Socialmente condenado y al parecer era inocente.
Se le han imputado todas las lacras posibles, se han hecho manifestaciones para lapidarlo a insultos, y tras tantas tonterías y chorradas, resulta que la autopsia revela que las quemaduras eran una alergia, que no hay signos de violación o relaciones sexuales, y que las magulladuras eran efectivamente por caerse del columpio y por los intentos de reanimación. Y a pesar de haber testigos, la farsa ha llegado muy lejos, demasiado lejos.
Ahora hay que buscar culpables por montar el circo, porque se ha condenado a una persona sin ser juzgado. Lo malo es que habrá quien no creyendo la inocencia de este chico, todavía lo insulte o lo humille en público. Pero tengo bien presente que a nuestros periodistas les ha podido el sensacionalismo. Imagínense si el calvario de este muchacho hubiera durado una o dos semanas más, o varios meses con la lentitud del sistema judicial. Seguro habría surgido uno de esos farsantes de siquiatras forenses que pululan por la tele y que solo te juzgan por la fotografía para inculparte más todavía.
Por ello hay que exigir responsabilidades, y más a quien avisó a la prensa, y a quien fue filtrando toda clase de falsedades. Pero esto de convertirte la prensa o alguien en un asesino, pedófilo y maltratador de niñas no puede quedar impune.