El último bailarín de Mao: La emoción de la danza por la libertad
Película realizada para emocionar que tiene como materia un itinerario de superación en busca de la libertad y como forma la belleza de la danza plasmada cinematográficamente y de una banda sonora multidimensional y asombrosa.
La historia de Li Cunxin narrada en su libro autobiográfico exigía el paso a la pantalla. La peripecia real de un niño de 11 años programado culturalmente para ser un gran bailarín será en el fondo un recorrido por la historia reciente de China. La denuncia que contiene el texto original permite abordar la cuestión de la persona en medio de los regímenes políticos que anulan la libertad.
El realizador australiano Bruce Beresford, conocido por películas como Crímenes del corazón (1986), Paseando a Miss Daisy ( 1989), Condenada (1996) o Evelyn (2002) se plantea como objetivo directo emocionar a través de la belleza de la danza subordinando a ello el guión dramático. Ciertamente que consigue su objetivo con la preciosa ayuda de compositor Christopher Gordon, que nos ofrecer un recital de maestría adaptando temas clásicos como "El lago de los cisnes", "Giselle" o el "Pas de deux" del “Quijote” de León Minkus a la vez que construye otros nuevos temas basados en la incorporación de instrumentos chinos a la orquesta sinfónica. La capacidad expresiva de la cámara de Beresford ayuda a ofrecer un programa musical atractivo y variado que acompaña el proceso del niño pobre de la China rural, del aprendiz de bailarín bajo la educación maoísta, del desertor en Estados Unidos donde pasará del deslumbramiento a la madurez y, por último, al retornado que apunta a una nueva China en esperanza.
La narración dramática de este proceso sirve de motivación para unir el baile y la libertad en una danza para dos. El movimiento del bailarín será el icono de la búsqueda de la libertad más allá de los límites del cuerpo y de la realidad para lograr volar, o aunque solo sea danzar, hacia la superación de las trabas y el vencimiento del miedo que paraliza e impone los límites al movimiento.
Simplificando la narración de la infancia en la que se profundiza mucho más en el libro, el proceso de Li Cunxin estará muy marcado por la referencia de la familia. En la película se plasmará esto en los padres y especialmente en la madre. La familia será el anclaje en una tierra pobre y austera pero que rodea con el afecto y la acogida. Algo que como señalará tímidamente la película, refiriendo el fracaso matrimonial, al protagonista le costará encontrar en el nuevo paraíso en EEUU. Aunque sólo queda apuntado, no parece que la búsqueda de la libertad en sí misma resuelva el deseo profundo del ser humano que sigue buscando el amor como referencia de sentido.
Sin embargo, la herencia comunista se plasmará especialmente en la educación de la disciplina. Como dirá el propio Li Cunxin "el duro y estricto entrenamiento en la academia de Pekín me enseñó sobre todo disciplina, y esto me ha ayudado toda mi vida. Si tienes disciplina y estás dispuesto a trabajar duro puedes conseguir todo lo que quieras, aunque te parezca imposible" Uno de los flecos que deja la película es cómo articular esta relación entre libertad y disciplina para poder en definitiva volar más alto.
Estrenada tardíamente entre nosotros es una película que emociona, que invita a ser vista en la sala cinematográfica, y que plantea cuestiones existenciales sin entrar mucho en materia porque prefiere que sea la danza la que apunte las respuestas y que sea la lectura del libro, la que permita pasar de la emoción a la reflexión.