Palabras que se las lleva el viento.
Siento contradecir al Santo Padre, pero llegamos a un punto en el cual si tragamos ciertas afirmaciones terminaremos complicando un problema que en si mismo es complejo. La belleza es imposible que pueda constituir prueba alguna de la existencia o presencia de Dios.
Me viene a la cabeza que siempre afirmamos que la presencia de Dios siempre la colocamos del lado de los que sufren, de los apestados por la injusticia social, del negro que huele a sudor vendiendo los DVDs en la calle con riesgo de ser pillado por la policía. Y vamos, no creo que en ellos la belleza de la que se habla haga a Dios presente o demuestre que Dios existe cuando se diría que de belleza y perfección ninguna, o eso parece.
Tampoco creo que ciertos ancianos ya muy arrugados sean espejo de la presencia de Dios, ni incluso la belleza de canciones y poesías, algunas blasfemas, sean prueba alguna de la existencia de Dios.
A mi me cansan estos discursitos al estilo de Zapatero, se dicen muchas cosas y nunca traen nada. Desde luego no es Zapatero el que los inventó, solo los imita. Los Papas, obispos, políticos y oradores los idearon, y con sus incondicionales les funciona, con otros no.
Yo no pienso que el Papa no deba condenar las guerras, como la última esta de Rusia con Georgia. Lo que si pienso es que está muy mal esto de acabar haciendo lo que exige la agenda de la actualidad. Con un mensaje desde un balcón o una rueda de prensa de un portavoz solo se reafirma lo que la Iglesia piensa de la guerra, pero con esta habitual incapacidad de llegar más lejos y con esta desgana al final vemos como seguro salta un Sarkozy, que no es santo de mi devoción, se planta donde sea y acaba con el problema.
Siempre he creído que la influencia del Papa es poderosa, pero su inoperancia le lleva a perderla. Por ejemplo, cuando hay una ejecución programada en los EEUU, el Papa debiera coger su avión y presentarse allí y movilizar a todo el mundo. A su cruzada se le unirían muchos católicos, muchos cristianos y muchos no cristianos que son contrarios a la pena capital. Pero en lugar de esto, mensajito desde un balcón o desde un portavoz, o en ocasiones ni eso.
Además, es muy fácil señalar cincuenta países hambrientos al tiempo que la Santa Sede no mueve ni un dedo. Si se les pregunta responden que la Iglesia ya hace cosas, cierto, pero los misioneros, sacerdotes, religiosos y obispos locales, lo que es ellos nada, y siempre aspiran con tenues y vagos mensajes que otros den dinero o hagan lo que ellos no hacen.
Pues pienso que los discursos Vaticanos carecen de energía y de ganas por hacer algo. Solo incitan a que otros resuelvan lo que a ellos no les da la real gana hacer no porque no puedan sino porque no quieren. Se limitan a cumplir con una agenda de actualidad, a dar respuestas rápidas, a manifestar una simple opinión o postura, y más lejos no llegan, y al paso que van cada vez van a llegar menos.
Me viene a la cabeza que siempre afirmamos que la presencia de Dios siempre la colocamos del lado de los que sufren, de los apestados por la injusticia social, del negro que huele a sudor vendiendo los DVDs en la calle con riesgo de ser pillado por la policía. Y vamos, no creo que en ellos la belleza de la que se habla haga a Dios presente o demuestre que Dios existe cuando se diría que de belleza y perfección ninguna, o eso parece.
Tampoco creo que ciertos ancianos ya muy arrugados sean espejo de la presencia de Dios, ni incluso la belleza de canciones y poesías, algunas blasfemas, sean prueba alguna de la existencia de Dios.
A mi me cansan estos discursitos al estilo de Zapatero, se dicen muchas cosas y nunca traen nada. Desde luego no es Zapatero el que los inventó, solo los imita. Los Papas, obispos, políticos y oradores los idearon, y con sus incondicionales les funciona, con otros no.
Yo no pienso que el Papa no deba condenar las guerras, como la última esta de Rusia con Georgia. Lo que si pienso es que está muy mal esto de acabar haciendo lo que exige la agenda de la actualidad. Con un mensaje desde un balcón o una rueda de prensa de un portavoz solo se reafirma lo que la Iglesia piensa de la guerra, pero con esta habitual incapacidad de llegar más lejos y con esta desgana al final vemos como seguro salta un Sarkozy, que no es santo de mi devoción, se planta donde sea y acaba con el problema.
Siempre he creído que la influencia del Papa es poderosa, pero su inoperancia le lleva a perderla. Por ejemplo, cuando hay una ejecución programada en los EEUU, el Papa debiera coger su avión y presentarse allí y movilizar a todo el mundo. A su cruzada se le unirían muchos católicos, muchos cristianos y muchos no cristianos que son contrarios a la pena capital. Pero en lugar de esto, mensajito desde un balcón o desde un portavoz, o en ocasiones ni eso.
Además, es muy fácil señalar cincuenta países hambrientos al tiempo que la Santa Sede no mueve ni un dedo. Si se les pregunta responden que la Iglesia ya hace cosas, cierto, pero los misioneros, sacerdotes, religiosos y obispos locales, lo que es ellos nada, y siempre aspiran con tenues y vagos mensajes que otros den dinero o hagan lo que ellos no hacen.
Pues pienso que los discursos Vaticanos carecen de energía y de ganas por hacer algo. Solo incitan a que otros resuelvan lo que a ellos no les da la real gana hacer no porque no puedan sino porque no quieren. Se limitan a cumplir con una agenda de actualidad, a dar respuestas rápidas, a manifestar una simple opinión o postura, y más lejos no llegan, y al paso que van cada vez van a llegar menos.