Socialmente condenado y al parecer era inocente.

Es lo que han hecho con un chico de 25 años que tuvo la ocurrencia de llevar a urgencias a la hija de su novia. El dijo que la niña se había caído de un columpio. A algún médico le pareció algo más y dio la voz de alarma. Hasta ahí todo bien, lo malo es que esto trascienda rápidamente a la prensa, cunda el sensacionalismo, se hablen de abusos sexuales, pedofilia, maltrato a las mujeres y asesinato. Los ayuntamientos e instituciones públicas guardando minutos de silencio ante el asesinato.

Se le han imputado todas las lacras posibles, se han hecho manifestaciones para lapidarlo a insultos, y tras tantas tonterías y chorradas, resulta que la autopsia revela que las quemaduras eran una alergia, que no hay signos de violación o relaciones sexuales, y que las magulladuras eran efectivamente por caerse del columpio y por los intentos de reanimación. Y a pesar de haber testigos, la farsa ha llegado muy lejos, demasiado lejos.

Ahora hay que buscar culpables por montar el circo, porque se ha condenado a una persona sin ser juzgado. Lo malo es que habrá quien no creyendo la inocencia de este chico, todavía lo insulte o lo humille en público. Pero tengo bien presente que a nuestros periodistas les ha podido el sensacionalismo. Imagínense si el calvario de este muchacho hubiera durado una o dos semanas más, o varios meses con la lentitud del sistema judicial. Seguro habría surgido uno de esos farsantes de siquiatras forenses que pululan por la tele y que solo te juzgan por la fotografía para inculparte más todavía.

Por ello hay que exigir responsabilidades, y más a quien avisó a la prensa, y a quien fue filtrando toda clase de falsedades. Pero esto de convertirte la prensa o alguien en un asesino, pedófilo y maltratador de niñas no puede quedar impune.
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