El profesor. El dolor de curar las heridas
Nueva propuesta sobre la vida de los educadores que conviven a diario con la fragilidad. “El profesor”, cuyo título original suena más a “desapego” (“Detachment”), es una película sin concesiones, dura pero en la que se saborea la autenticidad. Una narración que se construye sobre el límite y las heridas pero que transmite veracidad en la estela de títulos como “La clase” o “Profesor Lazhar”
En un instituto norteamericano aterriza un profesor eterno sustituto Henry Barthes, espectacular Adrien Brody en la línea de su actuación en “El pianista”. Allí se encontrará con un destartalada tripulación con la directora en pleno hundimiento profesional y existencial, un compañero que sobrevive armado de cinismo y pastillas, la psicóloga que está al borde del ataque de nervios (Lucy Liu), una solitaria compañera que realiza una maniobra de aproximación (Christina Hendricks) y otro profesor que cada mañana se agarra a la verja del patio para sostener su vida según se hunde el suelo bajo sus pies. Del otro lado de clase, en la zona de los pupitres, las cosas no están mejor. Los alumnos van repasados y apenas les quedan motivos para apostar por sí mismos. Sin embargo, la presencia de un profesor que sobrevive, flotando en medio del hundimiento, se convierte en una circunstancial balsa salvavidas para algunos. A la sombra de sus alas se apunta también una adolescente –fenomenal la joven actriz Sami Gayle- que ejerce la prostitución por las calles y que se queda una temporada en su casa. Sin embargo, la película no encaja con el perfil de profesor a lo “capitán, mi capitán”. Si algo caracteriza a la realidad real es que nadie se libra de sus heridas y que esta ficción no caben los héroes.
Tony Kaye (conocido por HistoryAmerican X), director independiente de la cofradía de Wes Anderson o Jim Jarmusch, no está para concesiones en esta radical radiografía sobre la crisis antropológica que nos circunda, que no sube de los alumnos a los profesores sino que baja más bien de los padres a los hijos como herencia maldita. Para poner relato, ya que se trata de un profesor de literatura, a este panorama se requiere un cuento tan terrible como “El hundimiento de la casa Usher” de Edgar Allan Poe que aparecerá citado.
Sin embargo, no es pesimismo todo lo que reluce. Hay en el diagnóstico una gran dosis de sinceridad: declarado el fin de los héroes quedan las películas sobre los resistentes. Y esta película lo es. En ella se destapan las heridas, se desinfectan en público y se dejan al aire para que cicatricen. El espectador queda sobrecogido precisamente por aludido, pero no queda ni desesperado ni abandonado.
En medio de la tormenta, donde siempre hay ahogados y náufragos, los supervivientes quedan inesperada y acaso misteriosamente más fuertes y más firmes. Y al final, curiosamente, desapegados significa amados y capaces de amar. Apta, pues, para educadores.