La teoría del todo. Cine para consolar


Una película romántica sobre la vida del conocido astrofísico Stephen Hawking, genial y probablemente oscarizado Eddie Redmayne, y su relación con su primera esposa Jane Wilde, estupenda también, Felicity Jones. Donde dos mundos antagónicos, él cosmólogo y ella estudiosa de la literatura medieval, él ateo y ella anglicana practicante, él desahuciado y ella aparentemente fuerte, logran fundirse en una bella, aunque un tanto simplificada, historia de amor.
Dos jóvenes e ingenuos estudiantes, un prematuro sabio despistado, y una estudiante de literatura, se conocen en una fiesta, donde a pesar de sus diferencias se enamoran. A los 21 años a Stephen le diagnostican ELA (esclerosis bilateral amiotrófica) con dos años de vida, Jane a pesar del pronóstico quiere a su prometido y deciden seguir adelante con su boda. Según avanza la enfermedad crece la familia que llega a tener tres hijos y la fama con el reconocimiento científico y público de Stephen. Pero Jane, a pesar de su fortaleza, siente el desgaste del cuidado de su esposo e hijos y se apoya en un joven músico de una iglesia anglicana. A partir de aquí comienza un juego de libertades que no renuncia al amor pero trasforma a las personas.
El británico James Marsh ya nos tenía acostumbrados a reconocidos documentales como Man on Wire ( 2008 ), una biografía sobre un equilibrista que cruzó el aire entre las dos torres gemelas de NY, Proyecto Nim (2011) sobre un chimpancé adoptado por una familia. Pero ya en ficción, donde hay que reseñar el thiller político Shadow Dancer (2012), La teoría del todo supone un salto cualitativo que tras los dos Globos de Oro deja a la puerta de los Oscar. En este caso nos ofrece, sobre la base de un guion inteligente, que toma como referencia la biografía de la esposa de Stephen Hawking escrita después de la separación, una realización equilibrada donde se sostiene y dosifica el interés dramático, una puesta en escena y BSO sobresalientes así como un duelo interpretativo convincente donde la pareja avanza desde el ingenuo enamoramiento, hasta la lucha en común contra la enfermedad, el desgaste afectivo, el contraste de creencias, la influencia de la fama y la transformación del amor. Donde la investigación sobre el tiempo se traslada a la pantalla en el ritmo de la cinematográfico porque la amenaza de la brevedad de la enfermedad da ritmo e intriga mientras que la duración y curvatura de la trasformación cósmica permite mirar hacia atrás haciendo memoria agradecida y contemplar el presente.
En La Duda de Darwin (2009) de Jon Amiel se nos había contado con tintes fuertemente dramáticos el contraste de creencias entre el alejamiento de Dios de Darwin y la fe convencida de su esposa. En este caso el diálogo entre ciencia y fe está enmarcado en la historia del amor que vence la diferencia. Así las convicciones ateas de Hawking aparecen mitigadas por su fuerte sentido del humor y una inteligencia al servicio de la comprensión de su esposa. Ella, a su vez, asume las dificultades de comunicación con su esposo, no solo físicas sino también espirituales, con una generosa capacidad de donación. Los dos también aparecen con sus límites, él demasiado encerrado en sus necesidades y ella demasiado ingenua respecto de sus fuerzas. Aunque ambos, en general, aparecen idealizados y las cuestiones de fondo más espirituales no aparecen abordadas, así el amor más cubre de comprensión que invita al diálogo de las experiencias atea y creyente.
Así pues una película amable, destinada a público amplio, y respetuosa para no ofender a nadie. Con una propuesta de fondo sugerente, donde el amor es más fuerte que las distintas dificultades (enfermedad, diferencia de creencias o trayectoria afectiva) sin echarse definitivamente a perder. La historia del tiempo no resulta un agujero negro sino que siempre hay un lugar para la esperanza. Sin embargo queda la sospecha de superficialidad detrás de lo que no se dice porque no se puede o porque no se quiere. El componente dramático aparece bastante mitigado, como por ejemplo la situación de los hijos con la evolución del matrimonio, el contraste del mundo más sencillo e interior de la esposa y el mundo más ideológico y espectacular del esposo. Así pues una película para salir consolados pero con la sospecha de cierto sacrificio de la verdad, donde se enmascara el drama existencial con inteligencia para apuntar que toda dificultad puede ser superada.
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