bondad y sencillez de corazón. 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, de modo particular a los miembros  de ESNE, El Sembrador, y les agradezco su labor evangelizadora a través de los medios de  comunicación. El próximo domingo comenzamos el Adviento. Vivamos este tiempo de gracia irradiando la alegría que es fruto del encuentro con Jesús. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias. 

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