Los dineros de la Santa Sede.
Cierto periodista, J. L. Allen, que es un vaticanista, nos quiere hacer creer que la Santa Sede es muy pobrecita. Pues de pobrecita la Santa Sede no tiene nada. Si gasta 330 millones de dólares al año es que algo en la Santa Sede no va bien. Pongamos que en euros son 165 millones, aun así da igual. Del fondo común interdiocesano de la Conferencia Episcopal Española gasta exactamente esa misma cantidad en euros, 123 millones de euros de los cuales, van a parar a gastos generales y de personal. Debe ser que la Santa Sede tiene más trabajadores y sacerdotes que uno de los principales países católicos.
Lo que le ocurre a la Santa Sede es que es una fuente de despilfarro de dinero. Ingresa mucho, pero lo gasta irresponsablemente todo incluso más. Tal vez la mejor opción es comenzar por recortarle salarios y lujos a la Curia o en despedir personal, es lo más sensato. Yo no hablo de vender su patrimonio, hablo de que hay gente que sobra o figuras demasiado decorativas. Tal vez haya que poner fin a la Guardia Suiza, o tal vez que los prelados empiecen a vestir como sacerdotes normales, con su alzacuellos. Incluso el Papa podría escoger un sastre más económico, que me parece bien raro que no haya en todo el orbe unas simples monjas que no puedan coser o diseñar un traje a medida.
Lo mejor es exigirle a la Santa Sede lo que se le exige a un gobierno despilfarrador. Que ahorre. Malo es tirar el dinero cuando no se tiene en suntuosidades y lujos. Pues que apechuguen, por mi parte haré como siempre, a la Santa Sede ni pan ni agua.