Gallardón y los pobres.
Leyendo el blog de Rodrigo del Pozo, he caído en la cuenta que me olvidado por completo de hablar de un asunto que llevo ya semana y pico pensando con frecuencia.
Alberto Ruiz Gallardón quiere retirar de las calles a los mendigos, y esto parece molestar al séquito ese de defensores de pobres que usan a los que menos tienen como arma arrojadiza contra quien sea.
Primero debo decir que no votaré por Alberto Ruiz Gallardón. Mi voto será para UPyD, y no por militante, que ya no lo soy, sino porque quiero un concejal de un partido distinto a los habituales que vemos ahora. Por ello no quiero que mis comentarios suenen a lo que no son.
Respecto a los pobres, pobres hay muchos, y algunos de los que vemos tirados por las calles, que no son pocos, deben ser expulsados de la propia calle en la que duermen o de la que viven. Me explico, hay mafias que traen pobres para pedir desde la India y desde Rumanía, mafias que controlan los lugares habituales en los que pide limosna los harapientos. Cuando en un lugar se mueve bastante dinero por parte de un mendigo que no es afín a su mafia, le pegan una paliza o le extorsionan.
Por otro lado, hay pobres que han perdido por completo el juicio, están verdaderamente locos, y su sitio no son las calles ni los albergues, son los siquiátricas. Se los reconoce fácilmente, son gente que se mea y se cagan encima, que desprenden un hedor de mil demonios, que se entregan a la bebida todo el tiempo, etc. ¿Realmente algo tan impresentable podemos tenerlo en nuestras calles? Como digo, no quieren trato con la sociedad salvo para satisfacer sus vicios del alcohol. Me viene a la cabeza aquella pobre mendiga de Barcelona que la quemaron viva en una sucursal, estaba forrada pero estaba loca y necesitaba de una ayuda que consistía en sacarla de la calle a la fuerza y hacerla volver a la realidad.
Hay pobres a los que la policía persigue, pobres tan limpios que se los puede meter en el coche patrulla. Pobres que piden no por expreso deseo suyo, sino por circunstacias obligadas. Me viene a la mente los negritos que piden a la puerta de los centros comerciales, o esos que piden en el metro a través de su música o vendiendo bolígrafos. La verdad es que pobrecito es el mendigo que es limpio, no se emborracha y se cuida, porque con esos si se atreven nuestras fuerzas del orden y el cuerpo de seguridad del Metro de Madrid. Eso si, al sucio o al ladrón, vergüenza es que no se destine más esfuerzos y cada vez que paso por la estación de Sol no sea raro presenciar un robo.
Estoy a favor de retirar a los mendigos de las calles, de prohibir la mendicidad, pero si se llega a tal extremo quiero y exijo que se ocupen debidamente de todos aquellos mendigos que son mendigos por su locura. Y quiero que a los pobres extranjeros venidos a buscar un empleo como los africanos se les aloje en albergues y se cuide de ellos como corresponde, porque muchos tienen educación y una cortesía exquisita, y no se merecen el trato vejatorio de ser abandonados en cartones porque tienen miedo de ser deportados si acuden a un albergue. Lo mismo opino de los latinos, pues hay muchísima buena gente pasando apuros y sufriendo un hostigamiento policial. Y respecto a los gitano-rumanos, insisto como dije tiempo atrás, que si están dispuestos a integrarse se queden, sino que se los lleven a Rumania, que para chavolas y suciedad que ya no la quieren ni nuestros gitanos, más vale echarlos.
Alberto Ruiz Gallardón quiere retirar de las calles a los mendigos, y esto parece molestar al séquito ese de defensores de pobres que usan a los que menos tienen como arma arrojadiza contra quien sea.
Primero debo decir que no votaré por Alberto Ruiz Gallardón. Mi voto será para UPyD, y no por militante, que ya no lo soy, sino porque quiero un concejal de un partido distinto a los habituales que vemos ahora. Por ello no quiero que mis comentarios suenen a lo que no son.
Respecto a los pobres, pobres hay muchos, y algunos de los que vemos tirados por las calles, que no son pocos, deben ser expulsados de la propia calle en la que duermen o de la que viven. Me explico, hay mafias que traen pobres para pedir desde la India y desde Rumanía, mafias que controlan los lugares habituales en los que pide limosna los harapientos. Cuando en un lugar se mueve bastante dinero por parte de un mendigo que no es afín a su mafia, le pegan una paliza o le extorsionan.
Por otro lado, hay pobres que han perdido por completo el juicio, están verdaderamente locos, y su sitio no son las calles ni los albergues, son los siquiátricas. Se los reconoce fácilmente, son gente que se mea y se cagan encima, que desprenden un hedor de mil demonios, que se entregan a la bebida todo el tiempo, etc. ¿Realmente algo tan impresentable podemos tenerlo en nuestras calles? Como digo, no quieren trato con la sociedad salvo para satisfacer sus vicios del alcohol. Me viene a la cabeza aquella pobre mendiga de Barcelona que la quemaron viva en una sucursal, estaba forrada pero estaba loca y necesitaba de una ayuda que consistía en sacarla de la calle a la fuerza y hacerla volver a la realidad.
Hay pobres a los que la policía persigue, pobres tan limpios que se los puede meter en el coche patrulla. Pobres que piden no por expreso deseo suyo, sino por circunstacias obligadas. Me viene a la mente los negritos que piden a la puerta de los centros comerciales, o esos que piden en el metro a través de su música o vendiendo bolígrafos. La verdad es que pobrecito es el mendigo que es limpio, no se emborracha y se cuida, porque con esos si se atreven nuestras fuerzas del orden y el cuerpo de seguridad del Metro de Madrid. Eso si, al sucio o al ladrón, vergüenza es que no se destine más esfuerzos y cada vez que paso por la estación de Sol no sea raro presenciar un robo.
Estoy a favor de retirar a los mendigos de las calles, de prohibir la mendicidad, pero si se llega a tal extremo quiero y exijo que se ocupen debidamente de todos aquellos mendigos que son mendigos por su locura. Y quiero que a los pobres extranjeros venidos a buscar un empleo como los africanos se les aloje en albergues y se cuide de ellos como corresponde, porque muchos tienen educación y una cortesía exquisita, y no se merecen el trato vejatorio de ser abandonados en cartones porque tienen miedo de ser deportados si acuden a un albergue. Lo mismo opino de los latinos, pues hay muchísima buena gente pasando apuros y sufriendo un hostigamiento policial. Y respecto a los gitano-rumanos, insisto como dije tiempo atrás, que si están dispuestos a integrarse se queden, sino que se los lleven a Rumania, que para chavolas y suciedad que ya no la quieren ni nuestros gitanos, más vale echarlos.