El retorno a la educación de la conciencia


El personalismo en el cine no está desfasado. La directora Susanne Bier sigue su pista mostrando a la conciencia personal como el lugar prioritario para la resolución de los grandes conflictos mundiales. Aunque ahora ya no se trata de una pequeña y barata película del grupo Dogma donde dio sus primeros pasos, sino de una película realizada con amplitud de miras y ganadora del oscar a la mejor película extranjera de este año.

El punto de partida es el conflicto de interior que viven dos preadolescentes, Christian y Elías. Su origen está en la impotencia para superar las graves dificultades a las se enfrentan. Christian (William Jøhnk Nielsen) no acepta la muerte de su madre y culpa a su padre Claus - discreto Ulrich Thomsen- de la disolución del hogar. Su interior es un polvorín de violencia. El buenazo de Elías (Markus Rygaardes) maltratado por el acoso escolar de un compañero y sus amigos, ve como su familia se rompe por la separación de Antón, su idealizado padre -estupendo Mikael Persbrandt-, y Marianne-bien Trine Dyrholm-, su madre agobiada por la responsabilidad familiar y laboral e insatisfecha por la distancia de su marido, ausente como médico cooperador en África.
Lo interesante de "En un mundo mejor" es que lo ocurre a pequeña escala en el drama de las relaciones personales y familiares después se traduce a escala global en las relaciones sociales. Por eso la narración se plantea en un doble registro geográfico, como ya la directora había ensayado en "Después de la boda" (2006), en aquel caso entre India y Dinamarca. Así la génesis de la violencia en África que destruye la belleza y las relaciones tiene el mismo origen que los conflictos resueltos violentamente en Dinamarca. Por eso la película comienza y termina con las imágenes de niños en el campo de refugiados en África, donde Antón trabaja de médico cooperador. Un mirada al futuro para el que la película propone una actitud ética.

Algunos críticos ha cuestionado la película por moralista y tienen razón. Lo curioso es que es que para estos críticos la toma de posición ética que realiza la directora resulte sospechosa por manipuladora. Como si el cine debiera levantar acta de la realidad sin pretender tomar posición ante ella. En la propuesta de Bier, la figura de Antón representa la opción ética de reconocer, cuidar y esperar de los otros. En Dinamarca en dos secuencias resiste una agresión desproporcionada y violenta de un vecino que se niega a cambiar. En África cura al que sabe positivamente que es un asesino. Esta postura, desde sus límites y a pesar de sus culpas, se convertirá en orientadora para los jóvenes, pero solo después de aprender ellos en su propia experiencia el coste de las acciones violentas.

En una situación conflictiva en lo económico, político y social como la que vivimos, en el cine se multiplican las historias sobre el perdón como propuestas para abrir futuro en medio de los conflictos. Un perdón que tiene su entraña en las decisiones de cada uno y en el que los jóvenes deberán realizar su propia aprendizaje para desmontar la violencia de los propios conflictos interiores. El que el cine apueste por el compromiso es un signo de esperanza. No todo está perdido siempre que cada persona pueda cambiar.

La marca Dogma, ya muy dulcificada por una tendencia más plástica y espectacular, aparece en los restos de una cámara inestable, la violencia del zoom o un montaje con cortes rápidos que amenazan la serena continuidad narrativa. Lo que se pone al servicio de provocar inestabilidad e intriga en la narración. Algo extraño en la película es la excentricidad de buscar el cielo. Los dos primeros planos contraponen una madera carcomida y un precioso cielo africano. En los momentos de más conflictos tanto el África como en Dinamarca aparece el cielo. Y en algunas transiciones en cielo se acompaña de una banda sonora coral y contemplativa. Los último planos serán ahora de la corteza de un árbol vivo y un sol destacado de irrumpe en el cielo. Ciertamente un cielo extraño este, como dirá de Antón su compañero el doctor africano: "Eres un hombre extraño". Extraño y trascendente, justamente diremos nosotros.
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