La clave para luchar contra la crisis, es acabar con la especulación.
No soy economista, aunque de las cuentas propias entiendo lo mío. La observación es clave también para entender un poco de economía, y más cuando te falta el estudio de todos los que estudian esta ciencia, a mi juicio fascinante. Pero quiero volver a mi costumbre de meterme en camisa de once varas, de opinar en un espinoso tema del que no tengo preparación y del que lo que sé es de lo que escucho y observo.
Tal vez sea demasiado de izquierdas para una cosa y de derecha para otras. El caso es que, permitiéndome irme por las ramas, me encontraba ayer en Moncloa observando los precios de una lata de Coca Cola, mi sorpresa es que cueste 1.20 €. Si, una lata en la estación de autobuses de Moncloa cuesta eso, ya sé que en los chinos o en el Día cuesta bastante más barato. Por supuesto, el distribuidor de estos refrescos, que suele ser Casbega o Coca Cola, las vende por alrededor de 30 céntimos la unidad. Siendo estos precios así, tales como os cuento, en una zona de bastante afluencia de público muchas veces deseoso de llevarse algo a la boca por aburrimiento o por sed tras los trayectos, ¿Cómo puede ser que nos quieran estafar de esta manera?
Yo lo llamo por su nombre, estafa. A algunos les inquietará el calificativo, pero la verdad sea dicha, es una estafa. El caso es que viendo estos precios, y viendo el comportamiento de muchos conciudadanos, la solución más práctica es no comprar a pesar de tener ganas de hacerlo. Un euro veinte, no es economía, pero la verdad sea dicha, unas veces por falta de dinero y otras por horror ante los precios, pues no comprando es mejor solución. Pero no comprando tiene sus correspondientes consecuencias.
Cuando no compramos, un repartidor tiene menos trabajo, en consecuencia corre peligro su estabilidad laboral. Al mismo tiempo, se necesita menos personal en Coca Cola para producir, embalar y controlar los productos, pues las ventas bajan. También, afecta en cierto modo al trabajo de los empleados de la tienda, menos trabajo menos necesidad de contratar a otro trabajador o mas necesario o rentable despedir a uno. Esto es una cadena, que tal vez parezca una exageración por un bote de Coca Cola.
Pero si compramos despilfarramos, regalamos el dinero a un empresario que ve máximos sus beneficios a menor trabajo de sus empleados para producirlos. Por otro lado, no fomentamos el empleo, porque al haber malgastado el dinero, luego no tenemos dinero para gastárnoslo en otro sitio, o bien nos apretamos el cinturón para detener el gasto. En estos casos, y debido al despilfarro, el empresario sigue ganando logrando beneficios máximos con un trabajo mínimo de los empleados.
Pero como comprendo que a mis lectores una lata de Coca Cola les parece verdaderamente ridículo y estúpido, les voy a poner dos ejemplos más sobre las consecuencias reales de despilfarrar.
Imagínense que un día, me voy a una cena de Navidad con los amigos. Me gasto en una cena 30 €. Hay quien gasta más, pero mis amistades prefieren buscar restaurantes a los que yo opongo mi asistencia por sus precios y su escaso producto en un plato. El caso es que me gasto 30 €, pues bien, como y disfruto con los amigos. Por mi asistencia, he contribuido una sola vez al trabajo de un camarero y un cocinero. Ahora bien, imagínense que me pongo en uno de mis habituales planes de rata y decido que por 30 € no me como con mis amigos una cena de Navidad sino que, decido pagarme 4 menús del día o 3 menús nocturnos en otro restaurante de condición más económica y que no me vende un lujo tan caro como el anterior. Es más, nos ponemos todos los amigos de acuerdo y quedamos 4 o 3 veces para gastar la misma cantidad de dinero en sitios o fechas más económicas. ¿Estamos contribuyendo más para el empleo? Si, porque lo que estamos gastando consigue movilizar 3 o 4 veces a un restaurante para conseguir el mismo dinero que consigue el otro restaurante movilizando una sola vez a su personal. ¿Estamos disfrutando más de nuestro dinero? Si, porque podemos reunirnos más veces los amigos alrededor de una mesa.
Pero ahora quiero llegar más lejos. Imagínense una familia de hace 20 años, como fue la de mis padres, se compraron un piso que tardaron 12 años en pagar. Como el piso se pagará a corto plazo, pues podemos irnos de vacaciones, cuando se pague el piso podemos gastar más dinero, etc, etc. En definitiva, una vida más suelta, en cierto modo más consumista, pero que al mismo tiempo genera más empleo. Comparémoslo con las familias de ahora, compran pisos que tardarán en pagarlos entre 25 y 40 años, incluso más. El caso es que, estas familias no podrán veranear tan bien como sin embargo hizo la mía, estas familias no podrán disfrutar de unos ahorros o de uno caprichitos como sin embargo hizo mi familia, en definitiva, estas familias vivirán controlando el consumo y se verán fuertemente afectadas por las crisis económicas hasta el punto de reducir mucho sus gastos.
Por otro lado, la fuerte especulación hace inviable la adquisición de vivienda, al mismo tiempo, se hunden las inmobiliarias y constructoras, que a su vez arrastran a fontaneros, personal de mudanzas, tiendas de muebles, etc.
Mi idea, es que hay que esforzarse por acabar con la especulación, por acabar con lujos absurdos, por insistir desde el estado en una adecuada y razonable deflacción de precios que haga no solo más competitiva la economía de nuestro país, sino que ayude a fomentar el consumo y el ahorro. Toda medida encaminada a mantener las cosas tal y como están es un error, y mientras se siga aspirando a hacer dinero fácil especulando en lugar de trabajando, el resultado será a largo plazo nuestra propia ruina y la de todos.
Tal vez sea demasiado de izquierdas para una cosa y de derecha para otras. El caso es que, permitiéndome irme por las ramas, me encontraba ayer en Moncloa observando los precios de una lata de Coca Cola, mi sorpresa es que cueste 1.20 €. Si, una lata en la estación de autobuses de Moncloa cuesta eso, ya sé que en los chinos o en el Día cuesta bastante más barato. Por supuesto, el distribuidor de estos refrescos, que suele ser Casbega o Coca Cola, las vende por alrededor de 30 céntimos la unidad. Siendo estos precios así, tales como os cuento, en una zona de bastante afluencia de público muchas veces deseoso de llevarse algo a la boca por aburrimiento o por sed tras los trayectos, ¿Cómo puede ser que nos quieran estafar de esta manera?
Yo lo llamo por su nombre, estafa. A algunos les inquietará el calificativo, pero la verdad sea dicha, es una estafa. El caso es que viendo estos precios, y viendo el comportamiento de muchos conciudadanos, la solución más práctica es no comprar a pesar de tener ganas de hacerlo. Un euro veinte, no es economía, pero la verdad sea dicha, unas veces por falta de dinero y otras por horror ante los precios, pues no comprando es mejor solución. Pero no comprando tiene sus correspondientes consecuencias.
Cuando no compramos, un repartidor tiene menos trabajo, en consecuencia corre peligro su estabilidad laboral. Al mismo tiempo, se necesita menos personal en Coca Cola para producir, embalar y controlar los productos, pues las ventas bajan. También, afecta en cierto modo al trabajo de los empleados de la tienda, menos trabajo menos necesidad de contratar a otro trabajador o mas necesario o rentable despedir a uno. Esto es una cadena, que tal vez parezca una exageración por un bote de Coca Cola.
Pero si compramos despilfarramos, regalamos el dinero a un empresario que ve máximos sus beneficios a menor trabajo de sus empleados para producirlos. Por otro lado, no fomentamos el empleo, porque al haber malgastado el dinero, luego no tenemos dinero para gastárnoslo en otro sitio, o bien nos apretamos el cinturón para detener el gasto. En estos casos, y debido al despilfarro, el empresario sigue ganando logrando beneficios máximos con un trabajo mínimo de los empleados.
Pero como comprendo que a mis lectores una lata de Coca Cola les parece verdaderamente ridículo y estúpido, les voy a poner dos ejemplos más sobre las consecuencias reales de despilfarrar.
Imagínense que un día, me voy a una cena de Navidad con los amigos. Me gasto en una cena 30 €. Hay quien gasta más, pero mis amistades prefieren buscar restaurantes a los que yo opongo mi asistencia por sus precios y su escaso producto en un plato. El caso es que me gasto 30 €, pues bien, como y disfruto con los amigos. Por mi asistencia, he contribuido una sola vez al trabajo de un camarero y un cocinero. Ahora bien, imagínense que me pongo en uno de mis habituales planes de rata y decido que por 30 € no me como con mis amigos una cena de Navidad sino que, decido pagarme 4 menús del día o 3 menús nocturnos en otro restaurante de condición más económica y que no me vende un lujo tan caro como el anterior. Es más, nos ponemos todos los amigos de acuerdo y quedamos 4 o 3 veces para gastar la misma cantidad de dinero en sitios o fechas más económicas. ¿Estamos contribuyendo más para el empleo? Si, porque lo que estamos gastando consigue movilizar 3 o 4 veces a un restaurante para conseguir el mismo dinero que consigue el otro restaurante movilizando una sola vez a su personal. ¿Estamos disfrutando más de nuestro dinero? Si, porque podemos reunirnos más veces los amigos alrededor de una mesa.
Pero ahora quiero llegar más lejos. Imagínense una familia de hace 20 años, como fue la de mis padres, se compraron un piso que tardaron 12 años en pagar. Como el piso se pagará a corto plazo, pues podemos irnos de vacaciones, cuando se pague el piso podemos gastar más dinero, etc, etc. En definitiva, una vida más suelta, en cierto modo más consumista, pero que al mismo tiempo genera más empleo. Comparémoslo con las familias de ahora, compran pisos que tardarán en pagarlos entre 25 y 40 años, incluso más. El caso es que, estas familias no podrán veranear tan bien como sin embargo hizo la mía, estas familias no podrán disfrutar de unos ahorros o de uno caprichitos como sin embargo hizo mi familia, en definitiva, estas familias vivirán controlando el consumo y se verán fuertemente afectadas por las crisis económicas hasta el punto de reducir mucho sus gastos.
Por otro lado, la fuerte especulación hace inviable la adquisición de vivienda, al mismo tiempo, se hunden las inmobiliarias y constructoras, que a su vez arrastran a fontaneros, personal de mudanzas, tiendas de muebles, etc.
Mi idea, es que hay que esforzarse por acabar con la especulación, por acabar con lujos absurdos, por insistir desde el estado en una adecuada y razonable deflacción de precios que haga no solo más competitiva la economía de nuestro país, sino que ayude a fomentar el consumo y el ahorro. Toda medida encaminada a mantener las cosas tal y como están es un error, y mientras se siga aspirando a hacer dinero fácil especulando en lugar de trabajando, el resultado será a largo plazo nuestra propia ruina y la de todos.